Tampico.- Hace apenas 3 años, en 2017, el filósofo Byung-Chul Han publicaba la segunda edición ampliada de su libro “La sociedad del cansancio”, y decía en su primer capítulo: «El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales, como la depresión, el trastorno por déficit de atención, el trastorno límite de la personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional definen el panorama de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, no son infartos ocasionados por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad.»
En eso estábamos todos, le seguíamos la huella al cambio de paradigma de la guerra fría a la globalización; veíamos como el discurso biológico también cambiaba redefiniendo lo extraño o propio, como amigable o peligroso. No se repelería a lo extraño sino a lo destructivo. Es decir, que la biología no es xenofóbica. Se normalizaba lo extraño en términos de exótico, y en lugar de ser reactivos a algo o alguien ahora seríamos sus “turistas” o sus testigos.
Pensábamos, como el filósofo, que el surgimiento de algunos discursos sociales a favor de otredades y diferencias, era sólo un esfuerzo por mantener viva esa decadente visión del mundo. ¿Cómo despertar una ideología? Creando un peligro al que se tenga miedo. Un enemigo al que enfrentar. Sea con muros, con medidas higiénicas, con controles autoritarios de disfunción social, o con terrorismo biológico, los que ostentan el poder se defienden defendiendo a la sociedad de un enemigo, que puede ser tan real como el hambre, o un fantasma o un virus.
Auguraba el autor para el siglo XXI nuestra muerte social por infarto psíquico, producto de una violencia neuronal que recibimos por el desenfreno de la productividad, y el deseo de consumo, ese era el enemigo; y resulta que estamos siendo víctimas de una violencia viral que nos enfrenta al adentro y afuera, a lo propio y a lo extraño, al yo y los míos versus los otros, y desarma el aparato productivo, que nos esclavizaba y nos daba el sustento. Ahora nos enfrentamos entre nosotros por un recurso escaso: una cama de hospital, un equipo médico de respiración, tu vida o la mía. Después, nos enfrentaremos por: un salario, un trabajo, una educación, un modo de supervivencia y a lo más, un modo de progreso, o un espacio de libertad.
¿Es posible decidir por uno mismo qué valores nos regirán en lo personal y en lo social? ¿Puedes elegir por ti mismo qué tipo de vida vivir, la calidad de país que quieres habitar? ¿Puedes luchar por esos ideales? De uno en uno somos un todo.
* meizaguirrev@hotmail.com