Ciudad Juárez.- En la asamblea realizada por miembros y simpatizantes de MORENA el día de hoy en la plaza de armas de la ciudad de Chihuahua, Juan Carlos Loera, precandidato de este partido a la gubernatura del estado, recordó la formación del Tribunal Popular constituido en 1972 para enjuiciar al gobierno de esa época por los múltiples actos de represión ejecutados contra obreros, campesinos, estudiantes y opositores políticos. No es común que un aspirante a gobernador, haga remembranza de hechos como el mencionado, generalmente olvidados o recordados en pocas ocasiones.
Agrego en esta nota un par de imágenes y unas consideraciones.
Este tribunal se formó en el contexto de un intenso movimiento popular en Chihuahua detonado por el asesinato de varios jóvenes quienes habían sido capturados por la policía después de tres asaltos bancarios realizados con fines políticos, el 15 de enero del año mencionado. Uno de estos jóvenes fue el ingeniero Diego Lucero, quien era conocido como dirigente estudiantil de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Al calor de la inconformidad y las protestas generalizadas, se formó el Comité de Defensa Popular, integrado por organismos sindicales, estudiantiles, obreros y populares. Debe consignarse que pocas veces en la historia de las luchas sociales, sus actores han alcanzado grados de coordinación y dirección como el de 1972 en Chihuahua.
En estos meses, se produjeron en el CDP dos discusiones muy importantes: primero, en torno a la convocatoria a un tribunal popular nacional encargado de juzgar a los culpables de la represión y segundo sobre la necesidad de dotarse de un programa político.
Por lo que se refiere a la primera, finalmente se aprobó una convocatoria que llamaba a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes y a todas las fuerzas sociales a constituir el tribunal popular, a instalarse en Chihuahua el 26 de julio de ese año. Este órgano, según expresaba el documento que le dió origen:
“[...] constituye un instrumento jurídico-político mediante el cual las masas populares sustituyen, por medio de sus propios recursos surgidos en la lucha con sus explotadores, a los órganos de que se vale la burguesía para golpear a sus enemigos, tal y como sucede con el uso de los tribunales judiciales para aplicar condenas que implican largos años de prisión para los revolucionarios. También es el tribunal uno de los instrumentos de que se sirven las masas populares para enfrentarse a la justicia burguesa y a la violencia de la clase gobernante”
El tribunal inició sus trabajos en una asamblea popular realizada en Chihuahua el día previsto. Como jurados habían recibido invitación los dirigentes políticos y sindicales Valentín Campa, Rafael Galván, Ramón Danzós Palomino, Víctor Rico Galán y Demetrio Vallejo. También el obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo y la escritora Elena Poniatowska entre los que recuerdo. Finalmente, el único que asistió fue Valentín Campa. Los días 8 y 9 de septiembre se realizaron varias audiencias públicas en las que se recibieron numerosas denuncias de actos represivos en toda la república. El 2 de octubre de 1972, el tribunal popular dictó la sentencia preparada por el secretariado permanente con sede en Chihuahua, que en su parte medular condenaba “al gobierno de la burguesía a ser liquidado total y definitivamente.”
Aun cuando los efectos del tribunal fueron puramente declarativos, de hecho logró reunir a un importante sector de las fuerzas que luchaban en contra de la represión e integrar un copioso expediente sobre la misma en todo el país. Igualmente, puede considerarse que aportó enseñanzas valiosas y se constituyó en una “nueva arma de los trabajadores” como reza su convocatoria.
Casi cinco décadas después puede decirse que los anhelos y divisas de entonces sigue siendo válidas en al menos tres puntos:
1. La defensa de la justicia, de los derechos humanos y de la vida de las personas. Estas causas concitan al igual que antaño las respuestas más poderosas de la sociedad, como aconteció en 1972. El lenguaje, evidentemente, ya no es el mismo. Prevalecía en aquel entonces el habla del maximalismo y sectores muy extensos de los jóvenes veían la revolución social a la vuelta de la esquina.
2. Los tiempos de las elecciones y de los partidos políticos, no han cancelado ni mucho menos, la necesidad de continuar imaginando y poniendo en acto formas y vías diversas para alcanzar la justicia y la equidad.
3. Los objetivos y principios que alimentaron el pensamiento y la vida de muchos de los que en esos años éramos jóvenes, siguen siendo fundamentalmente los mismos, condensados en una cuantas palabras: una sociedad con igualdad de oportunidades para todos.
Por todas estas razones, es encomiable que un notorio episodio de la historia de las luchas sociales y democráticas en Chihuahua y en México, sea traído a la memoria por un actor político que puede convertirse en gobernador del estado, como lo es el candidato de MORENA.
La primera imagen fue icónica del movimiento popular de Chihuahua en 1972. Se publicó en la revista Punto Crítico. La segunda es del periódico NORTE del 26 de julio. De izquierda a derecha aparecen Domingo (no recuerdo su apellido), secretario general del Sindicato de Aceros de Chihuahua, Héctor Morales Otero, secretario general de la sección 25 del Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, Dagoberto González, secretario general del la sección VIII del SNTE, Antonio Becerra Gaytán dirigente del Movimiento Revolucionario del Magisterio, Reynaldo Rosas dirigente político, Rubén Aguilar, dirigente de la colonia Francisco Villa, Víctor Orozco, dirigente magisterial universitario, Valentín Campa y Gustavo de la Rosa dirigente estudiantil.