Puebla.- No son frecuentes las buenas plumas que defiendan al presidente. Una excepción está en el texto de Sabina Berman, publicado el pasado domingo 5 de diciembre.
¿Por qué el 68% de los mexicanos aprueban López Obrador, se pregunta Berman? Responde que el 50% de ellos son pobres, y reciben “cada mes alrededor de 6 mil pesos”.
Berman es elocuente en lo que significan para una familia en pobreza esos 6 mil pesos mensuales: una mejora notable en su calidad de vida. No es posible estar en desacuerdo.
El 18% restante que apoya al presidente, nos dice la autora, son personas de clase media como ella que están de acuerdo en esa política, y considera que ese es “el modelo de la izquierda”.
Es fácil coincidir con la autora en su sensibilidad hacia la pobreza, pero hay algunos problemas en su defensa del modelo.
Regalar ese dinero no significa acabar con la pobreza: significa mantenerla. Dignificada, si se quiere, pero seguirá siendo pobreza. Los subsidios son indispensables, pero no como algo generalizado.
En el texto se menosprecian los términos clientelismo y populismo. Pero conviene tomarlos en serio. Si la mitad del país compromete su lealtad política por 6 mil pesos, nuestra democracia está en problemas, o de plano no es viable.
Esa visión parece dividir al país en dos: los subsidiados, por un lado, y los que producen la riqueza para que ese subsidio sea posible, en el otro.
Lo que lleva a otro problema. Para tener que repartir, hay que producir. Y el gobierno actual parece despreciar, en su discurso y en los hechos, a quienes producen la riqueza.
El modelo de mayorías permanentemente subsidiadas y en situación de pobreza ya existe: Venezuela. ¿A cuántos venezolanos ha sacado de la pobreza el régimen de Chávez-Maduro? Solo a los de la burocracia dorada que gobierna a ese país.
Un modelo similar al cubano, una nueva forma de desigualdad: la burocracia dorada por un lado, con grandes privilegios, y la totalidad del pueblo por otro, en condiciones de subsistencia.
¿Es ese el modelo de la izquierda? De una izquierda. La socialdemocracia no sólo no lo comparte, sino que lo ve como antítesis a su proyecto. Cree en la igualdad, pero también en la democracia y la libertad que implica.
Más que subsidiar a la mitad de la población, habría que generar las condiciones para que esa mitad tenga trabajo e ingresos adecuados. Que salga de la pobreza, pero también de la dependencia política y emocional.
* Profesor de la UDLAP.