GOMEZ12102020

ENTRE LIBROS
Los endemoniados, de Irma Elvira Tamez García
Eligio Coronado

Monterrey.- Hasta ahora, la obra poética de Irma Elvira Tamez García (Monterrey, N.L., 1963) había transitado por el universo amoroso, con algunas incursiones en un erotismo fino. Pero ahora, en «Los endemoniados»*, esa temática ha alcanzado un protagonismo de proporciones notables, lo cual representa un crecimiento de insoslayable relevancia, no sólo literario, sino también personal.

Esto significa el desplazamiento del sentimiento por el deseo, la maquinación por la ejecución, la soñada aduana hacia el paraíso de las necesidades inconfesables, pero esenciales para la plenitud existencial.

Es éste el principal valor de «Los endemoniados»: su apertura emocional y sensorial, todo un reto intelectual de no fácil abordaje, pero Irma Elvira logra franquearlo satisfactoriamente: “cuando resbala el vestido / ya desvanecido en el piso se vuelve canción” (p. 49), “Tu canto se hundió en mis oídos, / tu tacto en cada poro” (p. 101), “Era mi cuerpo / una casa abandonada, / donde una noche / usted dejó de ser ave” (p. 37).

Como es evidente, la finura persiste; no hay la desbarrancadura hacia lo ordinario u obsceno tan común en estos casos. No hay por qué derrapar cuando se puede conservar el equilibrio entre lo bello y lo sutil.

El notable oficio de la maestra Irma Elvira se manifiesta en la hechura de estos versos: “Fue mi cuerpo un edén / donde solo tú solías extraviarte” (p. 46), “Esta loca imaginación / dio vueltas al mundo (…) / (…) solo de pensar que somos hombre y mujer / en la soledad de un cuarto” (p. 31), “rompe la frontera de mi piel / (…) / y te daré la ternura que yo solo sé que guardo” (p. 121).

Sobresaliente, si consideramos cuán difícil resulta desnudarse, aunque sea metafóricamente. La expresión se vuelve nuestra identidad ante los demás y no hay manera de enmascararla o, al menos, maquillarla.

Por ello es obligado destacar el crecimiento literario de quienes se empeñan en no estancarse en la comodidad de lo tradicional u obsoleto, y perseveran en construir una obra digna que aspira a perdurar, como la de nuestra Viajera sin Rumbo: “Deje que vague mi cuerpo sobre su amor” (p. 29), “Puerto deshabitado, hostil / son nuestras camas” (p. 78), “Y tú, que no te das, / que no buscas, / que no pides, / que no encallas” (p. 79).

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* Irma Elvira Tamez García. «Los endemoniados». Monterrey, N.L., Ed. de Autor, 2021. 129 pp. (Colec. Viajera sin Rumbo, III.)