GOMEZ12102020

III PROCESO DE REFLEXIÓN RAÚL RAMOS ZAVALA
Honor a nuestros combatientes caídos
Víctor Joel Armenta Osuna

Culiacán.- Conocí a Froylán Rendón Estrada en 1971, en el transcurso del movimiento estudiantil contra la imposición del rector de la UAS, Gonzalo Armienta Calderón. Iniciaba el otoño, yo entré a la Preparatoria Nocturna y él estaba en la Prepa Central Diurna. En octubre la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa declaró la huelga en todas las escuelas universitarias, y en noviembre y diciembre nos tocó participar en aquellas jornadas de defensa de la Universidad, en la azotea del edificio central, vigilando al calor de las fogatas que no fuera a irrumpir la policía en el claustro universitario, en la calles, repartiendo volantes contra la imposición y por el respeto a la decisión de la comunidad estudiantil, en la batalla contra los porros.

Queríamos una universidad distinta, una universidad del pueblo, pero en esa lucha, frente a la represión, el movimiento fue radicalizándose. Al calor de lucha estudiantil estallaron las tomas de tierra, las luchas obreras, y todo el 72 Sinaloa vivió una etapa de agitación y combate, porque las autoridades, los terratenientes, los patrones, tenían una actitud de cerrazón política frente a las demandas de las clases populares. Froylán se fue a Mazatlán para estudiar en la Escuela de Ciencias del Mar, una vez terminado el movimiento estudiantil y ganada la demanda de deponer al rector. Yo me quedé en Culiacán.

Para 1973, el movimiento de los “enfermos”, los más radicales del movimiento estudiantil del 71-72, se había transformado en la Liga Comunista 23 de Septiembre. Yo me integré inmediatamente, de manera natural, porque era activista y miembro de la Casa de Estudiantes “Rafael Buelna Tenorio”, cuna de la llamada “enfermedad”, del “virus rojo de la revolución”. Froylán se integró en Mazatlán. Los dos teníamos la misma edad, y compartíamos el mismo sueño de cambiar la situación de miseria del pueblo, que conocíamos tan bien.

Fuimos parte de esa generación que soñaba con forjar un nuevo régimen político y económico en el país, y que tomó las armas por sus convicciones, en el marco de una fuerte cerrazón del régimen que reprimía toda protesta. Froy fue para mí un amigo, y yo lo fui para él; me enseñó a jugar ajedrez, me dio lecciones de serenidad y de política. Le decíamos “Cuba”, por el color moreno de su piel, por su pelo rizado; y “Cubanito”, por su cara de niño y la eterna sonrisa que casi siempre traía en el rostro. Cayó preso en Mazatlán, en una de las acciones de aquellas jornadas de “agitación y combate” que ordenaba la Liga para el fogueo de sus militantes y el acoso de las fuerzas policiaco-militares del Estado priista, autoritario y represivo que dominaba al país. Estuvo preso un año y fue liberado al considerar que no era un peligro para el Estado. Pero el Cuba había adoptado con firmeza su compromiso revolucionario, y más tardó en salir de la celda que en incorporarse de nuevo.

La organización estaba débil, se había escindido, un tercio de sus fuerzas en el estado estaban en la cárcel, y él sentía la urgencia de reincorporarse al movimiento que había abrazado como su causa. Tenía unos meses de haberse integrado de nuevo cuando las fuerzas represivas de la Brigada Blanca lo ubicaron en la ciudad de Culiacán, intentando la reorganización de la estructura urbana de la guerrilla. Dieron la cara y contestaron el fuego enemigo, pero la fuerza que lo cercaba era superior. Al intentar romper el cerco, fue abatido con más de 50 balas, junto con Enrique Pérez Mora. Así cayeron, heroicos hasta el final, los dos combatientes por la libertad del pueblo mexicano. Su memoria fue encarnizada en la nota roja, se les trató de criminales y bandidos de la peor ralea.

Quienes convivimos con ellos de cerca, los que compartimos sus ideales y su lucha sabemos la verdad: es hora de devolverles la dignidad y su estatura de luchadores sociales, capaces de firmar con su sangre su compromiso: murieron por sus ideales.

Froylán Rendón Estrada, hoy nos hace una falta inmensa en las nuevas luchas por la patria, por la libertad, por la democracia, por la justicia social. Nos hace falta Enrique Pérez Mora, nos hacen falta tantos otros que cayeron en el camino, nos hacen falta los desaparecidos en esa guerra sucia, ilegal e inmoral que desató el Estado contra nosotros.

Nos hace falta Eleazar Salinas, que alcanzó a estar con nosotros en las nuevas batallas por la democracia y la justicia, aquel guerrillero audaz que pasó de la guerrilla a la lucha sindical en la Fundidora de Monterrey, aguerrido e incansable luchador social, amigo y maestro que nos enseñó a luchar en la clandestinidad, a escribir con un estilo comprensible para el pueblo, que nos dio muestra de su inquebrantable compromiso y entusiasmo, a pesar de que la vida se le escapaba cada día por el cáncer que llevaba en las venas. Los dos últimos años de su vida los dedicó a escribir un libro, para el cual anduvo recolectando datos y haciendo entrevistas por todo el país. Ese libro se le entregó a nuestro amigo Rigoberto Rodríguez Benítez para editarlo, pero al paso del tiempo no ha visto la luz. Con Elmer Rodríguez hicimos un plan para rescatarlo, en honor a nuestro camarada Eleazar, pero la muerte temprana de Elmer frustró el intento. Espero que la vida nos alcance para que todos podamos leerlo. Salinas Olea falleció el 9 de enero de 2015 en la ciudad de Los Ángeles, California, víctima de un cáncer que no pudo quitarle su convicción de seguir luchando por sus ideales hasta el último minuto de su existencia, y sus restos descansan para siempre en el panteón de su pueblo natal, Culiacancito, y una parte de sus cenizas se esparció en el edificio central de la UAS, la universidad que tanto quería y por la que entregó varios años de lucha en la Federación de Estudiantes.

Nos hace falta también el Güero Gil, José Luis Rendón Pacheco, Mario Castro (El Jorobado), Daniel de la Paz Salcido (El pequeño Solín), Castillo. Nos hacen falta tantos que nos acompañaron en esa lucha y dejaron su nombre escrito con su sangre y su firmeza, ante el paredón ilegal e inmoral de la guerra sucia, donde fueron ejecutados; nos hacen falta los desaparecidos, El “Loco” Escalante, Barrón Caldera, Cristina Rocha, Juan de Dios Herrera, “El Kalimán” Oscar Gaxiola, nos hacen falta tantos otros a los que hay que devolver ahora y para siempre su estatura de luchadores sociales, de combatientes por la libertad, la justicia y la democracia que nos han negado desde hace un siglo y nos siguen negando.

Nos hacen falta, sin duda, en esta nueva etapa del país, con las libertades que hemos conseguido, con la poca democracia que hemos conquistado, ellos son los recuerdos que no cesan, sus nombres están estampados para siempre en las banderas de lucha, y ellos mismos son banderas porque no se les ha hecho justicia. Porque fueron carne y sangre viva de este movimiento de hombres y mujeres que caminan, como un río infatigable, con la esperanza renovada de un país más justo y libre.

Hoy, por nuestros compañeros caídos, levantamos un monumento en nuestros corazones, una palabra viva para honrarlos, y el compromiso de seguir en ese camino que escogimos, hace 50 años, por la libertad de nuestro pueblo, por la justicia, por la democracia, por el progreso.

¡Vivan nuestros compañeros caídos!

¡Vivan nuestros compañeros desaparecidos!

Porque vivos se los llevaron, ¡vivos los queremos!

* Culiacán, Sinaloa, 18 de junio de 2022.
** Fotografía: Rogelio (Foko) Ojeda.