“Enheduanna descendió del Ziggurat y expresó lo siguiente: La diosa me dijo que cuando el últim
descendiente de la estirpe de mi padre haya muerto, las mujeres se convertirán en una
propiedad más de los hombres, como las ovejas o las cabras. Pasarán más de tres milenios
antes de que las sacerdotisas vuelvan a sus templos y la diosa del amor vuelva a ser adorada”.
Monterrey.- Palabras expresadas en la pluma de Esthela Muñoz, por La sacerdotisa Sumeria Enheduanna, hija del rey Sargón quien vivió en Ur allá por el siglo XXIII a. C., a quien podemos considerar la primera matemática de la historia. Estas palabras, quizá ficticias, expresan la sabiduría de las mujeres de Babilonia y el ostracismo a que fueron sometidas. No obstante, a través del tiempo, han existido heroínas que se han sustraído al sojuzgamiento masculino y destacado en diversos campos como lo hicieron las mujeres que vivieron antes que Enheduanna.
Durante el siglo VI a. C. nació en Grecia el sabio Pitágoras, concluida su formación académica en su natal Samos, isla situada cerca de Jonia; se traslada a Crotona, lo que hoy es la costa sureste de Italia, ahí funda una sociedad secreta llamada Los Pitagóricos, que en realidad debiera llamarse Los Pitagóricos y Las Pitagóricas; ya que en dicha sociedad, se aceptaban tanto a hombres como mujeres. Caso insólito no solo en Grecia, también en Egipto y Babilonia.
Teano, esposa de Pitágoras, calculó la proporción áurea, llamada también proporción divina o razón áurea, mucho antes que Euclides y estudiada ampliamente por Fibonacci durante la Edad Media. Los matemáticos y matemáticas de la escuela pitagórica, sentaron las bases de una ciencia formal como la matemática, cuyos objetos iluminaron el conocimiento laico de una realidad dominada por el misticismo y el machismo. Atreverse a formar un grupo único en la Grecia antigua, costó a la Escuela Pitagórica su exterminio.
Otra gran mujer a la que poca justicia le hace la historia fue Aspasia. Hembra bella e inteligente, esposa de Pericles de Atenas, sin ella, el gran gobernante de Atenas no hubiera sido factor determinante en el llamado “Siglo de Pericles”. La sociedad ateniense, no obstante el papel de Aspasia en la cultura y en la política ateniense, nunca la reconoció en un espacio asignado solo a hombres, la denigraron al referirse a ella como una hetaira.