GOMEZ12102020

ENTRE LIBROS
Canción de invierno, de Guillermo Lozano Flores
Eligio Coronado

Monterrey.- Todo poemario permite varias lecturas. La primera es la que propone el autor, es decir, leer los poemas del primero al último. Hay una razón, no siempre conocida, para que los poemas hayan sido acomodados en el orden en que aparecen. Unas veces es por planeación, otras intuición y otras casualidad.

Otra forma de leer los poemas es empezando por el último y terminando en el primero. Esta forma de leer a contracorriente busca experimentar lo imprevisto por el autor.

Otra forma es leer los poemas en forma cronológica, si es que están fechados. Una forma más, la preferente, es leer los poemas temáticamente.
Y hay otra que es leer los poemas al azar; en este caso, el lector decide cuáles poemas leer, independientemente de la sugerencia del autor. Esta forma es la que hacemos todos: abrimos el libro, leemos un poco y lo dejamos, acaso porque no tenemos tiempo suficiente o porque la poesía no nos interesa o, lo que es peor: porque no nos gusta leer.

Y la última lectura es leer versos sueltos, porque hay imágenes o metáforas que nos atrapan y conviene paladearlas periódicamente. Para esto hay que numerar las páginas de los versos en cuestión, para encontrarlos rápidamente. No todos tenemos el don del que hablaba el saltillense Julio Torri: de abrir cualquier libro justamente en la página donde se halla el verso que uno está buscando.

¿Es válido leer un poemario de esta forma? Por supuesto. Todo se vale a la hora de leer un libro. Aquí lo único censurable es comprar el libro y no leerlo.

Para leer Canción de invierno*, yo elegí la forma de los versos sueltos. Por supuesto que primero seguí el andamiaje estructural sugerido por el autor, Guillermo Lozano, y luego lo leí en las otras formas.

Pero esta forma de lectura fue la más impactante para mí, porque pude percibir que Canción de invierno es un libro pleno de sensaciones visuales, auditivas, coloridas, táctiles, olfativas, térmicas y hasta surrealistas.

Ahora mismo explicaré todo esto: he aquí algunas piezas que cobré en este safari por sus páginas:

1.- “Guardé el espejo de tu imagen” (p. 35, sensaciones visual y surrealista). ¿Cómo que guardó el espejo y no la imagen de la persona en cuestión? Ah, pues porque algunas culturas antiguas creían que los espejos reflejaban el "alma oculta" o la verdadera naturaleza de la persona. (Por eso, Memo guardó el espejo y no la imagen.)

2.- “¿Y si el humo está en el foco?” (p. 20, sensaciones visual, surrealista y colorida). Esta es la típica metáfora del pájaro en su jaula. (Sólo que aquí el pájaro es de humo, lo cual también es surrealista.)

3.- “sangrando la injusta vida” (p. 16, sensaciones visual, surrealista y olfativa). ¿Se puede sangrar la vida? Pues claro, basta con ver a la gente que vive en condiciones infrahumanas.

4.- “La punta de mis dedos dibujándote en el aire” (p. 7, sensaciones visual y táctil). O sea, los dedos como pinceles.

5.- “el frío de lo ausente” (p. 12, sensación térmica y surrealista). ¡Claro que la ausencia es fría! Sobre todo la del ser amado.

6.- “ropa, nuestra única armadura contra el cielo” (p. 38, sensación visual). Una metáfora que dramatiza la inseguridad en que vivimos.
(Imagínense, ¡la ropa es lo único que nos protege!)

7.- “un cuarto lleno de noche” (p. 19, sensaciones visual y surrealista). Esta metáfora revela una absoluta depresión. (Dicho de otro modo: una vida llena de oscuridad.)

8.- “La uña (…) desparrama en cenizas una idea” (p. 61, sensaciones visual y surrealista). Esta metáfora es tan explícita que no vamos a mancharla con alguna explicación.

9.- “respiro el sonido de sus risas” (p. 22, sensaciones surrealista, olfativa y auditiva). Totalmente cierto: el sonido de la risa de una mujer es siempre gratificante (a menos, claro, que se rían de uno).

10.- “Objetos que gritan su angustia” (p. 36, sensaciones auditiva y surrealista). ¡Qué tristeza, amigos, que haya objetos rotos, descompuestos o abandonados simplemente porque ya no nos sirven! (¡Y pensar que lo mismo hacemos con las personas!)

11.- “La luz tiene muchas heridas” (p. 25, sensaciones visual, colorida y surrealista). Esta metáfora refleja un mundo apocalíptico.

12.- “No pudimos ser (…) pasión (…) amarilla” (p. 68, sensaciones colorida y surrealista). Esto de colorear las emociones se llama sinestesia. (Una sinestesia muy famosa en el futbol es la de “La Furia Roja”, referente a la Selección Española)

13.- “En la silla cuelgan las muñecas de mis manos” (p. 46, sensaciones visual y surrealista). Esta imagen pictórica nos remite a los murales de David Alfaro Siqueiros.

14.- “Los dedos desenredan el frío” (p. 58, sensaciones visual, táctil y surrealista). ¿Pueden hacer eso los dedos? Por supuesto, si el frío nos enreda con sus congelaciones, tenemos que reaccionar.

15.- “Alguien necesita que me vacíe de su todo para llenarse de mi nada” (p. 60, sensación surrealista). Creo suponer que esta reflexión irónica de Guillermo es sobre las personas que nos exigen atención para contarnos algo que NO nos interesa.

16.- y última.- “Tengo la costumbre de rascarme el pensamiento” (p. 61, sensaciones visual, táctil y surrealista). Esto lo hace Guillermo, seguramente, para que no se le adormezcan las ideas.

Esta ha sido mi forma de interpretar la Canción de invierno, de Guillermo Lozano Flores, espero no haber desafinado demasiado.

* Guillermo Lozano Flores. Canción de invierno (para habitaciones vacías). Monterrey, N.L., Fides Ediciones, 2022. 73 pp.