Las causas de estas tragedias son muchas, pero pueden agruparse en dos temas: impunidad y ausencia de educación.
Si uno asesina a una mujer en México las probabilidades de ser castigado son bajísimas. Es una buena apuesta.
Nuestros aparatos de procuración de justicia son muy deficientes. Por ahora destacan en esto las procuradurías. En particular la General de la República. Su titular, primer fiscal independiente en la historia del país, ha sido una decepción. Todo indica que, lejos de mejorar a la institución y de procurar justicia, se dedicó a otras cosas, a su beneficio personal. Tenía ante sí una importante y difícil tarea. No parece haberla enfrentado.
¿Cuántas de las fiscalías estatales están en el mismo caso? Los datos sobre la impunidad parecen indicar que son muchas.
Los datos de mujeres desaparecidas para el trato de personas son también deprimentes. Se dice que cien mil mexicanas al año. Forman parte del principal destino sexual en América Latina, y todavía quedan personas para “exportar” a Estados Unidos y Canadá.
Ese mercado sexual es una de las mayores fuentes de sufrimiento humano. ¿Quiénes, con qué valores, con qué cara, son sus consumidores? Gentes que ven su sexualidad como una mera necesidad fisiológica: si tengo hambre, me compro una tlayuda; sin siento necesidad sexual compro, o alquilo, a una mujer.
¿No es posible pensar de otro modo? ¿No es posible pensar en las consecuencias de esos actos? ¿Que al participar en ese mercado nos convertimos en cómplices activos, corresponsables de los sufrimientos que genera?
Creo que sí. Por medio de lo que en términos generales llamamos educación hemos logrado civilizar nuestras necesidades fisiológicas. Conocer sus consecuencias, para evitar las negativas y potenciar las positivas. No es algo fácil, no se resuelve con una frase de campaña. Requiere proyectos de mediano y largo plazo.
Claro que todo esto puede sonar un tanto ridículo en el país donde se erigen “paredones pacíficos” para los que se consideran traidores a la patria. Donde las necesidades de los pobres han sido comparadas con las de las mascotas. Habrá que esperar otros tiempos.