Coro2310

INTERÉS PÚBLICO
Agendar, definir, resolver
Víctor Reynoso

Puebla.- “La ficción tiene que ser verosímil, la realidad no”. La frase aplica a varios de los feminicidios recientes. Si la forma en que murieron Ingrid y Fátima fuera parte de una novela o una película, seguramente serían rechazadas por inverosímiles. No es posible tanta brutalidad, pensaría el lector o el espectador.

     Pero sí fue posible. Sin tocar los detalles, debemos hablar de la violencia de género: hacerla visible, ponerla en la agenda de los gobiernos y la sociedad.

     La agenda es “la lista de lo que hay que hacer”. Es la primera fase de las políticas públicas. Si se quiere resolver un problema público, lo primero es ponerlo en la agenda. Es este quizá el principal sentido de la marcha del 9 de marzo.

     La violencia de género tiene muchas formas, además de los feminicidios: discriminación laboral, piropos, tocamientos en el transporte público, y otras muchas. Deben hacerse visibles como violencia intolerable. En algunos casos el simple hecho de nombrarlas puede ser ya una solución. En otros casos se requiere de la aplicación de la ley, y quizá de nuevas leyes.

     Después de agendar un problema hay que definirlo. Definir, en políticas públicas, es establecer las causas. Y la violencia de género tiene causas muy diversas. Pero todas quizá tengan que ver con dos cuestiones: impunidad y educación deficiente.

     “Crimen que no se castiga, se repite”. La aplicación estricta de la ley evitaría mucha de esta violencia. La impunidad es un problema serio en México, y no solo en los feminicidios. Tenemos leyes que no se aplican. Un Estado fallido.

     Sobre la educación ayudarían mucho dos temas que han surgido con fuerza en el siglo XXI: la educación socioemocional y la felicidad o bienestar subjetivo como fin de las sociedades humanas.

     Quien ejerce la violencia en general, pero en particular hacia quien más importante para él, como su pareja, tiene un trastorno emocional serio. Lo más probable es que no tenga ni idea de cómo ser consciente de sus propias emociones y cómo manejarlas.

     Quien agrede a otras personas no sólo produce infelicidad, expresa la suya propia y la profundiza.
Alguien emocionalmente sano y feliz no agrede a los demás. Y son cosas que se pueden educar, aunque algunos todavía no lo saben.

     Se habla de “dar valores”. Pero inculcar normas de conducta como un deber ser puede ser escribir en la arena del mar. Distinto si se educa a las personas a partir de dos preguntas: si quieren ser felices, y en qué consiste la felicidad.

     Es probable, se ha visto ya, que esas dos preguntas lleven a las personas a encontrar normas de conducta sanas, que generen bienestar en ellas mismas y en quienes los rodean. Si el cultivo de esas dos cuestiones se añade al cultivo del conocimiento de las propias emociones, muchos problemas serán resueltos.