Puebla.- Se suele considerar que las diferencias relevantes entre partidos políticos se resumen en las palabras derecha e izquierda. Se cree que esos términos resumen lo esencial de la política. Pero, las dificultades que enfrenta el partido Morena para renovar a su dirigencia ¿son propias de la izquierda o de la derecha? ¿O son irrelevantes, de manera que ni siquiera vale la pena considerarlas?
La distinción izquierda derecha viene de la Revolución Francesa. Dos mil años antes se planteó otra: gobierno de personas o gobierno de leyes. Podemos hoy considerar a “leyes” como instituciones: normas que estructuran la acción humana.
Lo que está fallando en Morena es su propia institucionalidad. No tienen normas adecuadas, o no tienen a las personas adecuadas para cumplirlas. Se explica por el origen del partido: si tenían líder y tenían pueblo, ¿para qué preocuparse por la institucionalidad partidaria?
Pero las instituciones son esenciales en la política contemporánea. La democracia es finalmente un entramado de instituciones que llevan a los políticos a actuar en beneficio del interés público, dejando de lado una tentación permanente: sus intereses particulares.
Morena, igual que el PRD en sus primeras décadas, se basó en una legitimidad carismática.
El PRD se fundó en torno a la figura de Cuauhtémoc Cárdenas.
Después del 2000 se dio una “sustitución del carisma” y Cárdenas fue desplazado por López Obrador. El liderazgo de este último en la sociedad se mantuvo, pero fue perdiendo el control del partido. Al dejarlo, el PRD quedó casi totalmente hueco.
Que un partido se centre en una persona es en sí un dato importante. Pero las cosas van más allá: se trata de una mentalidad que abarca toda la política. La subordinación de la Suprema Corte y la concentración de los recursos de los fideicomisos en el ejecutivo, para mencionar solo los casos recientes, muestran que lo que importa a esta mentalidad política es concentrar el poder en el líder.
Si hay líder y hay pueblo, pues al diablo con las instituciones. Pero esto tiene sus inconvenientes. Los está viviendo el partido en el poder. Cuando el líder lo deja, no se pueden resolver ni los problemas más básicos, como la sustitución del presidente nacional.