PEREZ17102022

Finalmente, las mayorías se impusieron
Filiberto Pinelo Sansores

Mérida.- Con 127 senadores presentes de los 128 que componen la cámara y 86 votos a favor por 41 en contra, fue aprobada, en la madrugada de este miércoles 11 de septiembre, la reforma al Poder Judicial, que obliga a que ministros, jueces y magistrados sean electos por los ciudadanos y no, como ahora, nombrados por unos cuantos.

Los 85 senadores de Morena y sus aliados hubieran sido más que suficientes para aprobarla, habida cuenta que la disposición de la Constitución, el artículo 135, que dice cómo debe procederse cuando se requiere tener mayoría calificada, precisa que esta se forma con las dos terceras partes de los senadores presentes y no de todos los que tienen tal investidura.

Así es que la ausencia de un legislador, el de Movimiento Ciudadano, que confesó después que no asistió porque no le dio la gana, dio a aquella, automáticamente, esa mayoría. El voto del ex panista Miguel Ángel Yunes Márquez fue, entonces, sólo un voto adicional al que se requería.

Todos quienes observamos el desarrollo de las dos sesiones del pleno del Senado –que empezaron el martes 10– y la previa del domingo 8, cuando se discutió y aprobó en comisiones la minuta que después se discutió en el pleno, fuimos testigos, no sólo de las patadas de ahogado de una oposición carente de argumentos para defender sus posturas, sino de su falta de moral y escrúpulos para conspirar con golpistas como los que enviaron a violentos grupos de choque a tomar las sedes de los recintos parlamentarios para impedir la deliberación.

Fue casi unánime la condena de quienes interactuaban en la plataforma digital del Canal del Congreso, a través de mensajes, a la conducta de los legisladores del McPrian, dedicados a defender a capa y espada a los corruptos magistrados, jueces y ministros que manipulan a los empleados del Poder Judicial para que salgan a gritar, y a tratar de que se suspendiera el proceso legislativo hasta que las hordas callejeras “fueran escuchadas”. No pudieron lograr su objetivo y la minuta fue, finalmente, aprobada.

En estos dos días históricos, ante la inminencia de su derrota la derecha trocó su desesperación en agresividad mentirosa. Lo primero que hicieron sus representantes, a través del nuevo PRD, que se les ha entregado por completo, o sea, Movimiento Ciudadano, fue tomar la tribuna y no quererla dejar hasta que no “apareciera” un legislador de Campeche que les hacía falta. Con aspavientos, a gritos y sombrerazos, se posesionaron de aquella. Echaban la culpa a la gobernadora de Campeche, Layda Sansores de su “secuestro”. Ahí mismo quedó plenamente aclarado que no había tal. Él mismo senador ha dicho después que no asistió a la sesión por propia voluntad, usando un pretexto, que sus jefes han simulado creer, para justificarse.

Un rato después, el líder del PAN, Marko Cortés, también a gritos, pidió la palabra para, al borde del llanto, decir que un legislador de su bancada no le tomaba las llamadas y que eso era señal de que los había traicionado. A partir de ese momento, la palabra “traidor” fue el leitmotiv de la bancada.

La derecha ya no debatió. Se dedicó a lamerse las heridas. Cuando el suplente por unas horas del senador Yunes, su padre, Miguel Ángel Yunes Linares apareció en el recinto para explicar por qué su hijo había pedido licencia por unas horas, la rabiosa algarabía panista se incrementó. Y por la tarde, cuando, el hijo recobró la representación y tomó la palabra, de nueva cuenta los gritos querían acallarlo. Ante la inminencia de su brutal descalabro, la derecha amagaba a cada rato con reventar la sesión. Sólo esperaba el momento.

Este se dio cuando turbas de cavernícolas enviadas por Norma Piña irrumpieron por la fuerza en la sede principal del senado. Nunca las hordas de la incivilización se habían atrevido a tanto. Rompiendo puertas, agrediendo a custodios, pegando gritos, se posesionaron del sitio y expulsaron a los representantes electos de la nación.

Los únicos que celebraron tan soez griterío y tan procaz espíritu de destrucción fueron los 41 legisladores de la minoría que, a la manera de Donald Trump, que inspiró el asalto al Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021, los aplaudieron cuando hicieron su irrupción en el salón de debates.

La firmeza de los representantes de la mayoría y la atinada conducción del presidente de la mesa directiva, senador Gerardo Fernández Noroña, desactivaron la burda provocación cuyo propósito era poner fin al proceso de aprobación de los cambios constitucionales que se estaban discutiendo.

En sede alterna, el Palacio de Xicoténcatl, continuó la sesión interrumpida por los vándalos, pero no cesaron en sus provocaciones los minoritarios miembros de la oposición. Sin decir agua va, volvieron a tomar la tribuna cuando se acercaba el momento de votar la reforma; no permitían que los oradores de Morena y aliados hablaran desde ella tenían que hacerlo desde sus escaños.

Además, como niños, hacían ruido ensordecedor para que no se escuchara a sus adversarios. Por más que fueron llamados al orden no cejaron en su actitud. La provocadora conocida como Lily Téllez hizo uso del micrófono para injuriar, con un vil pretexto, el de que no fue dicho completo su largo nombre al ser anunciada, al presidente de la mesa, Fernández Noroña, llamándolo “bellaco”. Este no cayó en la provocación y el basilisco quedó exhibido.

Por eso, cuando terminó la votación, nombre por nombre, de los 127 senadores y senadoras presentes, que no pudo ser en tablero electrónico, sino de viva voz, y se dio a conocer el resultado, el presidente de la mesa directiva pudo decir en voz alta y llena de emoción, ante el aplauso de la mayoría que hizo el gran esfuerzo por sacarla adelante: “Te cumplimos, México”.

Desde la misma madrugada del miércoles fue enviado el dictamen aprobado a las 32 legislaturas estatales, para que también lo aprueben. Entre miércoles y jueves la han aprobado ya más de las 17 necesarias para el paso final: su publicación por el presidente en el Diario Oficial. Esto será el próximo domingo 15 de septiembre, para poder gritar esa noche: ¡Viva México!