Coro2310

ESQUINA NORESTE
Luis García Arellano
Octavio Herrera Pérez

Ciudad Victoria.- Luis García de Arellano fue un singular personaje de la política tamaulipeca que se desempeñó en la época de la reforma, al participar como diputado en el Congreso Constituyente, destacándose por la valiente defensa que hizo del estado de Coahuila ante el atropello del caudillo Santiago Vidaurri de anexarlo a Nuevo León. Por esa actuación se le recuerda de manera muy especial, al grado de que el Congreso del Estado de Tamaulipas ha instituido una medalla al mérito ciudadano desde el año 2002.

     Nació en Ciudad Victoria a inicios de la década de 1820, pero tuvo su crianza en Soto la Marina, en la casa del general Felipe de la Garza y de su esposa María Antonia de la Serna, un lugar donde de manera coloquial se discutían los más diversos temas políticos del acontecer local, nacional y aún del resto del mundo, a cuya mesa acudían destacados individuos, como el doctor José Núñez de Cáceres, el general Pedro Lemus y el inquieto José María Carvajal, con quien entabló una alianza política que determinó su destino. Y al contar con ese apoyo, acudió a la Ciudad de México para ingresar al Colegio de San Ildefonso, donde se formó en la licenciatura en derecho y llegó a ser maestro sustituto en la cátedra, entregando esta estafeta a su colega Sebastián Lerdo de Tejada, futuro presidente de México. A esta aleccionadora experiencia sumó el servir como asistente de Valentín Gómez Farías, uno de los reformistas más destacados de aquel tiempo y vicepresidente de la república. De su estancia en la capital, García de Arellano pudo adquirir una cultura muy sólida en el pensamiento político y filosófico del momento, sobresaliendo por encima de los liderazgos regionales que se desempeñaban en el escenario político tamaulipeco de aquellos días, acostumbrados a salirse con la suya a base de los engaños, la astucia ventajosa y la fuerza.

     En 1846 lo sorprendió en su tierra natal la injusta invasión americana, tocándole negociar con el general Quitman en la villa de Villagrán, para que la ocupación de la capital de Tamaulipas por el ejército americano se hiciera respetándose el derecho de las gentes. Y más tarde, poseído de la flama del patriotismo, estuvo presente en la defensa del convento de Churubusco y participó en la jornada del asalto estadounidense al Castillo de Chapultepec, en donde fue herido. Más tarde sería apresado y estuvo a punto de ser fusilado, pero al ser reconocido por el general Quitman, salvó la vida. Ya reinstalado el Congreso general ocupó un escaño, abogando por el apoyo a la nueva frontera norte. Enseguida fue sorprendido por el arribo de Antonio López de Santa Anna al poder, colocándose en la resistencia contra su régimen, principalmente a través de sus escritos en la prensa. Y ya cuando estaba triunfante la revolución de Ayutla, se opuso tenazmente contra los intentos de la fragmentación territorial de Tamaulipas, sobre todo con la creación del estado de Iturbide o la Huasteca propuesta en el Congreso general. Pero su principal confrontación en el seno del Constituyente, del que formaba parte, fue contra la hegemonía política que quiso imponer el gobernador de Nuevo León en el noreste. En efecto, desde los días de la revolución de Ayutla Vidaurri dio muestra de querer dominar el poder en las tres entidades de esta región. Sobre Tamaulipas le interesaba especialmente el control, de las aduanas fronterizas y marítimas, atrayendo voluntades a su causa y enfrentándose a las decisiones del gobierno nacional. Por este motivo García de Arellano hizo una épica defensa de Coahuila, cuyos alegatos quedaron plasmados en textos que representan el más puro del liberalismo en boga. Sin embargo, Vidaurri se salió con la suya, de momento.

     Más tarde García de Arellano se vio envuelto en la lucha fratricida de la reforma, e incluso cayó en manos de los conservadores, que cobraron un rescate por su persona. Poco después, apoyó la candidatura de Jesús de la Serna para el gobierno de Tamaulipas, quien al proclamarse ganador en las elecciones generó el estallido de una guerra civil en la entidad, al ser desconocido por el partido del gobernador Juan José de la Garza, con quien García de Arellano siempre mantuvo un permanente encono político. Y ya en los momentos de la intervención francesa, estuvo presente en la segunda defensa de Puebla, ciudad de la que salió al lado de José María Carvajal, con quien mantuvo una alianza de origen y a quien recomendó ante el presidente Juárez en Paso del Norte para que lo nombrara como gobernador de Tamaulipas, en los días del imperio de Maximiliano. Y fue en aquellos días, de retorno al noreste, cuando García de Arellano fue capturado por un afecto de Vidaurri, estando a punto de ser fusilado, nuevamente, en el pueblo de Allende. Al librarse de la muerte, volvió a Tamaulipas, asesorando primero a Juan Nepomuceno Cortina y después a Pedro José Méndez.

     Concluida la intervención francesa y el imperio abogó ante el presidente Juárez por el retorno constitucional en Tamaulipas. Al lograrse la restitución de los poderes, vislumbró su participación como candidato al gobierno del estado. Sin embargo, su eterno enemigo, Juan José de la Garza, tenía todo a su favor en aquel momento. No obstante, el triunfo de Garza, se destó en el estado una rebelión en su contra encabezada por el coronel Servando Canales, quien logró derrocarlo. Desencantado de la situación local, García de Arellano radicó en 1868 en la capital del país, apoyando cuatro años más tarde al general Porfirio Díaz en el frustrado plan de la Noria. Después desapareció de los registros documentales, para volver a figurar su nombre en la medalla al mérito ciudadano de la legislatura tamaulipeca.