El Guaymas fue un compañero de lucha que nació en 1952, en Guaymas, Sonora; es cierto que desde joven adquirió una conciencia influenciada por su etapa estudiantil y por el clima sociopolítico de la época, porque hay que recordar que se incorporó desde su etapa preparatoria al Frente Estudiantil Revolucionario, para posteriormente integrarse a la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), convencido de las ideas de inspiración socialista y comunista, que lo comprometieron con la lucha hacia los más desprotegidos.
Conocí al Guaymas en enero de 1976, después de la fuga de la prisión de Oblatos, en Guadalajara, Jalisco, desde donde se reincorporó al trabajo clandestino y revolucionario en la ciudad de México; ahí perdió la pierna y tuvo un brazo invalidado, porque en abril de 1978 fue detenido por elementos de la Brigada Blanca en la capital el país. Por falta de atención médica se le infectó la pierna y tuvo que ser amputada.
Hablar sobre él tomaría más tiempo del disponible, porque su historia es digna de conocer y transmitir, y porque se trata de una historia rica en experiencias, ya que luchó contra la tortura en el Campo Militar Número Uno; no obstante, resistió tras perder su pierna y tener inhabilitado su brazo derecho. El Guaymas siempre tuvo amor a la vida, lo cual, unido a su resistencia, lo hizo sobrevivir a tantas adversidades.
Tras estar en prisión como preso político durante más de cuatro años, en 1982, gracias a la amnistía conseguida por el Comité Eureka, presidido por la señora Rosario Ibarra de Piedra, y concedida por el presidente en turno, José López Portillo, ganó la libertad y siguió en la lucha en distintos frentes, como la insurrección zapatista en 1994.
Se integró a Eureka, porque estaba agradecido y nunca le costó integrarse al trabajo con las doñas, debido a que encontró un espacio adecuado para apoyar moral y políticamente la causa; su acercamiento con Eureka lo reafirmó como luchador incansable de los desaparecidos, llevándolo a reclamarlos hasta el último día de su vida.
Por supuesto, no era su única causa, porque siempre se integró a proyectos como Punto Crítico, que lo llevó a tener una larga amistad con Raúl Álvarez Garín, quien fue un luchador innegable en la lucha política por la democracia en México; además, es necesario rescatar su integración al Comité 68 y su permanente apoyo moral y político a las causas cubanas, así como a las innumerables resistencias en el proceso de lucha.
Después de su rescate, gracias al apoyo del Comité Eureka, el testimonio del Guaymas fue persistente para demostrar la violencia con que el Estado puso en marcha la denominada Guerra Sucia; en el Campo Militar vio a compañeros vivos, como Alicia de los Ríos Merino, y siempre estuvo comprometido en denunciar que dentro de las mazmorras del complejo castrense vio a sus hermanos de lucha. En este sentido, el testimonio del Guaymas es fundamental para conocer que existió la desaparición forzada por parte del Estado mexicano.
Hasta el 10 de junio de 2021, cuando se reunió con el presidente AMLO, reiteró su petición y exigencia de conocer el paradero de sus compañeros desaparecidos, y nunca se dio por vencido, porque siempre tuvo la esperanza de que los culpables respondieran al reclamo de justicia por los desaparecidos.
Tuvo innumerables oficios con tal de resistir, porque fue una persona honorable, que siempre trabajó de acuerdo y guardando sus ideales; nunca hubo quién pudiera tocarlo, porque la corrupción no iba con él.
Yo sé que si Guaymas hubiese tenido una vida más, habría hecho lo mismo y habría sido fraterno con sus compañeros, leal con todos y amoroso hasta entregar su vida.
* Culiacán, Sinaloa, 18 de junio de 2022.
** Fotografía: Rogelio (Foko) Ojeda.