Nadie gana tanto con que Alejandro Moreno siga al frente de su partido como el presidente de la República y Morena. Un adversario tan desprestigiado es en realidad un aliado.
No parece haber manera de defender al Moreno. Ya desde antes de que se supiera todo lo que ahora se sabe, su perfil era poco convincente para atraer a una oposición democrática. Como operador político también ha dejado mucho que desear. Con él al frente, su partido ha perdido importantes gubernaturas, algunas por primera vez, como Hidalgo. Y la más simbólica, su propio estado, Campeche.
Recientemente tuvo una propuesta inexplicable, como si quisiera desprestigiarse todavía más: que se permita a los ciudadanos del país tener armas de mayor calibre.
El PAN tiene también una presencia muy desdibujada. Está muy lejos de aprovechar la oportunidad de crecer frente a los errores del actual gobierno. Muy lejos de los tiempos en que un líder panista propuso “apostemos por nosotros mismos”. El panismo parece no estar apostando por nadie, por nada.
El PRD es un cascarón vacío. Los actuales dirigentes lograron desplazar a López Obrador, a cambio de quedarse con casi nada. Igual que en el PRI y en el PAN, parece que nuestros políticos han enfrentado mal el dilema entre sus intereses particulares y el interés público. Optaron por los primeros. El costo es el debilitamiento de sus organizaciones y contribuir con eso a lo que se parece al país de un solo hombre, de un solo movimiento, de un solo partido.
Puede ser que a lo anterior se añada el que estén en una situación similar a la de Moreno: hay grabaciones que los comprometen seriamente. Ya se los hicieron saber, y prefieren llevársela tranquila. Puede que también a todo lo anterior se añada simple ineptitud política.
Sea lo que sea, estos años de nuestra vida política serán recordados por la ausencia de una oposición viable, corresponsable de algunos de nuestros males. Una oposición que en los hechos es aliada del presidente.
* Profesor de la UDLAP.