Monterrey.- En «Son cosas de la suerte. El reencuentro»*, Juan Francisco Benítez (Monterrey, N.L., 1964) continúa la cadena de infortunios de su personaje de la vida real, Juan Antonio Morales.
Si antes los problemas eran la falta de cariño, de un hogar, de una familia y sobre todo, de un futuro posible, ahora que Juan ha crecido, su supervivencia depende del mundo laboral y del estudio.
Y es el propio personaje quien cuenta sus avatares a nuestro autor: “tú ya sabes que toda mi niñez fue de sufrimientos. Tuve que enfrentar la transición de joven a adulto sin consejos ni guías. La vida me fue marcando los rumbos, con muchas disyuntivas sobre irme por un buen camino o perderme en el olvido. (…) mis únicos consejeros fueron mi corazón y mi mente” (p. 13).
Pero es el laberinto del amor la odisea emocional más complicada de superar.
Varias veces el corazón sufrirá la experiencia del desgarramiento, sin que nadie pueda brindar asistencia espiritual, pues todos estamos indefensos ante semejante eventualidad: “Ese fue el inicio de infinidad de descalabros sentimentales (…). Aún no entendía que yo no había nacido para amar, conservaba como una llamita de esperanza que algún día encontraría a alguien. Después de muchos años pude asimilar esta maldición” (p. 49-50).
Así se construyen los destinos de cada quien: a base descalabros de todo tipo, hasta que la rutina nos arroja al tobogán de la frustración y acabamos en la terminal del conformismo, en camino a donde el azar nos lleve y con un enorme baúl de sueños pendientes: “Mi vida se hizo rutinaria, pero tranquila. No confiaba en las mujeres ni en la amistad falsa; (…) nunca volví a abrir el corazón. Mis amigos, como te dije antes, han sido mis libros y mis perros” (p. 98).
Hay vidas que son más bien aproximaciones, pruebas que uno debe superar sin que haya un beneficio al final del túnel, laceraciones que el espíritu soporta con estoicismo y la vaga esperanza de que habrá un mañana feliz: esa es la única metáfora que nos conforta: “Fíjate la ironía de la vida: fui un solitario siempre (…)”. “Se quedó en silencio (…), como si al terminar su confidencia hubiera cumplido una misión, el fin de su peregrinaje como había dicho” (p. 99-100).
Conmovedora historia que nos convoca a la reflexión, sobre todo porque nos sentimos impotentes ante semejante adversidad. Y más cuando sabemos que la fatalidad de Juanito es el pan de todos los días en la mesa de la humanidad.
*Juan Francisco Benítez. «Son cosas de la suerte. El reencuentro». Columbia, S.C., Librerío Editores, 2023. 101 pp.