Austin.- Mis padres tuvieron que huir de Polonia para salvar la vida; por fortuna salieron antes de la guerra, pero no todos sus familiares corrieron con esa suerte. Mi madre recordaba cómo eran agredidos en el pueblo por ser judíos y mi padre optaba por no hablar de Polonia, inclusive decidió olvidar el polaco; los dos hablaban español, idish e inglés y mi mamá algo de hebreo. Mi madre salió niña y mi padre adolescente.
La educación que tuvieron en Polonia fue muy básica, y en México mi madre alcanzó a estudiar comercio. Aunque no tuvieron una formación escolarizada avanzada, leían mucho. En la casa había libros y había dos mensajes constantes: tienen que terminar una carrera y deben recordar que Israel está en el centro de la existencia del pueblo judío.
Fuimos seis, el mayor estudió medicina, como ha sido una costumbre entre los judíos, no solamente porque es una carrera que se lleva en la cabeza y te sirve en la próxima persecución, sino porque existe el principio de que quien salva una vida, salva al mundo.
(El chiste correspondiente es que para las familias judías, el feto es viable cuando termina la escuela de medicina.)
De los seis 4 terminamos carrera, uno hizo estudios universitarios y la otra terminó la prepa.
Muy joven entré a una organización sionista. En ese entonces, mitad del siglo XX, en México y otros países operaban movimientos juveniles con claros cortes ideológicos: socialistas, comunistas, liberales, religiosos, de derecha y hasta scouts.
Como parte de la formación político-educativa hacíamos estancias de un año en un kibutz. Yo me fui al terminar primero de prepa. Al kibutz que íbamos los mexicanos es uno que se encuentra a 5 kilómetros de la franja de Gaza. Se llama OrAner, la luz de la vela, y su población era latinoamericana, con mayoría de argentinos.
Realizábamos todo tipo de trabajos. En el campo planté y pinté perales, fumigué y corté naranjas, y todos en nuestra inocencia queríamos ser tractoristas, ya que hacerlo te hacía sentir mayor.
El inicio de la guerra de los seis días me encontró en la huerta de cítricos fumigando. Al escuchar los tronidos, le dije a mi compañero de trabajo:
– Oye, son bombas.
Respondió:
– Yo soy artillero, son morteros.
Se supone que debía sentirme tranquilo, sin saber quién disparaba, pero en poco tiempo vinieron por nosotros y me llevaron directo al refugio antiaéreo. Éramos 18 mexicanos y la embajada no sabía qué hacer.Pero pasó la guerra y tuvimos la oportunidad de visitar toda la franja de Gaza. Fui a Israel hace unos 4 años y vi Gaza desde una cerca. En los 57 años que han pasado las cosas empeoran y los extremistas juegan un papel fundamental.
La vida cotidiana en el kibutz era simple. En verano te levantabas a las 4 am a trabajar, de tal manera que a las 12 ibas a comer y a descansar. Con el calor, los trabajos del campo se suspendían a mediodía.
Todos comíamos lo mismo en el comedor, las tres comidas al día; y en la tarde, íbamos a lo que equivale al té de las 5, a las casas de las familias que nos habían adoptado.
En las noches había una sala de juegos/biblioteca, y una vez por semana había cine.
Los miembros del kibutz que querían ir al teatro, ópera, u otras actividades externas gozaban de un presupuesto. Nosotros teníamos un programa cultural y turístico, no hubo nada de adoctrinamiento, la vivencia era la educación.
En el kibutz no había crimen, no tenía sentido robar nada, nosotros descubrimos dónde estaban los cigarrillos y los condones, y sin embargo nos daba algo de vergüenza tomar ambos, aunque menos los cigarrillos, los que por cierto eran muy malos.
(De nuevo el chiste. Un inversionista llegó a comprar 500 cajas de los cigarros Nadiv, se los dieron y pidió otras 500; le preguntaron que por qué; y respondió:
– Porque tiene solamente 50 por ciento de mierda y yo creía que eran pura mierda.)
Fumar parecía ser parte de nuestra libertad fuera de casa, ya que podíamos fumar si queríamos, lo que visto a la distancia no era una gran conquista.
Vivir en una comunidad socialista fue una gran enseñanza, que sin duda me marcó, dejándome lecciones sobre igualitarismo, justicia, humanismo.
Pero las circunstancias de tu vida son las de tu historia; esa historia incluye en un lugar preponderante el asesinato por ser judíos de mis familiares y seis millones más durante el holocausto, agregados los asesinados en los pogromos y los asesinados durante la infamia de la inquisición. Esas manifestaciones no se pueden ni deben olvidar.
En mi vida he visto de cerca la represión del Estado en 68, he contemplado la corrupción de los valores humanos y cívicos, la intolerancia y la discriminación y los esfuerzos por hundir en la ignominia al mundo; pero los que buscamos un mejor futuro seguimos activos y al pie del cañón, guiados por los mejores valores que aprendimos.