Puebla.- Giovanni Sartori se preguntó alguna vez si las elecciones eran indispensables para la democracia. Respuesta obvia: sí, son indispensables. Preguntaba después si son buenas para la democracia. No, no son buenas, respondió.
Estamos viviendo esa paradoja. ¿Por qué las elecciones no son buenas para la democracia? Hay varias razones. Porque son un incentivo para la demagogia, para prometer cosas que no se van a poder cumplir.
Porque se simplifican y trivializan problemas que son complejos.
Porque se polariza a la sociedad y se generan divisiones y enfrentamientos en ella.
También porque los políticos en campaña tienden a mover la parte más emotiva, a veces con muy poca racionalidad, de sus bases electorales.
Lo estamos viendo en el caso de Donald Trump. Él lo señaló en su campaña anterior: cuando la intensidad del proceso bajaba, tocaba el tema del muro. El muro que según él ya está pagando México. No es casual que al verse abajo en las encuestas vuelva a tocar el tema.
Y lo mismo sucede en México. La crítica a la corrupción ha sido para López Obrador lo que el muro a Trump. No es casual que en las últimas semanas su principal tema haya sido la propuesta de una consulta para ver si se juzga a los expresidentes.
Más allá de lo inusitado de someter a consulta popular si se aplica o no la ley, parece haber aquí una nociva preferencia: mantenerse en campaña política en lugar de gobernar. Ver con ojos críticos lo que hicieron otros en el pasado, no con perspectiva creativa lo que debe hacerse ahora.
Resolver problemas públicos es una labor complicada. Publicitarlos, no. Gobernar bien es mucho más complejo que realizar una campaña electoral exitosa.
La política democrática es mucho más que el acceso al poder, implica ejercerlo de manera eficaz para resolver los problemas de la sociedad. En Estados Unidos y en México vemos a dos políticos cayendo en la tentación de concentrarse en lo que hacen bien, campañas electorales, descuidando lo que se les ha complicado: gobernar para generar bienes públicos.
Hay que recordar una vieja frase: en las campañas los políticos deben verse y escucharse. En el gobierno deben sentirse, en un sentido preciso: porque resuelven problemas públicos.