Monterrey.- Quienes descerrajaron el aplauso más franco y estruendoso con el desplegado de los 650 intelectuales (menos sus bajas) fueron los cinco ex presidentes rumbo a un posible juicio por los daños que cometieron contra la nación, contra la economía de las familias de menores ingresos y en favor de los más ricos y de sí mismos, contra el erario, los derechos humanos, los recursos naturales y el medio ambiente.
Como en el anterior desplegado que firmaron los caudillos de ese grupo y otros pocos, en el más reciente defienden lo que no existe (aquello que llaman “prensa independiente”) y lo que ya hay: respeto a la libertad de expresión de la cual gozan su propio desplegado y el denso coprovulario contra el titular del Ejecutivo: abren puertas abiertas dando la voz de alarma: Anibal ad portas, y en términos de guardianes de tal “prensa independiente”.
Hablemos de esa prensa independiente: la más visible fue hija del neoliberalismo –el capitalismo más desenfrenado, agresivo y corrupto–, que los cinco ex presidentes mimaron a la par que empleaban su ariete contra los medios que se mostraban críticos. Eso lo supo muy bien Fernando Gutiérrez Barrios y lo sabe igualmente Otto Granados Roldán en torno a casos como el de El Porvenir (hasta entonces el diario más prestigiado de Monterrey y el noreste mexicano), que desde su intervención siniestra se vino abajo. Prensa independiente en la neolengua de los 650 (menos sus bajas): conjunto de instrumentos de la oligarquía empresarial operado por la suboligarquía mediática y convertido en cuerpo informativo y de opinión por intelectuales inteligentes, que no alcanzaron el arduo nivel de la conciencia.
Es esa prensa la que le dio cobertura a los efectos de tal capitalismo: empobrecimiento de la mayoría trabajadora, desarticulación y entrega a los empresarios de sus conquistas sindicales, precariedad del empleo vía maquiladoras, outsourcing, contratos de protección al patrón, reducción real de salarios, privatizaciones de activos estratégicos, delincuencia burocrática, destrozo de los derechos humanos y depredación del medio ambiente. Una herencia que recibió el gobierno de Morena y a la cual apenas le ha tocado algunos de sus pelos.
Bien como violinista de restaurante, bien como alano o como golpeador, bien como tercia de simios que no ven, que no oyen, que callaron las causas de la ruina que los anteriores gobiernos nos dejaron, esa prensa fue y es cómplice de las peores prácticas entre funcionarios y empresarios. Hay que decirlo, sus abogados hallarán receptores diversos en una sociedad despolitizada y aliados de todos tamaños dentro y fuera del país.
Ese grupo de intelectuales inteligentes es menor si se toma en cuenta su matriz: un puñado de caudillos a quienes sigue un más amplio círculo de intelectuales inteligentes que han decidido dilapidar su obra en una causa engañosa, y, finalmente, otro grupo de mayor extensión conformado por adjuntos y arrimados con un desarrollado olfato oportunista.
Hablando en plata, digamos que la conformación de los 650 (menos sus bajas) no es privativa de este grupo. Así suele ocurrir cuando los intelectuales nos lanzamos a la política. Y en el intento de sumar, las posibilidades de seleccionar términos y compañeros se tornan muy delgadas o nulas. La ola que se levanta no deja de traer basofia, palabra que le pido prestada a Engels. Es inevitable.
Pero ya estamos en la arena. Y, como no ocurría hace tiempo, en la arena ideológica de la lucha de clases, anatema de la oligarquía y sus cajas de resonancia si es en respuesta a sus agresiones; triunfo de la razón si logran imponer sus términos y condiciones.
Así como la oligarquía le ha pedido a uno de los caudillos de los 650 (menos sus bajas), que los asesore para que las bases sociales hagan suya su causa, así quienes estamos en la línea de identidad de estas bases tenemos que esforzarnos por hacer llegar al mayor número y con la máxima coherencia posible, aunque no tengamos las facilidades de difusión, que sí tienen esos caudillos y sus seguidores, las ideas vinculadas a la liberación social –no sólo a la libertad regulada de la burguesía– y al cambio del sistema capitalista por otro identificado con la mayoría trabajadora y menos destructivo.
No hay que dejar que unas cuantas frases o vocablos como “libertad de expresión”, “democracia”, “pluralidad”, “diálogo”, que las conocimos de sobra en boca de políticos demagogos –mientras se ejercitaban en la represión– enmascaren realidades opuestas o sean artificialmente enarboladas.
En el vivac del Zócalo, acaso Gilberto Lozano pudo haber marcado falta a los intelectuales inteligentes. Si así fue debiera quitárselas. Espiritualmente –aunque ellos quieran deslindarse– puede contabilizarlos entre sus aliados, igual que lo hacen los cinco ex presidentes.
Otro préstamo, ahora de Lichtenberg: “Una regla de oro: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones, sino por aquello en lo que sus opiniones los convierten”.