GOMEZ12102020

Es la guerra
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Se veía venir. López Obrador ¿cómo desaprovecharía las oportunidades que brindan los pasivos reales o potenciales de sus adversarios políticos? Sería muy tonto -diría, cualquiera, con un gramo de malicia política.

     Sería, además, una renuncia al mejor resorte que tiene y que es la denuncia pública de quienes a buen juicio buscan alcanzar el poder haciendo uso de los recursos públicos o ilegales, sobre todo en aquellos estados donde hay mayores riesgos para los candidatos de su partido. Nuevo León, Chihuahua, Sonora, Baja California Sur …

     Y es que basta un “me dijeron” para desacreditar a un gobernador o a un aspirante a ese cargo de la oposición. O mejor, en aquellos casos donde están demostrados ilícitos y van a ir con todo para evitar alguna operación electoral y bajar el ánimo a la militancia opositora, como hoy sucede en Tamaulipas.

     Un presidente demócrata debe evitar con la ley en la mano que se violenten las reglas de la competencia electoral y observar desde su investidura a las instituciones administrativas y judiciales para que hagan su mejor trabajo electoral. Y en cualquier caso de mal uso o parcialidades, está su partido para interponer los recursos que proporciona la ley ya que son estas formaciones las instituciones legalmente registradas para hacerlo ante las instancias correspondientes.

     Pero, es obvio, el presidente y su partido, no confían en los responsables administrativos de las elecciones y en quienes resuelven las controversias jurídico-políticas. No hay que ir muy lejos para saber lo que piensan sobre los acuerdos y sentencias emitidas recientemente en los casos polémicos de Guerrero y Michoacán.

     Hay animadversión al árbitro y no gusta lo que resolvió el tribunal electoral, perciben que hay “mano negra” detrás de sus decisiones. Y, menos, sobre lo que podrían resolver en el resto del proceso electoral que pinta escenarios de competencia cerrados y augura una alta conflictividad poselectoral.

     Entonces, la estrategia va dirigida a debilitar mediáticamente, y si es posible penalmente, a gobernantes y candidatos de la coalición “Va por México” mientras al mismo tiempo, a los de casa, ni se les menciona luego de señalamientos graves, como sucede en el caso de Sinaloa, donde la periodista Anabel Hernández acusa al candidato Rubén Rocha de haberse reunido con el líder del Cártel de Sinaloa para recibir su visto bueno.

     Menos, los actos de violencia criminal, que ya costaron decenas de vidas que directa o indirectamente tienen que ver con gobiernos y partidos como es el caso del candidato de MC en Cajeme.

     Y, sobre todo, el lamentable accidente de la Línea 12 del Metro que con sus muertos salpicó inmediatamente a figuras claves del morenismo.

     Y es el contragolpe mediático donde la conferencia mañanera busca volverse virtuosa, para seguir teniendo control sobre la agenda política del país.

     La oposición desacreditada pero organizada en la coalición “Va por México” sorprendentemente ha ido de menos a más y, según las diversas encuestas, tendría muchas posibilidades de ganar al menos el 50% de las gubernaturas en disputa y de acuerdo con un poll de encuestas, el PRIANRD ya se metió en la disputa por las cinco circunscripciones plurinominales y eso, seguramente, tiene nervioso al primer círculo del poder.

     Entonces, la estrategia llama a echar toda la carne al asador mediático y buscar revertir estas tendencias que se expresan en las encuestas de intención de voto.

     No hay que olvidar la hipersensibilidad social ante la corrupción y el caso de la tragedia del Metro, no hace distingos en el imaginario colectivo, y si el ciudadano medio percibe que hubo corrupción en el tendido de la Línea 12 es muy probable que la cobrara en las próximas elecciones.

     En política democrática, “el que la hace la paga”, así que lo mejor que puede suceder es que haya un dictamen expedito del siniestro, pero, todo indica, que irá en contra del tiempo electoral o sea va por el camino largo y eso, quizá, es lo que animó al intento de la diputada María de los Ángeles Huerta del Río que propuso un punto de acuerdo para la Comisión Permanente del Congreso de la Unión solicite a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México el desafuero del senador Miguel Mancera, ex Jefe de Gobierno de la capital de la República, para enjuiciarlo por el caso del accidente de la línea 12.

     Ricardo Monreal, simplemente atajo la iniciativa señalando: “Nosotros no debemos convertirnos en una tribuna de linchamiento, ni de acusación, ni menos, vamos a prender hogueras para quemar a personalidades públicas”

     Y en ese juego de aprovechar pasivos la oposición del PRIAN, hace lo propio, con los errores del gobierno aun a costa de los exabruptos cometidos por dirigentes panistas en el caso de la Línea 12. Y eso es nuestra política, el fondo de juegos de suma cero, dónde lo que pierde uno busca ganarlo el otro o los otros.

 Que es moralmente despreciable, sin duda, pero recordemos aquella máxima de la política: la moral es un árbol que da moras.
    
     Entonces, entramos al último vagón de las campañas, la zona pantanosa de los ataques con toda la artillería disponible para ablandar lealtades partidarias y encausar a los indecisos que muchas veces terminan por decidir los resultados.

     ¿Y cuál de las coaliciones está en mejores condiciones de lograr sacar los mejores saldos?

     Aparentemente, es el partido en el gobierno, lo vemos en las preferencias que se muestran todavía en las encuestas de intención de voto o mejor las deudas que dejaron sus predecesores y todavía podría representar el “empujoncito” para lograr conservar el primer lugar en las preferencias.

     Pero, igual, sino se sustentan los señalamientos contra algunos actores y se encausan los dichos por la vía institucional, podría provocar el efecto contrario.

     Que se victimice al candidato hoy en campaña y ayude como ha sucedido en el pasado. El problema es que no hay tiros de precisión y la fiscalía es lenta, está visto que no da resultados, ni siquiera en los casos viejos, y eso lo sabe y reclama el propio presidente.

     Entonces, solo hay que esperar el efecto mediático y que la gente determine lo mejor entre los intereses que están en juego.

     El resto es ruido.