GOMEZ12102020

El poder absoluto de Rocha Moya
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Rubén Rocha, quizá, como ningún otro gobernador sinaloense, ejercerá técnicamente un poder casi absoluto y es que tendrá bajo su mando la administración pública estatal y con ello el control del dinero público; además, contará con la mayoría calificada del Congreso del estado en alianza con los diputados del PAS, lo que le permitirá, sacar adelante su proyecto y el presupuesto correspondiente; así mismo, tendrá el apoyo de la mayoría de los senadores y diputados federales de Morena, y el único que sale de la lista es Mario Zamora y aun, él, se ha buscado tender puentes con su “amigo y compañero” del Senado de la República.
Además, el dirigente estatal de Morena será Manuel “Meny” Guerrero, quizá el más leal rochista, desde la época de cuando el badiraguatense fue rector y que lo distinguió como coordinador de la UAS en la zona sur, y por si hubiera algún problema, en los municipios donde gobiernan morenistas problemáticos o la frágil oposición, tendrá junto con el PAS, la mayoría de los regidores, además, como ya lo adelantó para Mazatlán, contará con una estructura de intermediarios y operadores políticos.

Es decir, el único contrapeso que Rubén Rocha podría tener es la autocontención o algunos medios de comunicación, entre ellos los impresos Noroeste y Riodoce, además, de algunos programas radiofónicos, dónde se expresan voces críticas y ONG´s como Iniciativa Sinaloa.

No sabemos, cómo Rocha Moya, sopesa tanto poder, en sus manos, pero está claro, qué por la experiencia histórica hay dos opciones en el ejercicio de gobierno que se reduce al dilema: autoritarismo o democracia.

Por el lado del autoritarismo hay tres vertientes que conviene reflexionarlas porque tienen anclaje histórico: La primera, viene de la llamada izquierda autoritaria, estalinista, con el paradójico centralismo democrático, que cultivaron los partidos comunistas entre ellos el PCM donde Rocha Moya militó y vivió la experiencia de agregación política que llevó hasta al PRD;

La segunda, es la experiencia del periodo llamado de “partido hegemónico”, que caracterizó al PRI durante décadas y que significó, el control férreo, de las instituciones republicanas, que se transformaron a su imagen y semejanza y eso permitió a Octavio Paz dibujar al régimen priista como “ogro filantrópico”;

Y la tercera, la obradorista, la que vino democráticamente de los votos en 2018 y qué se ratificó en 2021, y que recientemente alertó Paco Ignacio Taibo II en su intervención en los Diálogos del Consejo Nacional de Morena, donde perfila una deriva de autoritarismo burocrático cuando señala que el partido ha sido capturado por priistas y panistas: “No nos engañemos, dijo, no estamos frente a un problema formal, sino a uno político. Cuando uno recorre el país encuentra uno compañeros con ganas de cambiar y apoyar la Cuatro T. Pero, también, encontramos un aparato que ha secuestrado el partido”.

Rocha Moya, ha abrevado en las tres vertientes y todavía, no conocemos su ideario político, más allá de la retórica progresista en boga.

Sin embargo, lo que alcanzamos a vislumbrar, en los adelantos mediáticos de lo que será su estilo de gobernar, hay elementos de preocupación, ahí está primero, la alianza electoral y próximamente de gobierno con Héctor Melesio Cuén, quien es la representación más emblemática del autoritarismo en Sinaloa. Al que se le excusó y excusa a toro pasado, con sus consideraciones en clave de pragmatismo político, para, se nos dice, aumentar las posibilidades de éxito electoral, pero es injustificable, en clave democrática de cogobierno, por los costos que seguirá teniendo para la educación superior del estado y, ahora, desde el poder probablemente hacia otras áreas de la política pública.

Segundo, en un sentido más amplio, está las alianzas con personajes del viejo régimen autoritario en aras de tener un gobierno de concentración política que podría alejar de un proyecto ya no digamos de izquierda, sino progresista;

Tercero, un hecho, que extrañamente, pasó desapercibido para la militancia de Morena que viene siendo la designación administrativa de su dirigente estatal, sin que haya habido una convocatoria para elegir no solo a su dirigente, sino, a su Consejo Directivo Estatal, lo que me remite a 2015 cuando Jaime Palacios, entonces dirigente estatal electo por las bases, fue echado del partido junto con los miembros del CDE, hoy, complacientemente, todos ellos guardan un penoso silencio y claudicación, ante un acto notorio, de antidemocracia partidaria, quizá porque muchos, están esperando ver que les toca en el reparto del poder; y,

Cuarto, lo que representara un gobierno sin contrapesos político que, si bien no pueden ser con cargo a Rocha Moya, tampoco hay indicios, y quizá es muy pronto para exigirlo, de rutas para la inclusión y empoderamiento ciudadano, cómo podrían ser los mecanismos de democracia participativa y que otros gobiernos morenistas, están implementando en algunos estados de la república (Por ejemplo, los llamados presupuestos participativos).

Ahora bien, Sinaloa, no cuenta con una experiencia democrática más allá de la electoral y hasta ahora, opera el principio presidencialista, de quien “gana, se lleva todo” y eso, le da un gran poder al gobernador, porque es el que maneja el dinero público, y eso explica, la lucha es feroz por alcanzar la titularidad del gobierno. Y es que no existe otra cultura política. Ni tampoco interés por hacer un cambio de fondo. Y, menos, con “gobernadores fuertes” que someten a los otros poderes institucionales y, frecuentemente, se hacen de la vista gorda con los llamados poderes fácticos legales e ilegales.

Por eso, la gran interrogante, que nos plantea Rocha, es como un gobierno con tanto poder y más el que llegará en el ejercicio de gobierno, hacia dónde habrá de orientarse, y de ahí la importancia del gabinete donde se avizora que será plural o sea habrá de todo, los ejes de una política pública que buscará “armonizar la 4T” y la relación con la sociedad que se perfila abajo clientelar y entre las clases medias y altas de diálogo y negociación.

Quiero pensar positivamente que más que la parte de formación política y sus anclajes ideológicos, incluso, del obradorismo, en el imaginario de Rocha Moya dominara la edad y madurez, su sensibilidad social, para aprovechar esta oportunidad que le brinca la vida de servir a los sinaloenses. Pues, cuando termine su mandato, estará rondando los ochenta años y atrás, habrán quedado los últimos años de la llamada “última década útil”, cómo bien clasificaba la séptima el filósofo vasco Miguel de Unamuno, de lo contrario, todo habrá sido inútil, y no faltarían, los que de nuevo se hayan aprovechado y, en este caso lamentable, de un poder casi absoluto.

Hay que volver la vista a las primeras decisiones que Rocha está tomando en Morena, la FGE y la ASE, todas ellas, nos podrían dar pistas de lo que viene.