PEREZ17102022

El retorno a los orígenes de la democracia: Más demos y menos oligos
David Ricardo

Monterrey.- Cuando ocurre un proceso electoral, el ciudadano debe elegir a candidatos previamente seleccionados por una consulta popular, porque de lo contrario se trata de comicios donde primero se elige y después se vota. Si se quiere ofrecer un sistema verdaderamente democrático, los partidos políticos deben implantar un sistema de consulta ciudadana.

En un sistema verdaderamente democrático y orientado al desarrollo nacional integral, los candidatos presentados a la ciudadanía por los partidos políticos deben defender y proponer ofertas de gobierno para el bienestar de todos. Ante la desconfianza pública contra el ejercicio responsable del poder, se ha llegado al extremo de someter a sufragio los puestos para la Suprema Corte de Justicia, que deberían ser seleccionados por su capacidad y no por su carisma, esto debido a que la justicia se ha convertido en una mercancía al alcance de pocos, en un sistema político donde se supone que los derechos humanos básicos y a la ciudadanía no deberían estar determinados en el fondo por la capacidad económica.

Un sistema político que pueda llamarse “democrático” debe sustentarse en la voluntad popular, en el demos o pueblo, y no en la imposición de una minoría que domina mediante su poder económico; en el caso de México, tan solo el 5 por ciento de la población posee 60.8 de la riqueza nacional; mientras que el 1 por ciento (los primus inter pares, una minoría inserta dentro de esta minoría) posee aproximadamente dos quintas partes de esta riqueza, según datos del Inegi. Pueblo es un término especializado y empleado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para designar a todo natural nacido en el país, sin importar sus características, pese al rechazo que pueda generar entre algunos ciudadanos con poca sensibilidad social.

Un sistema democrático efectivo es necesario, porque México debe armonizar con el modelo político estadounidense, basado en una eficiente gestión de los bienes, para ofrecer bienestar económico y desarrollo social. Un modelo de gestión así obliga a los candidatos propuestos por una base social y significativa del demos, a presentar planes administrativos y económicos realistas, que les permitan ganar la confianza ciudadana.

Entre el buen quehacer de un político electo se encuentra la buena gestión en la recaudación de impuestos, y esto conlleva que los que más ganan paguen solamente lo que les corresponde, lo que favorece la circulación y repartición de la riqueza, para evitar que el Estado se endeude innecesariamente.

Se necesita retomar como base del pensamiento y acción políticas de una manera nueva y creativa las ideas de Aristóteles, ese peligroso radical extremista y padre del concepto del bien común, así considerado por los sectores más reaccionarios del moderno liberalismo.

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