Puebla.- ¿Qué estuvo en juego en la elección presidencial de Estados Unidos? Aparentemente, la disputa entre la frivolidad y la patanería, por un lado, y la razonabilidad por el otro. Trump contra Biden.
De un lado una persona arrogante, racista, nacionalista en extremo, que desprecia a la ciencia y al sentido común. Del otro, un anciano sensato, forjado por la vida, con experiencias personales difíciles, y una larga carrera en la política.
Una disputa nueva, en Estados Unidos y casi en cualquier país democrático. No había habido ahí un presidente ni un candidato como Trump, acusado de evadir impuestos, de acosar mujeres, de dirigirse con virulencia a los ciudadanos de su vecino del sur, los mexicanos. De mentir sistemáticamente, al grado que los medios de comunicación han tenido que vetar sus mensajes. Un perfil inverosímil para gobernar al país más importante del mundo.
Su adversario fue un político experimentado, pero con un carisma de baja intensidad. Joe Biden movió pocas emociones. Si acaso aquellas que implicaban poner un alto a la irracionalidad de Trump.
Recuerdo una frase que circuló en los años ochenta, cuando Ronald Reagan era presidente de Estados Unidos. Decía un ciudadano norteamericano: “el sistema político de mi país está tan bien diseñado, que podemos tener como presidente a un actor de tercera, y seguir funcionando”.
En parte tiene razón. Trump no destruyó a su país. En buena medida porque enfrentó un sistema de balances y contrapesos, propio de toda democracia, que lo limitó.
Pero sí hubo daños. Niños migrantes separados de sus padres, quizá definitivamente. El mayor número de muertes en todo el mundo, que no serían tantas si se hubiera tenido una política adecuada. La parte negativa del gobierno de Trump produjo daños en algunos de los aspectos más sensibles de la vida humana: la orfandad y la muerte.
Lo que estuvo en juego en esa elección, como bien lo ha dicho José Woldenberg, fue la decencia civilizatoria que se ha venido construyendo durante siglos y en distintos países. No fue ideología, sino valores como el rechazo a la discriminación racial y de género, el respeto por los conocimientos derivados de la ciencia, o por la verdad a secas, a los datos más claros y evidentes.
Bien se dice que no es algo exclusivo de Estados Unidos, sino de algo que recorre al mundo, el populismo. Habrá que ver.