A diferencia de los autores que buscan el efecto inmediato y la resolución rápida en sus textos, Mariena prefiere construir con paciencia poemas que aporten algo al milenario oficio de escribir: “¡vayamos tan lejos que las brújulas se pierdan!” (p. 86).
Podríamos asumir que su profesión matemática ha influido en la estructura de sus creaciones, pero la libre asociación de sus ideas desmiente esa presunción: “Su falda se detenía ante el mar / como un río manso sin atreverse al viaje” (p. 86).
Su estilo no está gobernado por un razonamiento rígido, eso le permite una libertad ilimitada, en la que cabe hasta el humor surrealista: “Una nube en la puerta / se volvió tempestad / que anegó / el café / la calle / hasta llegar al río /
los meseros vinieron en una embarcación / y me llevaron fuera” (p. 84).
Pese al valor de su obra, Mariena mantiene un perfil bajo (elude los reflectores, rechaza la adulación, no concede entrevistas, participa en contados eventos, cultiva la modestia), acaso porque sabe que posee una pluma contundente, capaz de producir prodigios: “Desde su autodestierro / mi hermana mayor / tejió un abrigo de luz para mis hombros / y un canto de agua con qué enfrentar los desamparos” (p. 85).
¿Cuántas autoras más estarán creciendo, como Mariena, en el casi anonimato por elección propia? Mientras otras transitan por los mismos caminos ya trillados de la tradición poética, ella senderea incesante nuevas rutas, reacia al aplauso y trascendiendo al siguiente nivel: “la he recordado / al escuchar el aire maduro entre los árboles” (p. 85), “Ella (…) / hizo con la libertad un envoltorio / lo puso como una flor en mi cabeza / sabiendo / que las raíces llegarían / al corazón” (p. 85).
*Varias autoras. La luz que urdimos. Memoria del Encuentro de Escritoras Arkali 2022. Monterrey, N.L., Arkali Espacio Cultural / Ediciones Morgana, 2022. 93 pp.