CORONA210920201

Elegir y ser electas
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- A partir del Siglo XIX, cuando las sociedades buscaron avanzar por la vía democrática, el mayor anhelo ha sido desarrollar un sistema electoral sin los vicios de la injusticia y de la desigualdad, para que la voluntad popular se manifieste mediante el voto universal, libre, secreto, directo, personal, intransferible e igualitario, con el único propósito de que asuman los poderes públicos y gobiernen quienes obtengan la mayoría de los sufragios.

     Cuando la palabra democracia se trata de resumir o de sintetizar con la frase “un hombre, un voto”, preferiríamos que se dijera “un hombre o una mujer, un voto” y que se comprenda que la verdadera democracia será plena hasta que el derecho de las mujeres de elegir y de ser electas sea en condiciones de igualdad política con los hombres.

     El derecho al voto es un avance, pero no cubre todo. Las sociedades caracterizadas por grandes desigualdades económicas y sociales, con una acentuada pobreza o con una clase política corrupta, que comete injusticias e ilegalidades recurrentes o abusos de poder, ya sea al manipular el sistema político electoral o al cooptar a los votantes o al comprar votos entre los más desfavorecidos, no son sociedades totalmente democráticas.

     Estos vicios o fraudes en cualquier sistema político, aunque el voto sea de acceso generalizado, hacen que pierda su fuerza y significado y que las grandes mayorías del pueblo se decepcionen, desencanten y desilusionen de la utilidad de la democracia, de su funcionamiento e, incluso, de su pertinencia.

     Si hablamos de los derechos civiles, tanto la desigualdad social como la polarización política imposibilitan, en los hechos, su pleno ejercicio, dado que la pobreza conduce a que la lealtad político partidista se venda o se compre por hambre a cambio de beneficios económicos para la sobrevivencia.

     Las mujeres que luchamos por nuestros derechos de género, debemos tener muy claro qué si los derechos políticos son necesarios para establecer los derechos sociales, los derechos sociales son indispensables para que los derechos políticos sean reales en todos los ámbitos de la vida. En otras palabras: aunque las mujeres tengamos derecho al sufragio igualitario, mientras exista la desigualdad social persistirá la desigualdad política.

     Por ello, la paridad de género, principio consagrado en la Constitución apenas el 6 de junio del 2019, para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en ayuntamientos, legislaturas, gabinetes de gobierno, organismos autónomos, partidos políticos y órganos jurisdiccionales, resulta crucial para equilibrar la participación en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales de manera transversal y con perspectiva de género, en la búsqueda de una sociedad más democrática sin cuotas de género.

     Históricamente las mujeres han sido apartadas de la participación social y política, ya que no se les ha considerado ciudadanas de pleno derecho. En la actualidad, la mayoría de las democracias adolecen de una plena y auténtica participación de las mujeres en los diferentes poderes públicos y niveles de gobierno, por lo cual la paridad es el principio fundamental para la consecución de la igualdad entre mujeres y hombres.

     Durante largo tiempo, México fue un país caracterizado por un sistema político autoritario, vertical y excluyente, donde regía un partido hegemónico. Estas condiciones cambiaron gracias al proceso reformador emprendido por múltiples actores políticos y sociales de izquierda y de derecha y del propio gobierno y, sobre todo, gracias a la victoria popular de la coalición ‘Juntos Haremos Historia’, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Ahora la enorme y justificada desconfianza del pueblo hacia los comicios deberá disminuir, en gran medida, por la esperanza de lograr una verdadera transición hacia la democracia a través de llamada Cuarta Transformación.

     No obstante, hay un largo camino para defender los derechos de género y profundizar en el conocimiento de los antecedentes históricos de tantas y tan valiosas mujeres, con nombre o anónimas, que se sacrificaron por esos derechos y cuya tenacidad nos impulsa a seguir combativas en la lucha y responder a los desafíos de la historia contemporánea.

     La lucha por la igualdad, por la equidad y por la paridad es una lucha de las mujeres mexicanas y de las mujeres del mundo. Es un esfuerzo colectivo por parte de hombres y de mujeres que debemos sacar adelante, porque sin la mujer no habrá una verdadera democracia, ni justicia, ni paz.

     Otra sociedad es posible… ¡Hasta la victoria siempre!