PEREZ17102022

Esto ya no es neoliberalismo
Edilberto Cervantes G.

Monterrey.- La globalización neoliberal, que se promovió a partir de mediados de los años 70 del siglo pasado, se ofreció como la mejor forma de impulsar el desarrollo económico internacional y lograr el uso eficiente de los recursos a nivel mundial.

Se asociaba, a esa perspectiva económica, el “fin de la historia”, que visualizó Francis Fukuyama, en el sentido de que a partir de entonces prevalecería la democracia liberal como forma de pensamiento político y régimen de gobierno.

Recién sucedido el colapso del régimen soviético, para Fukuyama quedaban descartadas la opción socialista y el gobierno autoritario. Sobrevendría entonces para el mundo un período estable y sin cambios mayores, con el liberalismo democrático como pensamiento único y el capitalismo global como régimen de producción.

La evolución en las últimas dos décadas ha puesto en entredicho los pronósticos de Fukuyama.

Da la impresión de que el crecimiento está disminuyendo de forma inexorable en las grandes potencias económicas mundiales. Además, aparte de Europa occidental y Japón, muchos países no ven motivos “para inclinarse ante Washington”, sobre todo con la actitud tan selectiva que tiene Estados Unidos respecto a los valores globales. Así opina Stephen King en su libro: El fin de la globalización. El regreso de la historia, de 2017.

“Las nuevas tecnologías, al contrario de todo lo que se esperaba hace 10 o 12 años, no solo no están favoreciendo la globalización, sino que están restringiéndola.” S. King.

Desde la salida de Inglaterra de la Comunidad Europea y la llegada de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos, fue evidente que los nacionalismos asumían beligerancia en estos dos países clave en la economía internacional.

Por otro lado, la dinámica económica y tecnológica en China, Rusia e India, ha puesto en claro que el régimen autoritario no es un factor en contra del crecimiento económico o tecnológico. Según King, el pensamiento convencional de Occidente plantea que, la incapacidad de acabar con los regímenes autoritarios impide un desarrollo económico sostenido en todos los países de Eurasia. La realidad estaría desmintiendo esa percepción.

El caso de Japón es sintomático de que las recetas económicas que eran convencionales en los años noventa no han sido necesariamente exitosas. Japón tiene décadas en recesión. En medio del envejecimiento de la población y la crisis económica, el conservadurismo tradicional se resiste a modificar el acendrado nacionalismo y abrir la puerta a la inmigración. Este tema, el de la inmigración, es motivo de seria confrontación política en varios países europeos. En la actual campaña electoral en los Estados Unidos la inmigración es uno de los temas para los que se plantea la mano dura. La baja en la reproducción de la población en los países del norte, por un lado y la insuficiencia de las economías del sur para emplear a su población, por el otro, son factores que propician la migración sur-norte.

El autoritarismo ya no es más un rasgo exclusivo de los países asiáticos o “socialistas”. Bolsonaro en Brasil, Trump en USA y ahora Milei en Argentina, son ejemplo de la intolerancia contemporánea en América.

La dinámica del capitalismo liberal a nivel global ha desarrollado la desigualdad social como un rasgo creciente. La experiencia con la Pandemia del COVID de hace algunos años es sintomática: los ricos muy ricos lograron acrecentar su riqueza de manera significativa. Las empresas farmacéuticas, apoyadas con dinero público, desarrollaron las vacunas, preservaron las patentes y multiplicaron sus ganancias. En medio de la pandemia y el desempleo, los gobiernos en el hemisferio norte crearon mecanismos para otorgar dinero a las familias y evitar una crisis humanitaria mayor. El autor francés Pinketty había planteado años antes la recomendación de contener la creciente desigualdad, incluso con apoyos directos a los jóvenes al llegar a cierta edad.

“Hoy estamos empezando a comprender cómo el aumento de las desigualdades en los países occidentales —consecuencia de la globalización— ha fomentado el ascenso de los partidos populistas que desafían el statu quo”. Dice King

Así que, contrario a lo que se esperaba, “no se globalizaron ni las instituciones ni las ideas”.

King no da por acabadas ni la economía de mercado ni la democracia: en el siglo XX, afirma, muchos lo pensaron y se demostró que no tenían razón. Es necesario que haya líderes fuertes y coraje político.

Ante esta realidad de desigualdad y pobreza se ha ido configurando el “progresismo”, como una línea de acción política que propone que el Estado o la misma sociedad generen condiciones que permitan a las personas superar la desigualdad social a través de procesos de inclusión social.

En América Latina, la región con la mayor desigualdad social en el Mundo, hay varios jefes de estado que se identifican con el progresismo. La región se sostiene en base a su tradicional economía extractivista, ahora con amplias demandas e inversiones de China, por un lado y con una reciente iniciativa de los Estados Unidos, que busca mantener a América Latina como su zona de influencia (que ha descuidado) sólo por no dejar el campo abierto a China.

La disputa comercial entre los Estados Unidos y China está presente en América Latina.

La región, en general, carece de una base de ciencia y tecnología que le permita desarrollar soluciones propias acordes con sus recursos y necesidades. Como en el resto del Sur global, en América Latina el uso de la tecnología digital es un bien de consumo, con escaso nivel de procesos productivos automatizados. Para participar en la economía digital, mientras se mantenga la confrontación Estados Unidos- China, América Latina (algunos cuatro países) puede proveer el Litio para la producción de semiconductores. Recientemente se comentó la posibilidad de que en Costa Rica se establezca una industria norteamericana para producir Chips.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ha sido, desde mitad de los años noventa, la mayor vinculación de México con la economía internacional. Sin que esto haya significado una asimilación significativa de la tecnología que emplean las empresas extranjeras. En la actualidad, la necesidad de los Estados Unidos de contar con proveedores cercanos y seguros (el nearshoring), en tanto avanza en su política de sustitución de importaciones, representa otra oportunidad para México de mantenerse como proveedor confiable. Otros países de América Latina podrían plantear la ampliación del área del TLC.

Hasta ahora, ha sido primordialmente la industria automotriz asiática la que se ha instalado en México, con inversiones europeas y norteamericanas que la complementan.

México también tiene Litio. Pero carece de tecnología hasta para su extracción.

El canal terrestre intercostero, en el Itsmo de Tehuantepec –ante la insuficiencia del Canal de Panamá– representa una infraestructura que puede propiciar el desarrollo en el sureste mexicano, con el transporte de carga del Pacífico al Atlántico y la instalación de facilidades productivas.

Las oportunidades para México en esta coyuntura de conflicto comercial deben aprovecharse sin dejar de perfilar una opción de desarrollo con sustento en un mayor crecimiento del mercado interno, con empleos bien remunerados.

El cambio climático ofrece desafíos y oportunidades para México. Los yacimientos de petróleo son un recurso que no puede dejar de aprovechar, así como lo están haciendo los países del medio oriente. El desarrollo de las energías limpias es una línea en la que tendrá que avanzar, así como en el cuidado productivo de la flora y la fauna. La escasez de agua demanda soluciones innovadoras. La atención de la salud, con énfasis en las estrategias de prevención y la producción de medicamentos, así como la atención de los adultos mayores, es una prioridad a corto plazo.

La política laboral del gobierno de López Obrador ha modificado positivamente tanto el nivel de ocupación, como las condiciones de bienestar de los trabajadores. Junto con los programas sociales (becas a los estudiantes y apoyos económicos directos a las personas y familias en desventaja) el aumento en los salarios ha elevado el consumo interno. También está propiciando una transformación en las prácticas sindicales. Atar el nivel salarial al nivel de la productividad, como se hizo en los treinta años previos, sonaba lógico, pero fue un equívoco.

Una estrategia efectiva, para ampliar la cobertura, el nivel y sentido de los aprendizajes en el sistema educativo es la mejor base para construir el futuro.

Como en el resto del Mundo, reducir la desigualdad, reducir la pobreza y mejorar el bienestar son los desafíos en México.