Puebla.- No es fácil ver juntos los nombres de Héctor Aguilar Camín y Gabriel Zaid, como los vimos la semana pasada en el documento “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, firmado además por otros 28 destacados autores mexicanos. Pero no es la primera vez que lo hacen. En 1986, después de unas polémicas elecciones en el estado de Chihuahua, los dos escritores mencionados, junto con otros 18, cuestionaron ese proceso electoral y proponían anularlo.
El entonces secretario de gobernación, Manuel Bartlett, convocó a algunos de ellos a un diálogo. Ellos le solicitaron información oficial para fundamentar sus cuestionamientos o eliminarlos.
El resultado se publicó en la revista Nexos de marzo de 1987. La lectura del texto no deja duda: la elección de Chihuahua en 1986 fue un fraude claro y burdo. La cínica manipulación del padrón electoral y el manejo de la legislación respectiva son claros al respecto.
El sexenio de Miguel de la Madrid fue pleno en fraudes electorales. Muchas elecciones, desde Juchitán hasta Mexicali, dieron lugar a la violencia. El régimen y sus simpatizantes llegaron a hablar de “fraude patriótico”: permitir elecciones libres era favorecer intereses antinacionales.
El régimen tomó nota de los riesgos electorales, por lo que el entonces secretario de gobernación, que tenía a su cargo la Comisión Federal Electoral, trató de organizar la defensa del sistema hacia la elección de 1988. Las maniobras para controlar las elecciones de ese año son conocidas.
No es cierto entonces que los firmantes de la carta publicada la semana pasada hayan cerrado los ojos frente a los fraudes electorales. Los denunciaron, en momentos en los que no era fácil hacerlo.
Para utilizar una expresión actual, en el sistema vigente en México en los ochenta el presidente de la república vigilaba las elecciones. Un funcionario suyo era el encargado de organizarlas: el secretario de gobernación.
Lo que lleva a una pregunta reiterada: qué tanto algunos integrantes del gobierno federal actual quieren volver a aquellas épocas. A elecciones controladas, donde todo lo importante lo gane siempre el mismo. Donde no haya balances ni contrapesos formales.