Monterrey.- Aunque su presencia física permanezca signada por la ausencia, él, nuestro Fernando continúa manifestando su espiritualidad y sigue conectando vidas, almas, corazones, como la tarde de hoy, en que nos une, en este espléndido recinto cultural en el que reinan la música y el canto, armonizados con los arpegios de los hermanos Méndez, “La Chunga”, dichosos quienes hemos tenido la suerte de disfrutar su magia.
Fernando Leal, artista, actor, director, dramaturgo, escenógrafo, artífice del guion, de la dirección teatral escénica, del argumento, el dador de vida a través de inimaginables personajes, el que provoca, reta, sacude, incita, desafía… Ese es nuestro Fernando, quien con su ingenio construyó mundos, galaxias, universos enteros en cada una de sus obras, a lo largo de su brillante trayectoria, de su fructífera historia de vida.
Jamás pudo separarse de los escenarios, el teatro se fue adhiriendo a su piel, a su cotidianidad, a su espíritu siempre innovador, convencido que el teatro es una oportunidad para revelarle al espectador una verdad. El artista en el fondo debe ser un filósofo, dice, un ser incansable, ha de estar siempre pensando y reflexionando sobre su quehacer.
Esta tarde de noviembre, “La Chunga” se luce con la grata y onírica presencia de un personaje singular, nuestro querido y admirado teatrista: Don Fernando Leal Velasco, a quien hoy amorosamente homenajeamos. De ascendencia puramente norteña, fue catapultado a la fama con “Equus”, pieza dramática y a la vez desquiciante, dirigida por Sergio García en 1975, sustentada en el expresionismo, la biomecánica corporal, los desnudos masculino y femenino, la bioenergética y la acrobacia aérea.
Sin duda, hoy las musas están de fiesta, Minerva, la romana y Atenea, la griega, diosas del arte y la sabiduría, se abrazan jubilosas al percatarse de este sin par homenaje que hacemos a uno de sus discípulos predilectos. Melpómene, musa de la tragedia y Talía, de la comedia, risa y llanto, alegría y tristeza, placer y dolor, se funden, por fin, en un solo mascarón, una tragicomedia que proyecta y refleja el desempeño actoral de un personaje, Fernando Leal, a quien hoy celebramos su extraordinaria vida, supo muy bien esto y lo aplicó magistralmente en cada una de sus obras.
Mientras tanto Calíope, la musa poética, observa emocionada desde su florido bosque de palabras, como brota del corazón nuestro sentir, nuestra admiración por e actor principal de este singular evento, Fernando leal, quien actuó siempre como un orfebre constructor de maravillas, engarzador de momentos mágicos, fantásticos, realistas como director de escena. Sin querer, construyó un joyel de piedras preciosas con la magnificencia de su obra teatral y lo regaló al mundo. El era así, dadivoso, estricto, simple y complejo a la vez, un artista excepcional.
Pero es Polimnia, la musa de la pantomima, quien acude gozosa al escenario para deleitarse con la etérea presencia de nuestro invitado de honor, y el mimo entonces, desde su sueño más profundo, despierta sobresaltado y salta al estrado haciendo mil muecas en su blanco rostro y mil figuras con sus hábiles manos, sus brazos, sus piernas, robándose el corazón y la atención de los espectadores. Su cuerpo entero se contorsiona y entonces puede ser lo que quiera: agua, luz, caja, piedra, espejo, viento, mesa, lluvia, paleta, árbol, mecedora, estatua, pájaro…
Y el mimo Fernando, sabedor de su creatividad y talento, después de su ingenios y cautivadora rutina que deja entrever su original técnica, su brillante desempeño en el escenario, su extraordinario carisma, su inigualable profesionalismo, sonríe complacido y satisfecho con su público que sigue admirándolo desde el día que hizo su primera actuación y lo seguirá haciendo hasta la eternidad. Y resuenan los aplausos, muchísimos aplausos cuyo eco retumba hasta los rincones más recónditos del universo, allá donde el está, quien sabe dónde.
Por cierto, fundó “Mimus Teatro”, en 1978, considerado por los críticos como uno de los mejores grupos teatrales de México. Ser mimo es todo un reto, porque se priva de la palabra a un actor cuando le han enseñado teatro parlante, dice Fernando, pero lo más difícil es hacer reír y llorar a la gente sin hablar. Es un teatro lleno de historias simbólicas que los espectadores ven con reserva, solo lo salva y lo hace valer la originalidad de la obra.
También creó “El Traspatio Teatro”, un espacio para los grupos de teatro alternativos urbanos de Monterrey. Desde 1993, a través de la Asociación Civil “Arte Popular”, llevó a cabo múltiples acciones en beneficio de las manifestaciones y costumbres de Nuevo León, destacando también como formador de actores noveles. Siempre fue audaz, obstinado en perseguir sus sueños, incursionó en terrenos en los que nadie se atrevía en esta bella arte y por su carácter de naturaleza innovadora nunca tuvo límites. En los últimos años encabezó proyectos museísticos, académicos, de espectáculos y formativos, en ámbitos públicos y privados.
Fernando Leal, un ser humano fuera de serie, único en su singularidad, su vida entera la dedicó al arte, específicamente al teatro, en todas sus manifestaciones. Ha dejado su vasta experiencia en cada alumno, cada entramado, cada ensayo, cada letra, cada imprevisto en la tramoya, cada tercera llamada, cada sonido o silencio que no debería estar allí, severo pero firme maestro, cautivo y feliz en el vaivén del foro, arraigado en el escenario que representa su propia contienda existencial.
Así fue siempre, un ser humano comprometido con los asuntos muchas veces mal entendidos del teatro y su entorno, aun a costa de su propia salud, un personaje sugestivo, cautivador, fascinante, real, que subyugaba a cada espectador con sus dotes histriónicos. Fernando Leal Velasco, un hombre sencillo y grandilocuente a la vez, complejo y transparente, un ser lleno de luz que aún ilumina todo lo que toca, aún después de su ingrata ausencia. Fernando, no resta más que decirte gracias por existir todavía y allí seguirás en nuestra admiración, en nuestro respeto hacia ti, hacia tu obra, cautivo para siempre en el corazón de una gitana enamorada.
Afectuosamente:
Tomás Corona
La Chunga
Monterrey, Nuevo León
Noviembre / 2021