GOMEZ12102020

Hay de “doctores” a doctores
José Ángel Pérez

Monterrey.- En una de las amenas charlas que sostuvimos con mi amigo Manuel Pérez Ramos nos comentaba lo siguiente: En el campo educativo de nuestro país existen doctores sin título pero lo más grave es que abundan los títulos sin doctor.

     Es una costumbre llamar doctor a un profesionista de la medicina, así la gente dice: - Fui a consultar con mi doctor en vez de decir: - fui a consultar con mi médico.

     Lo anterior se expresa como un reconocimiento a alguien que es docto en medicina. Por supuesto que los profesionistas de la medicina, al terminar sus estudios, por lo general cursan diversas especialidades, maestrías y doctorados.

     Una vez obteniendo un título de licenciatura se puede llegar al grado más alto otorgado por alguna universidad o centro de investigación. Es así como existen doctores en el campo de la ciencia, de la ingeniería, de la literatura, del arte, de la educación, entre muchos más.

     Volviendo a la expresión de mí añorado amigo Manuel Pérez Ramos, existen universidades en nuestro país que otorgan títulos de doctor en educación sin los mínimos niveles de exigencia. Aunque, por fortuna, también existen instituciones de gran nivel de excelencia.

     Lolo mas grave, y es un lastre atávico de los latinos que se niega a desaparecer lo constituye la descalificación mutua entre profesionistas del campo educativo de diversas universidades. Se suelen “atacar” entre ellos: Los profesionistas del IPN a los de la UNAM y viceversa. Los del ITAM a los de la UNAM, los de la UNAM a los de la UDEM y los del TEC a todos los anteriores. Y mejor no comento lo que ocurre en la UPN.

     Quien aspira al título de doctor por alguna de las instituciones anteriores, y otras más, se ve envuelto en las pugnas de los intelectuales de cada “pesebre.” Esta es la cultura universitaria mexicana cuyos protagonistas se descalifican mutuamente.

     La situación anterior debe cambiarse, de hecho las nuevas generaciones ya la están cambiando.

     Las generaciones que vamos de salida tenemos la obligación de esforzarnos por heredar mejores condiciones a nuestra juventud e impulsarlos sin ataduras en un mundo pleno de oportunidades y donde la realidad se aborde como decía mi buen amigo: En forma revolucionaria, entendiendo el término revolucionario como una actitud en la que se plante el sujeto ante la realidad y desarrolle su acción para conocerla en su esencia y transformarla, orientando las acciones hacia el bien común.