Monterrey.- En meses electorales en los Estados Unidos de Norteamérica, donde día con día escuchamos y vemos en las noticias las diferencias entre los actuales candidatos, Biden y Trump, ambos varones de avanzada edad y de posturas un tanto antagónicas en el manejo interno y externo de sus políticas públicas, unidos quizá sólo por el sentimiento de superioridad americana. Bueno, en este debate nos toca en suerte pisar tierras de Filadelfia, la ciudad más grande de Pensilvania y donde el 4 de julio de 1776 se reunió el Congreso Continental de las entonces 13 colonias, para declaran su independencia de Gran Bretaña; y desde entonces se presume el nacimiento del “sueño americano” y el modelo de democracia especial de este país, diferente al inglés y al francés.
Estas contexto contemporáneo me permitió dar sentido a las observaciones que pude realizar en mi corta estancia por allí. Remitirnos a la historia política de este imperio es fascinante, ya que da evidencias de los esfuerzos de los habitantes de entonces, gente con recursos económicos e inventivas empresariales, que escribe la historia que quieren contarnos impregnada de una idea de libertad y de tolerancia. Libertad y tolerancia empresarial. ¿Surge la duda? Existen diversas formas simbólicas que las y los norteamericanos se plantean sobre el “sueño americano”: ¿sus ideas de libertad y tolerancia siempre que no se contrapongan con las suyas? ¿Piensan en la igualdad, más allá de las leyes y en la fraternidad humana, más allá de sus intereses individuales?
Filadelfia quiere decir en griego “ciudad del amor fraternal”. Tiene, como en casi toda esa zona de las Trece Colonias, los grandes edificios de gobierno, museos y bibliotecas con frontispicios de altas columnas griegas y romanas; únicas edificaciones que no necesitan tener el nombre propio, como se hace en otros para destacar “la propiedad privada”. No son palacios coloniales, como los de nuestras ciudades de México; son templos a la griega, en colinas, con grandes extensiones de jardines a su alrededor, donde la amplitud de esta belleza da la sensación de libertad y desde donde el horizonte puede ser visto hacia abajo de la colina.
Filadelfia es más discreta en el Edificio de la Independencia y el Museo de la Campana de la Libertad. Sorprende por el inmenso centro cultural que les alberga, la estatua de Washington, y la historia de haber sido la primera capital de este país y posteriormente sede de los acuerdos de la Guerra Civil para la libertad de los esclavos. Sus pobladores están en este condado divididos en barrio étnicos, donde los de habla latina son en su mayoría puertorriqueños.
Ubicada en los márgenes del río Delawere, muy cercana a Nueva Jersey y a las ciudades de Nueva York y Washington; fue fundada en 1682. El Imperio Británico la tenía en buena estima durante los siglos XVII y XVIII, por sus trabajos económicos y estar geográficamente muy bien situada, en una bahía y casi al centro del territorio de las colonias del momento. No es la capital del estado de Pensilvania, pues la sede del gobierno está en Harrisburg.
En 1776, el Congreso Continental de las “Trece Colonias” se reunió en este territorio y el 4 de julio de ese año declaró la independencia de Gran Bretaña. La campana quebrada es un testimonio físico de estos esfuerzos libertarios del ejército de George Washington contra los ingleses. Se le conserva quebrada para darle un sentido de sacrificios de los emprendedores que migraron a su territorio.
Los datos del museo que pudimos visitar refieren que William Penn tuvo una carta de autorización del rey Carlos II de Inglaterra, para que fundara la colonia de Pensilvania y la ciudad de Filadelfia. Este caballero era cuáquero, grupo religioso disidente en Inglaterra que proclamara la igualdad, la paz y bastante liberal con el trato a las mujeres. Cuentan en las gráficas del museo que los pueblos originarios de la zona le vendieron sus tierras y firmó un tratado de amistad. Igual, se muestra el trato a los afrodescendientes muy alejado del estilo sureño. William Penn crea el proyecto de “igualdades sociales, derechos individuales, pacifismo y tolerancia con los nativos y gente de diversas etnias. ¿Será porque era empresario de bienes raíces que necesitaba esta actitud?
La foto de este caballero, William Penn, tiene cerca la de Martin Luther King y la de una gran dama, Susan B. Anthony, que redactara en 1876 la Declaración de los Derechos de las Mujeres de los Estados Unidos. En todo momento se destaca la tolerancia religiosa y la formación de barrios de inmigrantes, ingleses, alemanes franceses protestantes, además de crear un ayuntamiento; de los aborígenes no se explica nada.
Todo este espíritu de tolerancia, de aceptación civil y religiosa de los cuáqueros, se refleja en las posturas abolicionistas de momentos posteriores dentro de la historia de este país. En la Guerra Civil y en la Declaración de las Mujeres de “Seneca Falls” en Nueva York, los días 19 y 20 de julio de 1848, donde Elizabeth Stanton tomó muchas de las ideas de su esposo Henry Staton, activo abolicionista para solicitar el voto femenino y en la redacción que mencionábamos de Susan B. Anthony.
Quedamos sorprendidas de poder comprender los avatares de casi un siglo, que va de 1776 a 1861, para declarar fuera la esclavitud de estos territorios y además de cómo se va acentuando el capitalismo norteamericano y su estilo de revolución industrial propia a fines del siglo XVIII. ¡Las estatuas y monumentos de la zona son para empresarios fundadores del país! Allí el ilustre Benjamín Franklin (1706-1790) impulsa la vida intelectual. La fundación de la Universidad de Pensilvania en 1740, la Sociedad Americana de Filosofía y gacetas y periódicos. Este intelectual y científico nació en Boston, que será otro espacio importante en los tratados contra la esclavitud y la independencia del país, pero desarrolla sus actividades políticas y profesionales en este espacio.
Sabemos que la Guerra Civil o Guerra de Secesión se dio entre 1861 y 1865, entre habitantes de este norte contra habitantes del sur de los Estados Unidos. La causa económica es la mano de obra y por supuesto las riquezas del subsuelo en el sur. Los del Norte argumentaban que ya no tenían mano esclava, que su agricultura, industria, pesca, comercio tenía salarios a “mano de obra libre”; y son las diferencias entre los nacionalistas de la unión del norte contra los secesionistas del sur que no desean abolir la esclavitud y trabajaban con “mano de obra no libre”. Discusión que nos obliga a reflexionar sobre las distintas esferas de la producción capitalista: agro, pesca, industria, bienes raíces, finanzas, transporte para el pensar y accionar de los empresarios. Solo se nombra en sus relatos a hombres dueños de propiedades privadas.
Situar esta problemática interna de los Estados Unidos en momentos de la Segunda Revolución Industrial (1870-1914) con la concentración y centralización del capital y de la producción con el surgimiento de los monopolios, de la expansión del capital bancario y su fusión con el financiero, da claridad a los esfuerzos de Abraham Lincoln y su presidencia para fortalecer el poder central, la abolición de la esclavitud y el crecimiento del país como potencia para construir un orden político favorable al nuevo orden económico que estaba surgiendo.
Desde entonces las tres regiones geopolíticas Norte, Centro y Sur mantienen rasgos políticos comunes por su Constitución, problemas diferenciados por la complejidad étnica que aceptan y en la formación de centros intelectuales y comerciales de trascendencia o megalópolis con que cuentan. Igual influye para la formación de los dos partidos con que se expresan sus deseos democráticos. Desde la época de su primer presidente Washington, su secretario de Estado Tomas Jefferson y su secretario del Tesoro Alexander Hamilton proponían rumbos disímiles del país. El primero deseaba ciudadanos con educación que podían ser propietarios por esfuerzo propio y no por herencia y que el gobierno fuera limitado y dirigido por esa aristocracia que a base de trabajo impulsaba el desarrollo. El segundo se inclinaba más a un gobierno acotado, que sólo protegiera la propiedad privada y estimulara el espíritu empresarial. El primero tiene un enorme mausoleo en los jardines de Washington D. C. y fue presidente.
La bandera nacional representa en trece franjas a las trece colonias y trece estrellas. Hoy se miran 50 estrellas (o 54, por la discusión de los 16 territorios que son islas en el océano Pacífico y en el Atlántico, donde el estatus político esta débil o poco claro para pasar a ser estados y estrellas). Están ocupados o no políticamente, todo ello se discute para dar cuenta de que se considera “la libertad” de los habitantes de esas tierras. Tema aparte son las bases militares, que en 2021 eran 800 en setenta países del mundo.
En fin, nos quedamos con muchas preguntas sobre la democracia de Estados Unidos en este rápido repaso de las luchas de los migrantes fundadores. Destacamos su enorme olvido en los tiempos actuales para percibir a habitantes originarios de tierras en otras partes del mundo, que quieren decidir como ellos lo hicieron en su momento, el uso de sus recursos y ejercer su libertad de decisión política y no les permiten hacerlo.
La globalización y la coexistencia de diversidad de culturas no ha logrado alterar la marea política internacional de los Estados Unidos; sin embargo, confiamos que las contradicciones internas que viven hoy obliguen a vientos nuevos libertarios y mejores acuerdo para un contrato social-político alejado de las guerras.