Puebla.- Hay la idea de que en tiempos del partido hegemónico los demás poderes estaban sometidos al presidente. En cierto sentido, pero hay matices. Las iniciativas que el ejecutivo mandaba al legislativo eran aprobadas invariablemente, pero con cambios.
Más que una contraposición de poderes, se trataba de una complementación. En las cámaras de la hegemonía priista había de todo. Había buenos legisladores, capaces de revisar y corregir las iniciativas presidenciables. Como todo, era posible mejorarlas. Y los poderes legislativos cumplían esa función.
No sólo los legisladores priistas modificaban las iniciativas presidenciales. Estaban atentos a las propuestas de la oposición. No las admitían, pero si veían algo que valía la pena, lo congelaban y tiempo después lo presentaban como propio. Con lo que finalmente se favorecía al interés público, “haiga sido como haiga sido”.
No es ahora el caso. A muchas iniciativas presidenciales no se les cambia ni una coma. Se deja de lado la colaboración entre poderes para dar lugar a la subordinación. Es el caso de la reciente aprobación del presupuesto.
Si vemos a la democracia como algo más que el poder del pueblo, la subordinación actual preocupa por varias razones. Se deja de lado la democracia deliberativa. Los poderes legislativos son el espacio privilegiado para este tipo de democracia: ahí se presentan distintos puntos de vista, se confrontan argumentos, se delibera sobre lo más adecuado para la sociedad.
Estamos ante un legislativo en el que, en muchas ocasiones, ni siquiera se permite hablar a los adversarios.
Se niega otro aspecto de la democracia, el pluralismo. La verdad no se da en monopolio. Está fragmentada. De ahí la necesidad de escuchar a los otros y considerar su punto de vista.
Más que estar de regreso al viejo sistema hegemónico, estamos ante uno de los rasgos del populismo contemporáneo: el intento de anular la autonomía de las instituciones para subordinarlas a la persona que ocupa el poder ejecutivo.
La vida parlamentaria ha sido y es complicada. Pero no tiene que ser estéril. Sería muy extraño que todas las iniciativas que llegan a los legisladores fueran perfectas. Todo lo humano es perfectible. De ahí la necesidad de aceptar la pluralidad de ideas, de valorarla, de escuchar, de ceder en algunos puntos. Para que los otros puedan ceder en decisiones posteriores. Nada de eso hemos visto en la actual legislatura.
*Profesor de la UDLAP