Monterrey.- Isaac Gasca Mata (Puebla, 1990). Maestría en Literatura Hispanoamericana (con mención Cum Laude, por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) y Maestría en Educación y Licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica.
Ha presentado sus cuentos en diversos foros a nivel nacional como la FIL Guadalajara 2019.
Ganó algunos premios literarios en su ciudad natal y en Monterrey, Nuevo León.
Como investigador participó en foros internacionales, entre los que destaca el “Coloquio Estudiantil sobre Identidades en América Latina”, celebrado en Ciudad de México y en Bogotá, Colombia.
Algunos de sus textos aparecen en revistas como Círculo de Poesía, Armas y Letras, Oficio, Neotraba y El Ojo de UK.
En 2016 realizó una estancia en Texas, Estados Unidos de América, para compartir estrategias educativas con docentes del área de lenguaje.
En 2018 participó en el “II Encuentro Latido Latino, región LATAM”, de la red global Teach For All, realizado en Lima, Perú.
Fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Puebla, en el rubro “Poesía”, año 2019.
Laboró en escuelas públicas y privadas de Monterrey, Nuevo León, y Los Cabos, Baja California Sur.
Actualmente es docente de Humanidades en un proyecto educativo que atiende estudiantes con inteligencia superior al promedio.
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1.- ¿Qué libros has publicado?
R= Por orden de aparición: «Ignacio Padilla; el discurso de los espejos» (BUAP, 2016), «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» (UANL, 2019), «El libro de las personas invisibles» (Ariadna, 2020), «Guerra y Rabia» (Vortoj, 2021) y «Yo, el maldito» (BUAP, 2022).
También en antologías nacionales: «Duermevela. Cuentos de alteración» (Duermevela, 2020), «Premio Ariadna de cuento 2020» (Ariadna, 2020), «Letrinas del Cosmódromo» (Agujero de gusano, 2022) y «Premio Ariadna de cuento 2021» (Ariadna, 2022).
2.- ¿De qué tratan tus libros?
R= El primero es un ensayo de sociología de la literatura. Trata sobre el grupo Crack de la literatura mexicana y en él analizo la obra cuentística de Ignacio Padilla. «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» son quince cuentos que reflexionan sobre la convivencia social en la ciudad de Monterrey. Aparecen siamesas, un cocodrilo del Nilo que acompaña a un adicto a la droga crocodyle, un tatuador que en sus diseños sustituye la tinta con semen, la leyenda del Doppelgänger, el emperador Calígula que somete a esclavitud a un bibliotecario en Santa Catarina… Los cuentos se desarrollan en la zona metropolitana de Monterrey y en San Antonio, Texas. «El libro de las personas invisibles» son cuarenta y seis fábulas que reflexionan acerca del contexto educativo en el estado de Nuevo León. Posteriormente apareció «Guerra y Rabia», una novela histórica de terror protagonizada por un hombre lobo cuya trama ocurre paralela a la invasión francesa de 1862. «Yo, el maldito» son diez cuentos que el diablo dicta a un escribano para que los redacte durante una noche de cuarentena motivada por la pandemia de Covid.
3.- ¿Cómo surge la idea de escribir estos libros?
R= El primer libro es mi tesis de licenciatura. La idea surgió porque tenía que graduarme de la universidad. «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» es un homenaje a las lecturas que me formaron. Considero que el escritor o escritora que se autodenomina así, pero no lee, es un farsante, un esnobista, una persona que no tiene nada que decir, no tiene profundidad; tal vez tiene altos vuelos, pero carece de ideas, carece de una tradición que sustente sus obras. La literatura es un homenaje a las voces que construyen al autor. «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» es mi homenaje al arte de las letras. Por eso sus temas son tan diversos. «El libro de las personas invisibles» son fábulas que nacieron para dar voz a los jóvenes de Santa Catarina que subsisten en condiciones contextuales adversas. «Guerra y Rabia» fue mi primer ejercicio literario, allá por el año 2006. Lo redacté porque en esa época me interesaba mucho el tema de la licantropía. Hace media vida surgió la novela que se publicó apenas el año pasado. «Yo, el maldito» son cuentos que escribí durante la cuarentena. Viví los meses de encierro en Los Cabos, Baja California Sur, a tres calles del mar, pero no podía ir a nadar al Mar de Cortés porque las playas estaban cerradas debido a la enfermedad. Me sentía muy solo. A veces pasaba semanas sin ver a otra persona, encerrado en casa e incomunicado pues di de baja mis redes sociales. Caí en depresión, me atormentaban la angustia y la neurosis, pero logré salir avante escribiendo ese libro maldito.
4.- ¿Cuáles fueron los objetivos al publicarlos?
R= Básicamente es compartir mi amor por la literatura. Tengo pocos lectores, pero inteligentes. Hay autores que apuestan por públicos masivos a los cuales no les propone una polémica que los enfrente a sí mismos y a sus paradigmas, públicos fáciles. Yo sí enfrento al lector con historias políticamente incorrectas. Mis textos no son complacientes y por eso tengo pocos, pero buenos lectores. Cumplo mi objetivo.
5.- ¿Cómo escogiste los títulos?
R= El primero es el discurso de los espejos porque estoy pensando escribir el discurso de los cristales que será un estudio sobre la obra de Pedro Ángel Palou, reservado para mi tesis de doctorado. «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» tiene un título barroco porque así se llama un cuento que lo integra. Originalmente tenía otro nombre. Primero se llamó “Trece cortometrajes filmados en Monterrey”, pero lo cambié. Esta decisión me costó. Por ejemplo, en las ferias del libro me ha tocado ver cómo personas que tienen mi obra en las manos la dejan a un lado porque el título les parece muy largo. Cada uno busca títulos acordes a sus horizontes. Después modifiqué el título a “Homo regius”, pero lo rechazaron en la editorial porque según era demasiado elitista para el gusto del público mexicano ya que estaba en latín. Se inspiró en un cuento que trataba acerca de una especie de homínido inventado que vivió en el actual territorio de Nuevo León hace 40,000 años. El homínido ficticio cazaba mamuts, hacía carnita asada de mamut y huía de los tigres dientes de sable. En fin, al final quité el cuento y la editorial decidió ponerle el título actual. «El libro de las personas invisibles” es un título simbólico porque las personas invisibles son personas marginadas por el sistema gubernamental o personas disfrazadas de animales. Las fábulas, desde Esopo, La Fontaine, pasando por el Arcipreste de Hita, Tomas de Iriarte, Félix María Samaniego y tantos grandes fabulistas que han existido, esconden detrás de los animales personas que son representadas por sus vicios y sus virtudes metafóricamente descritos a través de la fauna. Las personas invisibles son los chicos que el sistema educativo no quiere ver, chicos de Santa Catarina, personas reales que en las historias aparecen detrás de un disfraz animal. Me encanta el título de «Guerra y Rabia». La novela se conforma de dos historias. La primera es «Guerra» que trata de un hacendado tlaxcalteca quien durante 1862, en plena invasión francesa, decide abandonar su hacienda para luchar del lado liberal. Es el prototipo de héroe demócrata, amable, amistoso, trata bien a las personas, lucha por sus ideales. Es un héroe del romanticismo del siglo XIX, un buscador de imposibles, un apasionado, un patriota. La segunda parte se llama «Rabia» y en ella la misma persona encarna los peores miedos, las peores bajezas que el ser humano practica contra sí mismo y contra sus semejantes. La guerra y la rabia destruyen tanto al protagonista que lo transforman en una pesadilla. En «Yo, el maldito» el diablo dicta a su nueva marioneta diez cuentos para sobrellevar la epidemia.
6.- ¿Qué fue lo más importante de publicar estos libros?
R= Lo más importante del primero fue que terminé mi licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica. Cuando se publicó para mí fue un enorme placer porque desde que se fundó el colegio de letras en Puebla es la segunda tesis de licenciatura que se mandó a la imprenta inmediatamente después de terminar el examen profesional. Ahora ignoro cuántas van, pero la mía fue la segunda tesis de licenciatura publicada en libro. Fue un logro maravilloso porque soy un escritor que rehúye los reflectores. Tal vez es una actitud contraproducente porque muchos creen que un escritor tiene que mostrarse para que lo conozcan, pero yo no coincido. Yo creo que si las obras son buenas llegarán al público en el momento justo. Cuando son significativas, cuando no son discursos que provienen de la mediocridad, siempre llegarán a su público. Durante la universidad yo era un chico que llamaba la atención por sus opiniones, pero jamás me gustó aparecer en las fotos de las presentaciones de revistas. Lo que sí hacia era viajar a otras ciudades para presentar mis obras en congresos mientras en Puebla brillaba por mi ausencia. Cuando apareció el libro lo importante fue decir a todo mundo: “Aquí estoy”.
Con «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» alcancé al público de una ciudad importante a nivel nacional. Mucha gente desea venir a triunfar a Nuevo León. Aunque en las redes sociales y en los discursos cotidianos afirmen un montón de prejuicios contra los neoleoneses en realidad demasiada gente anhela venir a esta hermosa ciudad para probar suerte y probar qué tan hábiles son, qué tan poderosas son sus letras. Por lo tanto, para mí publicar este libro bajo el sello editorial de la Autónoma de Nuevo León fue legitimar mi trabajo literario, acreditar que valía la pena, que no era un trabajo provinciano, localista, que tenía valor estético. Publicar sin conocer a nadie en una ciudad a mil kilómetros de la mía, fue el impulso que necesitaba para consolidar mi proyecto de vida orientado a la creación.
«El libro de las personas invisibles». A todos los libros los quiero mucho, pero a éste lo aprecio demasiado porque le di tanto esfuerzo, tanto tiempo, tanto sudor y esperanza que fue como traer a la fuerza un hijo al mundo. El libro tiene una historia tragicómica: estuvo a punto de publicarse en Monterrey, pero fue censurado. Lo aceptaron en 2017, pero me tuvieron vuelta y vuelta y vuelta hasta que alguien me recomendó que buscara otra editorial porque no lo publicarían debido a que denuncia cosas muy fuertes contra el sistema educativo nuevoleonés y a algún funcionario poderoso e incompetente, no le gustó el mensaje. Mis fábulas fueron censuradas. Pero el libro ya es internacional pues lo presenté antes de editarlo, en hojas sueltas, en un congreso de maestros jóvenes que se llevó a cabo en Lima, Perú, en 2018. El libro se editó en Ciudad de México durante 2020. Le dediqué cinco años de mi vida. Lo empecé a escribir a finales de 2015, le invertí todo 2016 y salió hasta finales de 2020. Lo atesoro mucho. Lo han leído bastantes personas, lo compartieron en Colombia, en Perú, en Estados Unidos, en Chile, Ecuador... Me gustaría que más gente lo leyera pues es una denuncia social que nos compete a todos.
«Guerra y Rabia» me tomó media vida publicarlo. Lo concebí cuando tenía 16 años. Lo escribí y lo metí en un cajón porque en Puebla nunca publican a gente que no tenga un padrino, un contacto, una palanca. Cuando llegué al mundo de las letras todos me decían: “Isaac, ¿por qué te vas a dedicar a esto si no tienes palancas, no tienes amigos poderosos, no tienes un familiar que te eche la mano, que te empuje?”. En Puebla lamentablemente así funciona el arte. Lo digo sin empacho: te publican si eres amigo de… si eres familiar de… si alguien te recomienda. A mí no me publicaron «Guerra y Rabia» ni otros proyectos que durante años ofrecí a distintas casas editoras y gobiernos en turno. Me da risa porque uno de los proyectos que envié en 2014 para una beca se llamaba “Ucronías de la ciudad” y básicamente consistía en escribir cuentos acompañados de fotografías alteradas para proponer al lector presentes y futuros alternos. Por ejemplo: ¿Qué hubiera pasado si el Popocatépetl hubiera hecho erupción mientras las fuerzas de Hernán Cortés realizaban la matanza de Cholula? Ese evento hubiera cambiado la historia de la conquista de México. Nuestro país sería distinto. El cuento venía acompañado de una ilustración no tan realista como las que ahora hace la Inteligencia Artificial, pero bastante atractiva. En Puebla tengo algunas fotoficciones que no ganaron la beca, fueron rechazadas una y otra vez por los burócratas de la cultura poblana. Como sea, «Guerra y Rabia» estuvo en un cajón durante quince años, media vida, hasta que la mandé al concurso de editorial Vortoj, de Monterrey, y la publicaron aquí en Nuevo León.
«Yo, el maldito» es una obra importante porque se enfrenta a la dictadura de lo políticamente correcto. No es lo más contracultural que he escrito. Mi material más fuerte aún está inédito: es una obra de teatro que se llama “Teatro cocodrilo”. Estamos iniciando una época en la que la censura se posa sobre los discursos literarios, artísticos y cotidianos. Estamos aceptando la pérfida censura que hace siglos las sociedades lograron revertir con sangre, coraje y armas. No obstante, ahora de manera pasiva la gente dominada, idiotizada, alienada, ensimismada en las redes sociales ni siquiera se da cuenta que hay temas que no podemos tocar, que hay temas en los que ya aceptamos el yugo de un grupo tan poderoso que tenemos miedo de hablar de esos temas porque tememos a la funa, miedo a que en redes sociales nos ataquen desde mil sitios de manera anónima e injustificada. El actual paradigma cultural es preocupante pues les recuerdo, amigos lectores, que sólo en las peores dictaduras había temas de los cuales no se podía hablar. En la actualidad estamos aceptando en silencio una dictadura digital, opresiva, totalitaria y global.
7.- ¿Qué sentiste al tenerlos en tus manos por primera vez?
R= Al primero fui a recogerlo a la editorial en mi bicicleta. ¡Mi primera obra! No cabía de la emoción. Ya vivía en Monterrey. Tuve que mudarme aquí por cuestiones laborales y para buscar un horizonte donde sí me dieran la oportunidad de crecer como autor. Me acuerdo que cuando me avisaron que en Puebla, irónicamente, me entregarían mi paquete de libros correspondiente como autor, tomé un avión y al otro día estaba afuera de la editorial esperando que abrieran para tener mis libros. Me los dieron apenas abrieron. Me acuerdo que los tomé mientras temblaba de felicidad, como si un globo se inflara en mi garganta. Eso sentí. Quería gritar y brincar de felicidad. Sólo sonreí. Subí a mi bicicleta. Ni siquiera podía manejarla. Empecé a llorar de alegría cuando me dirigía a casa de mis papás. La editorial está en el centro de Puebla y la casa de mis padres se ubica muy cerca de ahí. Iba temblando de alegría, casi cayéndome. Llegue a mi casa llorando de felicidad. Tenía 26 años y dije: “Mamá, papá: ¡mi primer libro!”. Fue un momento hermoso ver mi esfuerzo de tantas noches dedicadas a redactar una tesis que no se quedó empolvándose en la tesiteca como miles y miles de tesis que nada más lee el tesista y quizá su familia. ¡No!, mi libro se volvió un texto de consulta disponible en bibliotecas tan importantes como la British Library, la Biblioteca de Harvard, en Yale, en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en la New York Public Library, incluso en la Ibero-Amerikanisches Institut PreuBischer Kulturbesitz Bibliothek, en Berlín. Para mí fue maravilloso ver mi tesis como un documento teórico. Ahí está el esfuerzo de tantas noches de 2014 y 2015. En algún momento, precisamente porque no tenía contactos en Puebla, pensé en abandonar la literatura. Prácticamente me exilié de mi ciudad natal. Vine a trabajar a Nuevo León pues no me publicaban y creí que nunca lo harían. Cuando estaba a punto de perder la esperanza, de pronto me anuncian que mi tesis se publicó y brinqué de esperanza. Con ese primer libro y con esa grata noticia regresé a la literatura en tiempo extra.
«Tristes ratas solas en una ciudad amarga» lo publicó la Universidad Autónoma de Nuevo León y fue la primera obra que presenté en la Feria del Libro de Guadalajara. ¡Todo un acontecimiento! La experiencia de ir, conocer autores, hablarles, ocupar espacios similares a las personas que admiro… fue un sueño hecho realidad. En el hotel me escuché decir: ¡Gracias por todo, vida! ¡Gracias por tanto! Me entrevistó la Universidad Autónoma de Yucatán, medios culturales del Estado de México con sede en Toluca. “Isaac, una entrevista. Isaac, queremos hablar de tu libro, nos impactó el discurso que manejas”. Fue maravilloso. “Esto es un sueño y espero no despertar” y luego en el marco de la histórica ciudad de Guadalajara que me agrada mucho. Agradezco infinitamente a mi primer editor: Antonio Ramos Revillas, la primera persona que creyó en mi obra. Nunca terminaré de agradecerle y admirarlo como persona y como autor.
En 2020 recogí «El libro de las personas invisibles» en Ciudad de México. Tomé un autobús de ida y vuelta para regresar a Puebla el mismo día. Viajé súper entusiasmado, llevaba mi paquete de libros que me entregó la editora Catalina Miranda, la segunda gran persona que creyó en mis letras, a quien le mando un afectuoso saludo y un profundo agradecimiento. Es una gran poeta. No veía la hora de llegar a Puebla para mostrarle los libros a mis padres, a mis amigos, regalar copias, compartirlos. La pandemia impidió su presentación.
El caso de «Guerra y Rabia» fue conmovedor pues es una historia que escribí hace quince años. Está dedicada al adolescente siniestro. Sin temor a parecer soberbio o ególatra se la dediqué al chico que fui hace quince años, lleno de sueños, ilusiones y deseos de convertirse en escritor. También está dedicada a todos los muchachos y muchachas que hoy tienen quince, dieciséis años, diecisiete años y escriben cuentos, poesía, novelas y a quienes todo mundo les dice que no llegarán a ningún lado. Claro que sí, chavos. Sigan echándole ganas. Sean tercos. Puede que no te publiquen este año tus textos, puede que sí. El punto es que no creas las palabras de los mayores. Muchas veces lo dicen porque ellos no lograron sus sueños o no tuvieron el valor de intentarlo. ¿Pero tú por qué no? Puede que tú sí logres tu propósito. Sigue aferrado, sigue de terco, escribe.
Con «Yo, el maldito» hay una historia bastante interesante que por algún tiempo no contaré, pero para mí fue un logro mayúsculo tener ese libro en mis manos. No exagero. Por él conocí a la tercera persona importante en mi carrera literaria. Lo estimo demasiado. Es un gran amigo, un buen escritor y un hermoso ser humano. Me refiero a Óscar.
8.- ¿Cómo los has promocionado?
R= Necesito un agente literario que me ayude a promocionar mi obra porque yo me dedico a leer, a dar clases, a muchas cosas, pero casi no me autopromociono porque me cuesta mucho hacer relaciones públicas. Es más, creo que promociono mejor la obra de otras personas. No sé si es un poco de humildad, un poco de ineptitud de mi parte o un poco de ambas, pero me urge que alguien me ayude a promocionar mis libros.
9.- ¿Qué repercusión han tenido?
R= Cada lector identificará en mis libros las ideas que su interpretación le sugiera. Algunos considerarán que los libros son suficientes, magníficos o malísimos o que los enfrentan directamente con sus creencias y quizá odien mi literatura. Está bien. Que no sean tibios, que se enfrenten a las letras de manera total, que las amen o las odien, pero que las lean.
10.- ¿Anécdotas, experiencias, satisfacciones vividas con tus libros?
R= Son muchas. Les contaré sólo una: la presentación en Perú de «El libro de las personas invisibles». El evento se realizó en un hotel cuyo nombre no recuerdo. Está en la zona hotelera de Asia, a 60 km al sur de Lima. Fui a presentar mi libro y de repente estar frente a un auditorio compuesto por cuatrocientas personas oriundas de países desde Estados Unidos a Argentina para mí fue un golpe de madurez, porque estaba acostumbrado a leer en pequeños auditorios de Puebla, luego amplié mi panorama y presenté mis poemas en Zacatecas, Guanajuato, Colima, Mérida, Querétaro, Ciudad de México… muchos estados. Pero era la primera vez que presentaba un libro de manera internacional. Ya se imaginarán la emoción que tuve: estar parado en otro país, visitar Machu Picchu, maravilla del mundo, recorrer Lima, la ciudad literaria de Mario Vargas Llosa, pasear por los jirones que inspiraron a César Vallejo, a Sara Van, a Chabuca Granda. Anduve por aquí y por allá en Perú: Cusco, Puno, Arequipa… No obstante, como plato final, como cereza en el pastel, antes de regresar a México presenté mi libro cuando ni siquiera era un libro: eran unas hojitas sueltas. ¡Fue fantástico! Gente de Chile me decía: dame tu libro, gente de Argentina, gente de Colombia, una joven de Ecuador me cambió algunas fábulas por una botella de Pájaro azul, el licor de Quito o Guayaquil… no recuerdo bien esa noche porque el pajarito azul me pegó peor que el tequila, ja ja ja. Una experiencia que deseo de todo corazón que tengan al menos una vez en la vida todas aquellas personas que se esfuerzan por escribir libros de calidad. Te cambia el horizonte.
11.- A la distancia, ¿cómo juzgas tus libros?
R= Evito releerlos porque siempre encuentro un párrafo que me deja inconforme. Ignoro si en algún momento habrá una segunda edición de cada uno. Probablemente cambiaría algunas cosas, pero luego recuerdo lo que decía Arreola: “¿Qué derecho tiene un autor de cambiar una obra que ya ofreció al público? Ninguno”. Las obras son un reflejo del crecimiento del autor, de su visión de mundo y del contexto donde fueron escritas.
12.- ¿Cómo recomendarías tus libros?
R= Me hace falta acercarme a instituciones culturales que me brinden espacios para tener contacto más cercano con el público. No lo hago porque quizá me acostumbré al rechazo que sufrí en Puebla de parte del gremio cultural. En fin, es algo que debo corregir.
13.- ¿Qué recomendarías a los autores que quieren publicar un libro y no saben cómo?
R= Lean. No sean autores adocenados. Hay muchísimas personas que se creen escritores y que jamás lo serán. Son personas de fórmulas, dicen que su originalidad es propia, pero en realidad esa supuesta originalidad no existe, está fundamentada en la ignorancia. Muchos inventan el agua tibia. Se emocionan por “inventar un tipo de verso”, pero, caray, no han leído suficiente. O dicen que el verso libre es lo mejor y claro que no. Tenemos una tradición enorme en lengua española de versificación. En la actualidad lo más rebelde y antisistema es regresar a la tradición, por paradójico que suene. En fin… si quieren publicar libros, lean. Yo leía bastante. Todavía leo bastante. En la ciudad de Puebla tengo un lugar favorito: las banquitas detrás del Edificio Carolino de la BUAP. Amo ese lugar. Cada vez que visito mi ciudad natal, voy a leer ahí porque de 2008 a 2015 todos los días de lunes a viernes leía alrededor de dos horas y media ahí: cincuenta a setenta páginas por día. Me acompañaba Ronin, mi perrito salchicha. Leía todo lo que caía en mis manos. No tenía tanto dinero para comprar libros nuevos, pero iba a los bazares y compraba a Hesíodo, a Sor Juana, a Milton, Bolaño, Marguerite Duras, Gabriel García Márquez, Raymond Radiguet, Borges, Calderón de la Barca, Selma Lagerloff, Klass Ostergreen, Hamsun, Camus, Sartre, Gioconda Belli... Trataba de leer de todo. Mi orden de lecturas era: un autor o autora mexicana y luego un autor o autora de otra parte del mundo. Mis libros me costaban treinta pesos. Ahorraba hasta el último peso para comprarlos. En esa banquita, durante mis lecturas autónomas, aprendí más de lo que me enseñaron en la universidad. A la gente que quiera publicar le recomiendo que lea, que se prepare, que ame los libros y posteriormente construya su propio discurso.
14.- ¿Tienes otros libros en el tintero?
Bastantes. En Puebla me publicarán un libro de caligramas que están listos desde 2019. Estamos en 2023 y me dicen que tal vez en junio salen… Tengo un libro de ensayos que publicará una editorial de Nuevo León. También tengo mi tesis de la maestría que la ofreceré en otro lado del país. Tengo un libro de cuentos que ofreceré aquí en Nuevo León, otros cuentos que ofreceré en Ciudad de México y una obra de teatro. Tengo otra novela, dos libros de poesía, uno de minificciones. Estoy escribiendo crónica y cuentos como «Tristes ratas solas en una ciudad amarga», pero hablarán de otra ciudad. También hay un poemario que habla del mar. Es un viaje por mar protagonizado por pulpos, delfines, tiburones. Ese lo escribí cuando viví en Los Cabos durante el año de la pandemia. Aprendí mucho: no solamente a nadar en mar abierto, a bucear. También aprendí de la fauna y flora marina. Son bastantes textos pendientes. Creo que no he publicado ni el 20 por ciento de lo que he escrito. Quizá menos del 20. Ojalá en 5 años todo esté editado para decir: “Puedo morir en paz”.
Muchas gracias.