En «Son cosas de la suerte»*, hay un niño, como muchos otros, cuyo destino es una especie de infierno en la tierra: padres desobligados, falta de hogar y afecto, maltrato, cambios geográficos constantes, entornos violentos, corrompidos por la miseria y la depravación, vivir de arrimado o encargado en diversas familias, además de otras penurias derivadas: “Me levantaba a las cuatro de la madrugada (…); llegábamos a las parcelas a empezar a trabajar a las siete de la mañana, sin desayunar y a veces sin comer (…). A las cuatro de la tarde comía las sobras que me compartían los otros trabajadores” (p. 127).
El problema son las padres que, enemistados, se los disputan, pero no para conservarlo, sino para que el otro no lo tenga. El niño, Juanito, es el botín que nadie quiere.
La odisea de calamidades de esta desafortunada criatura no termina nunca. El cariño cosechado en los hogares ajenos es cortado de tajo cada que uno de los progenitores aparece: “de nuevo se acercaba un negro nubarrón para oscurecer mi felicidad, mi tranquilidad, mi paz mental. Esa nube terrible era mi madre, quien de nuevo me arrancaría del lado de mi padre (…) en forma definitiva” (p. 45).
«Son cosas de la suerte» nos ofrece una historia de la vida real, con todo su dramatismo que raya en lo aterrador y espeluznante por la maldad que acecha al pequeño Juan: “Mientras hablaba, iba sacando de alguna parte un largo cable de luz y empezó a azotarme todo el cuerpo (…). Se había vuelto loca de rabia irracional y acentuaba los chicotazos (…). Fue necesaria la intervención de las vecinas para detener a aquel engendro infernal antes de que me matara” (p. 121).
Juan Francisco Benítez (Monterrey, N.L., 1964) transcribe con veracidad coloquial las desgraciadas circunstancias de este personaje y su actual situación: “No tengo amigos; nunca tuve trato amoroso formal con mujeres (…); mis amigos son los libros y mis compañeros los perros (…); hace diez años me acompaña Jimbo, un perrillo callejero que me prodiga el amor y fidelidad que tanto anhelé de niño” (p. 142-143).
Hay vidas que no son vidas, sino meras aproximaciones, semejanzas o simulaciones que los seudopadres heredan a los hijos, generando un círculo vicioso de imposible solución.
* Juan Francisco Benítez. «Son cosas de la suerte». Columbia, South Carolina, Librerías Editores, 2022. 145 pp.