sistema de confianza mutua
que jamás se haya inventado.
Yuval Noah Harari
Monterrey.- Es evidente que en el funcionamiento de toda economía se requiere una cantidad de dinero suficiente, que facilite el intercambio de bienes de manera equilibrada, como lo explica la teoría monetaria más elemental. Sin embargo, siempre ha existido la tendencia a exceder –desmesuradamente– el monto de monedas y billetes por encima de lo requerido, ante las contracciones del sistema de producción de satisfactores ocasionadas exógenamente.
El resultado, en todo tiempo y espacio, será un crecimiento generalizado de precios con efecto neto negativo para la economía en su conjunto, es decir, se entra en un proceso inflacionario, donde pierden poder aquisitivo, de forma desproporcional, quienes tienen ingresos fijos en dinero; pierden también los ahorradores –colectivamente–, quienes ven deteriorado su patrimonio monetario, el cual terminan aplicándolo irracionalmente; además, las instituciones financieras y los prestamistas, cobran al parejo desmedidos intereses.
A los asalariados y pensionados les ajustan sus prcepciones –regularmente– al índice del año anterior, y no con base a una negociación que garantice por lo menos preservar el ingreso personal en términos reales actuales y futuros. El sistema bancario prefiere otorgar créditos a corto plazo, y los inversionistas restringen sus proyectos a largo plazo, dos elementos que agudizan la crisis económica al perpetuar las causas de la inflación.
El fenómeno de la inflación se ha extendido a nivel mundial, debido a la pandemia que asotó a la humanidad recientemente. Al igual de la forma de enfrentar el Covid-19, el caso de la inflación requiere un tratamiento apegado a las circunstancias de cada país, y no a adopción de medidas estandarizadas en países más adelantados.
Sin duda, el dinero es el medio de pago más confiable alrededor del mundo, tal vez por eso se creyó que había una sola forma de resolver el problema de la inflación. Pero el pensamiento económico ha evolucionado, hasta integrar una arena de debate donde se manifiestan distintas miradas sobre el tema, según las circunstancias de cada país.
Los principios aportados por la escuela estructuralista (la cual merece tratarse aparte), encabezada por Raúl Prebisch, deben ser la referencia obligada para explicar cómo el monetarismo, como receta única, no es el camino de salida ante una crisis inflacionaria para todos los países, sin tomar en cuenta su situación respecto al nivel de desarrollo económico.
Para el caso de la inflación mexicana, necesita de inmediato, entre los aspectos estructurales, revisar la operación del sistema bancario en cuanto a la forma de canalizar los créditos y su impacto en el proceso productivo y de consumo. Los altos márgenes de intermediación financiera, que se reflejan en descomunales ganancias para el sector, influyen para reducir nuestra competitividad en el exterior y limitar el potencial productivo interno. También contribuyen a la generación de altos índices de concentración del ingreso y la riqueza, otro aspecto estructural que deteriora al crecimiento económico como factor desfavorable en la lucha contra la inflación.