Monterrey.- A través de los tiempos, los seres humanos hemos estado provocando 5 mil guerras, y la paz no ha llegado en 3 mil años. No pasa ni un solo día en que no haya una guerra en un sitio u otro; a veces en Vietnam, a veces en Israel, a veces en Cachemira, a veces Libia o Irak, a veces en otro lugar, la guerra continúa; hoy en la guerra de Ucrania nos encontramos un escenario impredecible de catastróficas consecuencias, frente a la amenaza de una guerra mundial en la que no habrá vencedores ni vencidos.
La humanidad ha vivido cuotas de sufrimiento acumulado en siglos de dominación de clase y explotación, documentadas en las dos guerras mundiales, dos bombas atómicas, millones de muertes de hambre y destrucción, pobreza extrema, persecución policial, violencia, drogas, crímenes de todo tipo, enfermedades evitables, suicidios, la guerra fría. Las últimas guerras, dan cuenta de muchos actos terroristas, creaciones de ejércitos de mercenarios, del impacto en las economías con el alza en precios de mercancías, afectando intereses y bienestar de las poblaciones.
Preocupante es la existencia de unas instituciones especializadas en la represión. El sufrimiento y la muerte constituye la confesión de que la sociedad entró en una fase de contradicción antagónica consigo misma. Contradicción que a la postre podría terminar destruyendo a la sociedad. Los seres humanos no acaban de entender que de los imperios originales no queda más que el recuerdo y que cada nuevo imperio antes de desaparecer, se lleva consigo a una cantidad exponencialmente mayor de vidas humanas inocentes y causando un inmenso sufrimiento humano. Tal parece que la humanidad ha vivido siempre en guerra y sus periodos de paz solo son breves periodos de tregua.
La guerra es como una pesadilla, que nos lleva a un futuro que transformará la tierra en un planeta prisión mediante un mercado único, globalizado, controlado por un Gobierno mundial único, vigilado por un ejército mundial regulado económicamente por un Banco Mundial, y habilitado por una prisión controlada mediante chips.
La vida de los habitantes en nuestro planeta se habrá reducido a la supervivencia: trabajar, comprar, procrear, dormir, todo conectado a un ordenador global, que supervisará cada uno de nuestros movimientos.
Resulta sorprendente la incapacidad de los hombres para detener la avalancha destructiva de la guerra. Es preocupante que el único ser pensante del planeta se comporte de forma tan estúpida. Aunque parezca paradójico en los sistemas de clase, lo asombroso no es la guerra, sino la paz.
La historia de la humanidad da cuenta que el poder hegemónico mundial en las últimas décadas ha demostrado su terrible capacidad destructiva de las dos principales fuentes de riquezas: la naturaleza y el ser humano.
Ese poder hegemónico mundial está representado por los Estados Unidos y su brazo armado la OTAN, quien ha conducido a la humanidad en la ruta de la guerra. Hoy en día es la OTAN y los Estados Unidos quienes se han extendido hasta los límites de Rusia; para lograr cercarle totalmente, era necesario incluir a Ucrania, así los misiles alcanzarían a Moscú. Se entiende ahora la exigencia de Rusia de mantener la neutralidad de Ucrania, o en caso contrario, tal como ocurrió, sería invadida. Ahora necesitamos encontrar el camino para detener este proceso de confrontación y restaurar el equilibrio que requerimos para sobrevivir.
Los medios masivos de comunicación han sido utilizados para tergiversar los hechos, difundir sólo aquello que sirve a los intereses del poder hegemónico mundial. Confundir, ocultar, deformar, desinformar y mentir, parecen ser sus divisas de trabajo cotidianas. Ha perfeccionado su capacidad de enajenación cultural e ideológica, utilizando las más eficaces herramientas tecnológicas de la comunicación, desarrollando la guerra de medios.
Es urgente organizar contraofensivas que divulguen la verdad, para lograr recuperar la esencia del ser humano y la conciencia que es el arma mediante la cual la humanidad puede ser salvada. Desarrollar la lucha comunicacional, nos llevará a un mundo sin guerras, sin violencias es camino para la paz.
La permanente educación del pueblo, que ponga en el centro como objetivo lograr la felicidad de los pueblos. Para ello tenemos que recuperar los valores éticos. Dar batalla contra la corrupción y la mentira, no buscar un nuevo mesías, sino construir en lo concreto, lo real y lo cotidiano, todos juntos.
Realidad que nos preocupa, y nos ocupa, condenemos y rechacemos la Guerra, y construyamos el camino de la Paz.
* Alternativa Martiana para Nuestra América, capítulo México.