Monterrey.- Romero Peñascón, el poeta de moda entre la razita escritora de la ciudad, dejó abierto su Feisbuk un día y su hija de trece años, quien pretendía seguir sus pasos y hasta ser mejor que él algún día, pero no sabía cómo porque no le gustaba leer, aprovechó la ocasión para expresarse y escribió un poema en el muro de Romero.
El poema decía así:
“Te extraño con mis pensamientos confundidos
Me vuelvo loca cuando te veo y me haces hacer locuras
Cuando me voy caminando pienso tanto en ti y me shokeo tanto
Que ya no sé qué hacer con estos mis pensamientos
Quiéreme hasta el fin de la vida como en las series de Netflix
Que yo ya te quiero hasta el fin del mundo cuando ya se acabe”.
Los comentarios fueron los siguientes:
“Muy buen poema, felicidades”.
“Romero, siempre sorprendiendo con tus palabras”.
“Eres un orgasmo visual, mi Rom, tus poemas siempre me deleitan porque brincan esa barrera del poema común”.
“Wow, siempre rompiendo los moldes. Siempre en contra de lo establecido. Eres revolucionario a más no poder, te admiro”.
“Romero, tú no haces literatura, la literatura te hace a ti”.
“Eres maravilloso escribiendo ¿Dónde encuentro tu libro?”.
“Maravilloso poema, gran señor, simplemente exquisito. Cada vez te superas más, me sorprende la manera en que usas el lenguaje”.
“Siempre contracorriente. Romero, felicidades por esa sensibilidad que tienes para escribir. Gracias por esta joya”.
Y al final se vuelve tan ambiguo, como un viaje corto. Bienvenidos al Tren del Mame, donde siempre habrá un asiento para quien sepa aparentar de lo que habla y entienda la utopía virtual como una realidad.
Ese Feisbuk es un loquillo, no hace pensar a todos, pero sí al que quiere hacerlo.