Ese año, en esta ciudad surgió un fuerte movimiento popular por la defensa de los recursos minerales, que provocó la toma del Cerro del Mercado por el pueblo de Durango. Fue una lucha que tuvo resonancia nacional, porque el conflicto fue entre los empresarios y pueblo de Durango, contra los empresarios de Monterrey, del Grupo Fundidora y del Grupo Garza Sada, que estaban saqueando ventajosamente, extrayendo el mineral sin ningún beneficio para el pueblo de Durango. La movilización duró varios meses. Al final de las negociaciones, los más beneficiados fueron los empresarios y políticos de Durango; en cambio, el pueblo sólo recibió promesas nunca cumplidas. La movilización de estudiantes y pueblo trabajador fue ejemplo de unidad y lucha popular, radicalizando sus exigencias de claridad en las negociaciones. El Gobierno del Estado empezó buscar seducir a los líderes más influyentes, sobornándolos con dinero, prometiéndoles trabajo, carrera política y éxito personal. Un día, un lidercillo de este movimiento popular, exclamó lleno de gozo: “¡Hoy es el día más feliz de mi vida; el Gobierno del Estado me regaló un portafolio color vino con pacas de dinero, que suman 25 mil pesos, moneda nacional, moneda nacional; y la promesa de que al terminar mi carrera de abogado, me darán una Notaría Pública”! Y con una enorme sonrisa, nada disimulada, ponía su mano en el hombro de Salvador, diciéndole: “mira, estimado corralito, también a ti te sonríe la fortuna, hay que acercarse al Gobierno, él te puede ayudar en lo que necesites y en lo que quieras”. Salvador era muy chaparrito de estatura y muy popular entre sus amigos, por eso le decían corralito. La respuesta del Salvador fue: “No me andes invitando para semejante traición. Por lo visto saliste más barato que el Judas de las 30 monedas de oro”.
El movimiento estudiantil popular fue disminuyendo por la campaña pagada de desmovilización y en algunos casos por la represión selectiva del Gobierno del Estado. Para esas fechas, Salvador ya era blanco de la persecución política, razón por la cual decidió trasladarse a la ciudad de México, a continuar su carrera de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ahí ocurrieron los primeros contactos de Salvador con grupos que estaban proponiendo empezar a desarrollar la lucha armada en nuestro país. Esta incipiente organización estaba encabezada por algunos ex presos políticos de la gente que estaba organizándose con Víctor Rico Galán, un exiliado político español y periodista de izquierda de la revista Siempre. Con él andaba también el doctor Gilberto Balam y el doctor Raúl Ugalde. Habían logrado conformar un buen número de militantes, que de acuerdo a las tesis políticas y estrategias entonces en boga, que pretendían sintetizar el método y la experiencia de la revolución cubana, se planteaban la formación de un foco guerrillero. Si bien este intento fue abortado por la detención en agosto de 1966 de la mayoría de los miembros del grupo, reflejaba la existencia de una tendencia creciente dentro del movimiento revolucionario hacia la estrategia armada de la Revolución.
A principios de 1967, la mayoría de ellos, al salir de la cárcel, se dedicaron a reorganizar uno de los tres frentes que habían planeado conformar con Víctor Rico Galán: uno de ellos en Veracruz, otro en Nuevo León y el tercero en el estado de Chiapas. El contacto del profesor Mónico Rentería Medina y Rico Galán fue en Azcapotzalco, Estado de México. Guadalupe Medina, prima hermana de Mónico, fue quien realizó el contacto. Después de largas pláticas en que se discutió y analizó con los compañeros sobre su plan de los tres frentes, Mónico les echó abajo la idea del frente guerrillero en el estado de Nuevo León, por su experiencia reciente y las razones que tenía por haber conocido el campo y las montañas de Linares y Montemorelos.
Los responsables del frente en Veracruz eran Salvador Corral, junto con otro compañero, quienes tomaron el siguiente acuerdo: que el profesor Mónico Rentería Medina fuera el primer responsable de la exploración de las montañas de Veracruz, llevando como segundo responsable a Salvador; a partir de finales de 1967, Salvador y Edmundo Medina Flores fueron sus principales acompañantes, con quienes inició el trabajo de exploración. Mónico propuso que uno de los brigadistas, José de Jesús Corral García (hermano de Salvador), saliera a la ciudad de México para organizar núcleos de base en el Instituto Politécnico Nacional, y de trabajadores. El criterio de Mónico era que no podían andar juntos dos hermanos en la misma columna. El trabajo de José de Jesús en la ciudad de México fue rápido y excelente, pero el movimiento estudiantil popular de 1968 en la ciudad de México lo rebasó, se lo llevó todo, nada le dejó. El 68 fue un fenómeno social multitudinario inédito para nuestro país.
Al cumplir 30 días en las zonas montañosas de Veracruz, casi a finales de 1967, explorando rutas y potenciales bases sociales de apoyo, el diagnóstico que elaboró el profesor Mónico no le gustó a Salvador ni a Edmundo; y entonces plantearon retirarse de la zona, para irse a trabajar en otro proyecto similar, pero ahora en la Sierra Norte del estado de Durango.
El profesor Mónico recuerda de esos años, que en todos estos preparativos de organización, Salvador siempre lo acompañó. Se constituyó en un incansable operador político-militar, él hizo todos los contactos con los demás grupos que conocimos en Guerrero, Chihuahua y la ciudad de México. En el caso de Mundo Medina, desde entonces destacó como un buen cuadro militar. Por eso, en la etapa de la guerrilla urbana llegó a encargarse del financiamiento de todo este pesado trabajo en la clandestinidad.
Después de Veracruz, continuaron el proyecto de establecer un foco guerrillero en las montañas de Durango, y seleccionaron como fecha para subir a la sierra el 26 de julio de 1968, como una muestra de solidaridad con la revolución cubana. Este nuevo intento terminó en rotundo fracaso en septiembre del 68. Abandonaron, ahora sí definitivamente, la sierra duranguense y bastante desmoralizados.
Desde 1969 hasta marzo de 1973, se dedicaron a recuperar recursos económicos vía expropiaciones y construir relaciones con grupos revolucionarios y de la lucha social, bajo la dirección de Salvador y Mundo Medina. Nuestros comandos de lucha urbana se desarrollaron en Monterrey, Nuevo León y Tamaulipas.
El trabajo político se distribuyó de la siguiente manera: en Nuevo Laredo, Tampico, Ciudad Mante, Ciudad Victoria y Torreón, bajo la dirección de Edmundo Medina; Chihuahua, Ciudad Juárez, Hermosillo y Navojoa, bajo la dirección de Salvador Corral; Culiacán, Guamúchil, Los Mochis, El Fuerte y Choix, bajo la responsabilidad de Elías Orozco y Juan Aguado Franco.
Sobre las cualidades, valores morales y éticos, referente a Salvador Corral García, Mundo Medina tuvo la oportunidad de convivir con Salvador y conocerlo bastante; y lo describió así en sus peores momentos de la montaña. Una ocasión, al resbalarse y caer de una roca muy alta con todo y mochila, Salvador se lastimó la espalda en la zona de las vértebras cervicales. Pero no se desanimó, aunque anduviera muy adolorido y llagado. Traía también mucho cansancio y dificultad para caminar, pues tenía pies planos. A veces Edmundo y otros compañeros querían ayudarlo, pero Salvador los rechazaba enojado, exigiéndoles que lo dejaran solo, ya que según él podría levantarse y seguir sin ayuda. Parecía que se ponía a prueba a sí mismo. También tenía fama de poseer un alto grado de resistencia al dolor.
Otra faceta del perfil humano de Salvador: cuando le tocaba visitar Ciudad Juárez, Chihuahua por su trabajo político, sus padres y hermanos, que se habían mudado a esta ciudad buscando un nuevo horizonte y trabajo, cuando se encontraban por casualidad con algunos de sus familiares, se corría la voz que habían visto a Salvador; entonces se veía obligado visitar a sus padres. Su visita les causaba mucha alegría, en especial a su madre. Ella le proponía que continuara sus estudios de Medicina, que ellos lo ayudaban o que ya se quedara con la familia. Su madre, doña Concepción, era muy insistente diciéndole: “háganos caso, mi hijito, o díganos que no nos quiere por pobres”. Salvador la abrazaba: “no digas eso, madre, los quiero más de lo que se imaginan”. Pero ella insistía: “no me quiere, no me quiere, por eso no me hace caso”, decía insistente y triste. Entonces Salvador la abrazaba de los hombros más fuerte, más fuerte y la apretaba con la cara en sus mejillas: “lo que pasa, madre, es que ustedes y en las escuelas, mis profesores me enseñaron a amar más allá del marco familiar; lo que ando haciendo es por amor a nuestra gente más desvalida de nuestro país, que sufre mucha injusticia y pobreza”. Su madre le replicaba: “desde aquí con nosotros, ya como doctor, puedes ayudar a mucha gente” (como último intento de negociar). Él le respondía: “eso está muy bien, le prometo que lo voy a pensar seriamente”. Así se despedía de su mamá, con una sonrisa.
Se inició la guerrilla urbana aún sin nombre, bajo la dirección de Salvador Corral García. Valiente, audaz y perseverante Salvador, junto con Mundo Medina, fueron sumamente activos en el traslado de armas y medicinas. La construcción de relaciones solidarias y de apoyo a los grupos guerrilleros hermanos, la realizaban con mucha eficacia.
En palabras de Elías Orozco, el apodo de los “Macías” nació el 30 de marzo de 1973, cuando Salvador (en representación de nuestro grupo aún sin nombre) y Gabriel Domínguez Rodríguez (en representación de lo que quedaba de los Lacandones), se reunieron en Guadalajara con Ignacio Salas Obregón y otros dirigentes nacionales de la recién fundada Liga Comunista 23 de Septiembre, y ahí acordaron también incorporarse a la organización. Cuando se les pidió que mencionaran el nombre del grupo, interviniendo un compañero de Guadalajara, del FER; riendo les dijo: ni pregunten, estos son hijos del Ratón Macías. Según él, uno de nuestros dirigentes, Edmundo Medina Flores (alias Arturo) se parecía al famoso boxeador.
El 16 de enero de 1974 se llevó a cabo una Jornada de Agitación y Combate en la ciudad y el Valle de Culiacán. La movilización estaba planeada que duraría de seis de la mañana a las seis de la tarde. A esas horas se iniciaría el repliegue. Fue una acción dirigida por la Liga Comunista 23 de Septiembre y sus diferentes cuadros. El responsable de coordinar todas las acciones como representante de la Coordinadora Nacional era Salvador Corral.
En enero 28 de 1974, Salvador Corral García y José Ignacio Olivares Torres, los dos miembros del Buró Político, cuando viajaban de regreso de la ciudad de México en automóvil, son detenidos en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa. Fueron entregados por la policía estatal a los agentes de la siniestra policía anticonstitucional de la Dirección Federal de Seguridad. Fueron sometidos a la más cruel y bárbara de las torturas. Después de sus confesiones, fueron ejecutados extrajudicialmente y luego abandonados sus cadáveres en la ciudad de Monterrey; el de Salvador, frente al domicilio de Eugenio Garza Sada; y en Guadalajara, el de Ignacio Olivares, frente al domicilio de la familia Aranguren. Llevaban las marcas de la crueldad más inaudita; y enmedio de este ritual diabólico, las fracturas de huesos de las piernas, costillas y quemaduras en el pecho, con bayonetas ardientes para correr y de fractura de cráneo.
Es inimaginable la soledad y la enorme indefensión de los hermanos de sangre y de lucha Corral García, que después de sus detenciones finalmente fueron ejecutados con un balazo en la sien. El 28 de enero de 1974, es detenido Salvador en Villa Unión, llegando a Mazatlán junto con Ignacio Olivares Torres. El 8 de marzo de 1976 es detenido por la policía de Puebla José de Jesús y luego desaparecido. En junio de 1977, cae Luis Miguel en la ciudad de México en enfrentamiento con la policía. Cuatro destacados combatientes revolucionarios pasaron a la larga lista de los mártires que se rebelaron para terminar tanta injusticia imperante en el país.
* Culiacán, Sinaloa, 18 de junio de 2022.
** Fotografía: Rogelio (Foko) Ojeda.