PEREZ17102022

Engaños
Samuel Schmidt

Monterrey.- Si escucha a una persona que le pide su voto porque no es político para darle confianza, huya de inmediato, lo está engañando. Si alguien quiere gobernar lo que es un evento político de primer orden, y para ganar presenta como credenciales no ser político, es un simulador y mentiroso.

La política es una de actividad descalificada, los políticos son rechazados y la gente les tiene desconfianza. Muchos bien preparados se rehúsan a entrar a la política, será un rechazo per se, o porque no pueden competir al carecer de las mañas y habilidades que requiere la política y que los políticos se han encargado de perfeccionar.

Uno de los argumentos a favor de Beatriz Paredes es que conoce a la política por dentro y por fuera, que ha navegado por muchos de los niveles de la política y tiene opiniones muy trabajadas, aunque muchas de ellas no sean de nuestro agrado o hasta las rechacemos. Sus adláteres destacan su pragmatismo, como ir a disculparse con el Grupo Monterrey, patrocinador de intentos de golpe de Estado.

Los políticos saben agradar y satisfacer a la mayoría de la gente. Domingo Tortorelli, candidato a la presidencia de Uruguay en 1946 y 1950, propuso “que entre Rivera y Montevideo se construya una carretera ¡en bajada!, para que los camiones de carga ahorren combustible”, también prometió que de ganar, en cada esquina habría canillas de donde saldría café con leche. Propuestas ingeniosas y divertidas que pudieron ser celebradas mientras que nadie le hubiera exigido que las cumpliera, en caso de ganar la elección, tal vez porque la gente sospechaba que se estaba burlando de los políticos tradicionales, lo que es buena idea.

La política no es divertida y debemos tomárnosla muy en serio. Tal vez por eso alguien candidateó en Ciudad Juárez al burro Chon, y en Veracruz al Candigato, que también prometían muchas cosas.

Los políticos prometen elevadas tasas de crecimiento. Madrazo propuso un crecimiento del 7 por ciento, que la economía mexicana estructuralmente no puede lograr; una diputada panista que se dedica a demandar lo que sea, se puso furiosa cuando le hice ver el dato; Marcelo Ebrard promete el 5 por ciento y los números de AMLO no se cumplieron porque más allá de la declaración política se encuentran las fuerzas que mueven la economía y que les preocupa muy poco la retórica política.

Los políticos se tropiezan con sus promesas, aunque hay pocas consecuencias, si acaso, alguna mentada de madre, o injurias en restaurantes, como recibió López Portillo, a quien le ladraban por eso de la Colina del Perro que le regaló un buen amigo; cuántos quisieran amigos tan generosos. ¿Qué le habrá regalado López Portillo al amigo a cambio? Pero los más vivos reclaman que ante el fracaso del gobierno los empresarios deben entrar al quite y que se privaticen las cosas que el gobierno no sabe administrar, como el Fobaproa, que socializó los malos negocios de muchos (ante estos puede usted estar segura que la engañan).

En el siglo XX el gobierno estatizaba los fracasos empresariales, los limpiaba y los volvía a privatizar, sin vigilar que no se cometieran fraudes, como en los ingenios azucareros, los bancos, o el de Mexicana de Aviación, a cuyos trabajadores apenas se les hace un poco de justicia.

Hay empresarios que llevan años tratando de apoderarse del agua, la que según ellos escasea por culpa del gobierno. Algunos las embotellan para venderla, agregándole miles porcentuales al costo; esos llegan a despojar a las comunidades de sus manantiales y veneros y otros someten a ciudades enteras al abuso.

EL PRIAN en Aguascalientes mintió cuando prometió proteger a la sociedad, o a la mejor no lo hizo, en cuyo caso tendré que retractarme; le entregó el agua a la multinacional Veolia, que envía facturas hasta por 90 mil pesos por consumo doméstico; pero el neoliberal Otto Granados presume que el entreguismo neoextractivista le provee agua a un 90 por ciento de la población, cantidad que se alcanza en lugares donde el agua no está privatizada; omite decir que la práctica privatizadora empobrece con cargos onerosos.

En Quintana Roo los políticos también privatizaron el agua y ahora los usuarios pagan el agua más cara del país, compitiendo con Aguascalientes. La sociedad se organiza en contra de los políticos que favorecen el abuso, pero resulta que aunque voten en contra, los políticos pusieron trampas en la ley para dificultar que el voto popular sea vinculante, como sucedió con la consulta reciente que fue aprobada para quitarle el agua de Quintana Roo a Aguakan.

El engaño puede ser una señal de nuestro tiempo. Los valores civiles están de capa caída. La ética no se enseña ni en las escuelas y mucho menos se cumple en las relaciones cotidianas; parece dominar la cultura del abuso, la que es contraria a la noción de democracia.