Puebla.- La tolerancia y el pluralismo son pilares básicos de la cultura democrática. Sin ellos la democracia no es posible. Por eso preocupa que, desde el poder, o desde cualquier lado, se considere “traidor a la patria” a quien piensa distinto. Es algo así como decretarle muerte cívica, o muerte política.
Los cimientos en los que se basan la tolerancia y el pluralismo son sólidos y pertinentes. No se trata de “soportar cosas desagradables”, como diría algún diccionario. Se trata de la convicción de que la verdad no se da en monopolio, que todos vemos una parte de la misma y dejamos de ver otras.
Por eso “toleramos” puntos de vista distintos al nuestro: porque sabemos que pueden estar viendo cosas que nosotros no vemos. De ahí se deriva el pluralismo como valor político y cultural: permitir que existan distintos puntos de vista.
Lo que no significa que todo es válido. Hay límites a la tolerancia. Están en la ley y en la moral.
No significa tampoco que todas las posiciones sean igualmente válidas. Que dé lo mismo cualquier reforma legal. Para eso se debe discutir y discernir. Y lograr mayorías que decidan lo más conveniente, con los medios que se tienen en ese momento y circunstancia.
Se ha dicho, desde hace décadas, que el nivel de nuestro debate público es muy pobre. Pero no había caído a niveles tan bajos como ahora con la reforma eléctrica. En un tema tan importante (cómo tener energías seguras, baratas y limpias) y tan complejo (en qué debe consistir la rectoría del Estado, y en qué aspectos es benéfica la inversión privada) las narrativas, sobre todo la oficial, cayó muy abajo.
Nadie considera traición patriótica a la inversión extranjera en plantas armadoras de automóviles. Nadie considera que deban ser sustituidas por el Estado, aunque no habría vida moderna sin los automóviles que fabrican. Ciertamente la producción de energía no es lo mismo que la de automóviles. La regulación estatal en la primera debe ser más estricta y eficiente. Pero la inversión privada en electricidad, nacional y extranjera, adecuadamente regulada, puede generar muchos bienes públicos.
No es claro qué consecuencias tendrá para nuestra vida democrática esta actitud, impensable en gobiernos anteriores. Esperemos que sea algo pasajero, producto de las pasiones del momento.
* Profesor de la UDLAP.