GOMEZ12102020

ESQUINA NORESTE
La transformación capitalista inicial de Nuevo Laredo
Octavio Herrera Pérez

Camargo.- Debido a la correlación entre su localización geográfica y la dinámica del desarrollo capitalista, desde el momento de la independencia nacional hasta nuestros días nuestro estado ha experimentado diversos y continuos procesos de bonanzas y declives económicos, en los que varios de sus urbes han jugado un papel fundamental, confirmando la atomización regional de la entidad, donde no existe hasta hoy por esas mismas razones históricas (más allá de los aspectos político-administrativos), un nodo urbano que sea el líder indiscutible en todo Tamaulipas.

     Ejemplo de un desarrollo casi autónomo respecto al resto de la entidad es Nuevo Laredo, la primera aduana terrestre de México y seguramente de toda Latinoamérica, cuyo despegue inicial ocurrió en forma directa en relación a la modernización de la infraestructura ferroviaria y a la apertura al comercio exterior que se vivió durante el porfiriato. Y es que esta ciudad, junto con su homóloga texana, se convirtieron desde 1881 en el punto del cruce ferroviario más cercano entre la ciudad de México y la frontera de los Estados Unidos, país que en ese momento se perfilaba como una potencia económica a escala mundial. El apoyo local a la presencia del ferrocarril consistió en la concesión gratuita de cien manzanas de terreno para la construcción de vías, estaciones, talleres, depósitos y otras instalaciones, generándose un cambio notable tras el arribo de las locomotoras. Y a este nuevo medio de transporte, se le sumaría el tendido telegráfico a la par de las vías del tren, quedando Nuevo Laredo comunicado al instante con el resto del país, vía Monterrey, ciudad que se vio muy favorecida por este enlace comunicante.

     En respuesta a estos ejes ferroviarios, el gobierno mexicano habilitó la aduana de Nuevo Laredo como puerto primario de entrada a las importaciones. Como era de esperarse, el comercio pronto hizo de esta aduana una de las más activas del país; fue declarada de primera categoría y acaparó sostenidamente el grueso del comercio desde Estados Unidos entre 1889 y 1911. Para dar idea del movimiento comercial que tenía lugar por Nuevo Laredo, un dato de 1887 nos revela que sus recaudaciones aduanales eran de $ 624,756, mientras que para 1892 llegaron a $ 2,004,132. Y a pesar de tener reducciones por la baja de plata mexicana en el mercado mundial en esos tiempos, desde 1899 recobraron el ritmo ascendente. Pero si bien la mayor parte del comercio internacional cruzaba por Nuevo Laredo, eso no significaba que esta ciudad tuviera el predominio comercial frente a su vecina norteamericana, que definitivamente le llevó la delantera a partir de 1889. Causa importante del rezago en la margen derecha del río Bravo fueron las dificultades que tuvieron para instalarse los talleres operativos del Ferrocarril Nacional Mexicano, así como a la prohibición a los extranjeros para adquirir bienes raíces en la frontera. Esto orilló a que la empresa se trasladara definitivamente a la ribera texana. Y como se obligó a los trabajadores a radicar en el territorio americano, Nuevo Laredo sufrió una sangría en su fuerza de trabajo.

     Con esa acción se inclinó definitivamente la balanza a favor de Laredo, Texas, ya que sus instalaciones ferroviarias eran las mejores en su género en todo el suroeste de Estados Unidos, lo cual propició el establecimiento de una fundición, la que aprovechó las nuevas reglas de Departamento del Tesoro para importar minerales metalíferos mexicanos, al cesar la vigencia del arancel McKinley. A partir de entonces Laredo vivió una época de auge, hasta convertirse en los años noventa en la principal ciudad comercial de la frontera norteamericana. Por el contrario, la ciudad mexicana contrajo su comercio, donde se lograba encontrar en esos negocios ciertos productos europeos finos, pero había dificultad para conseguir cosas simples de ferretería, como papel para oficinas o medicinas. En 1895, la derogación de las rutas norteamericanas “in bond” (que permitía la presencia de mercancías proveniente de Europa; lo que hoy conocemos como “duty free”) limitó aún más la oferta comercial en Nuevo Laredo.

     Esto acabó por profundizar su dependencia respecto al lado norteamericano, que incluso durante un tiempo dotó a Nuevo Laredo del servicio eléctrico, de las líneas telefónicas, del tranvía de mulas y hasta del agua potable; aun así, esta ciudad fronteriza solo estaba detrás de Tampico en cuanto a movimiento económico. Por tal motivo su población no logró rebasar en el resto del siglo XIX la cifra de poco más de siete mil habitantes, cantidad que se logró gracias a una creciente inmigración desde otras partes del país que atrajo la actividad mercantil fronteriza. Ante tal desaliento en las actividades económicas de la ciudad, en Nuevo Laredo surgió un fuerte movimiento que propugnaba la permanencia inalterable de las franquicias aduanales, particularmente la zona libre, implantada desde 1885. En efecto, desde 1890 los líderes y empresarios locales habían organizado una comisión, la que se dirigió a la ciudad de México, para abogar directamente ante el ministerio de hacienda acerca de la vigencia de las franquicias que consideraba la zona libre. Sin embargo, el gobierno federal ya tenía para entonces el propósito de ir desmantelando este privilegio fiscal, sobre todo al modificarse al año siguiente el arancel general de aduanas, motivando una nueva protesta desde Nuevo Laredo, a la que se sumó la Cámara de Comercio recién establecida. Finalmente, en 1905 la zona libre fue derogada, lo que mantuvo a Nuevo Laredo con un bajo perfil de crecimiento económico, máxime que en 1907 y 1908 se resintieron las consecuencias de una primera gran crisis económica mundial, con efectos importantes en los Estados Unidos y por tanto en México.

     En el aspecto urbano la aduana fronteriza ocupó un predio situado junto a la estación ferroviaria, ubicado al poniente del centro de la población. En 1885 el presidente Díaz ordenó al ministro de hacienda, Manuel Dublán, que se erigiera un inmueble adecuado, estando a cargo de esta oficina el coronel Pedro Argüelles. Francisco Belden y Patricio Milmo fueron los contratistas de realizar la obra, la cual fue inaugurada en las fiestas patrias del año siguiente. Pero como la actividad aduanal fue creciente, pronto se le hicieron ampliaciones a sus almacenes. Al rango de puerto fronterizo con aduana de primera categoría, en 1888 se elevó la jerarquía de la oficina federal de correos, al ser declarada internacional, con autorización para recibir la correspondencia proveniente de Europa hacia México, vía los Estados Unidos. Igualmente, el ministerio de hacienda ordenó el traslado a Nuevo Laredo de la oficina principal del timbre de esta parte de la frontera, situada antes en Matamoros, la plaza que había dominado el comercio fronterizo a mediados del siglo XIX, pero que estaba en decadencia al finalizar esa centuria, un episodio de esta misma historia que luego abordaremos.