Coro2310

INTERÉS PÚBLICO
Se pasó
Víctor Reynoso

Puebla.- «Así como la prensa se regula con la prensa, el mercado se regula con el mercado… Nada de intervencionismos»”. A veces, nuestros políticos muestran poco o nulo respeto por el lenguaje. Estas frases del presidente de la república son un buen ejemplo.

     Ha puesto en el centro de sus enemigos al neoliberalismo. Considera que con su triunfo en la elección presidencial de 2018 puso fin a “la época neoliberal”, iniciada en 1982.

     Ya Carlos Urzúa demostró que las políticas económicas del actual gobierno siguen puntualmente las políticas neoliberales. Destaca “la joya de la corona” de esas políticas en México, el tratado de libre comercio de América del Norte, apoyado y festejado por López Obrador como pocas cosas.

     Pero no habrá ningún neoliberal serio que pueda afirmar eso de que el mercado se regula con el mercado. Cualquier economista, o cualquier persona informada, sabe que el mercado, lejos de regularse, produce monopolios. Prácticamente todos los países con economías de mercado cuentan con instituciones estatales para combatirlos. En México se creó, y sigue funcionando, la Comisión Federal de Competencia Económica, que tiene como objetivo principal evitar las prácticas monopólicas. Es decir, regular el mercado.

     Lo que se refiere a la prensa es todavía más extraño. La frase surgió en una mañanera, en una circunstancia que algunos consideran fue un montaje, precisamente para que la frase saliera. Una periodista acusó a una persona sentada a su lado de haberle deseado que le dieran un balazo, para que perdiera un ojo.

     La periodista lo acusó, durante la mañanera, con el presidente. No sé si la verbalización de ese deseo constituya un delito. Habrá que ver la ley. Si lo es, corresponde al Estado mexicano aplicarla. El presidente de la República se compromete a eso, a cumplir y hacer cumplir la ley. No a invitaciones al amor al prójimo.

     Pero fue esto último lo que hizo. Invito a los implicados a entenderse y superar su problema.

     Más allá de la anécdota o montaje, el ejercicio de la prensa puede dar lugar a delitos, como las calumnias. Las acciones del poder contra la prensa también, o a violaciones a los derechos humanos, como la que han sufrido diversos medios en Puebla (destacadmente e-consulta), durante el morenovallismo y ahora en el barbosismo. Y la obligación del Estado es aplicar la legislación vigente. No esperar que los particulares se regulen entre ellos.

     Pretender esto último, que la prensa se regule con la prensa (o el mercado con el mercado) no es neoliberalismo, sino lo que le sigue. Mucho más allá. Recuerda posiciones extremas, fuera de la realidad, como las de la rusa norteamericana Ayn Rand.

     Poco respeto por el lenguaje mostró también el subsecretario Hugo López-Gatell, cuanto le preguntaron si el presidente de la república debería seguir las mismas medidas recomendadas a los demás ciudadanos. Como que se hizo bolas. No quedó muy claro qué quiso decir. En su desagravio, hay que reconocer que le cayó una responsabilidad compleja, difícil, sin antecedentes.

     En cierto sentido, somos nuestro lenguaje. En ciertos niveles, la política es lenguaje (en otros no: más que verse u oírse, el político debe sentirse). Conviene cuidarlo.