Ciudad Victoria.- La Colonia Pedro Sosa es uno de los sectores más emblemáticas y populares de la capital tamaulipeca. Lleva el nombre de un modesto herrero, hijo de Tomás Sosa y nativo del Rancho El Enchilado, municipio de Hidalgo (1852-1949). Se conoce poco acerca de su niñez y juventud. Es probable que sostuviera una breve relación de vecindad con su paisano Pedro José Méndez, héroe de la Guerra de Intervención Francesa.
Muy joven, emigró con sus padres a la Hacienda Santa Engracia, donde contrajo matrimonio con Francisca Fuentes Yépez. En los márgenes del Río Purificación, se dedicó a la agricultura y gracias a las enseñanzas de su padre, se perfeccionó en el oficio de herrería. En un pesado yunque de acero, forjó herraduras para los caballos, ruedas metálicas para carreta, muelles para carruajes, arados y otros objetos propios de la actividad campirana de esa época.
A finales del siglo XIX, la familia Sosa decidió trasladarse a Ciudad Victoria, instalándose en la calle 14 Juárez y Zaragoza. En medio de todo esto Jesús Fuentes, Pedro Sosa, Ramón Fuentes y Ramón Sosa, destacaron entre los herreros de mayor prestigio en la localidad. Eran especialistas en ventanas, puertas, barandales y equipos de labranza. También herraba equinos del Regimiento de Caballería, carretas y jardineras que transitaban por las calles de la localidad.
Esta labor, constituyó la principal fuente de ingresos económicos para la familia. Con el producto del trabajo, Pedro Sosa adquirió varios terrenos urbanos en diferentes rumbos de la localidad. Uno de ellos, estaba ubicado en la periferia de la ciudad, donde transcurría la mayor parte de su tiempo dedicado al cultivo de productos agrícolas para consumo familiar.
En 1906, el duende de la política tocó las puertas de su vocación social. Ese mismo año, recibió un importante nombramiento de la Junta Electoral del Estado de Tamaulipas, como representante del 2º Distrito. En la década de los veinte, fue síndico de la Junta de Administración Civil. Después ingresó al Partido Liberal de Tamaulipas y posteriormente al Partido Socialista Fronterizo, comandado por Emilio Portes Gil. También desempeñó el cargo de Inspector General de Trabajo en el Gobierno del Estado.
Entre sus propiedades, destacaba un extenso predio que medía 63 hectáreas, en la Loma del Muerto, al sur de la capital, cerca de la Colonia Mainero. Desde ese sitio panorámico, los parroquianos disfrutan una temperatura ambiental agradable, mientras desde lo alto observaban a lo lejos la superficie urbana de Victoria, que a principios del siglo veinte tenía diez mil pobladores. En noviembre de 1913, al inicio de la Revolución Constitucionalista, era uno de los puntos estratégicos, sobre todo en los encuentros relacionados con la toma de la capital tamaulipeca por los carrancistas.
En el desarrollo de los mencionados acontecimientos bélicos, los trabajos de la construcción del Santuario de Guadalupe, levantado en el terreno donado por Sosa, habían concluido. El sillar para levantar torres, muros y bardas de la iglesia se labró en una cantera de la Loma del Muerto y fue concluído en 1927. Las puertas y ventanas de fierro forjado del templo, fueron obra artística del célebre herrero.
Según la tradición oral y leyendas urbanas, la Loma del Muerto debe su nombre a la aparición fantasmal de un personaje que se batió a muerte en dicho sitio. Lo mismo se menciona la presencia de un cementerio, donde operó temporalmente durante la época colonial. Por su parte, en la segunda década del siglo XIX, el botánico y explorador suizo Luis Berlandier describe la presencia de este banco de cantera.
Pedro Sosa fue un hombre sensible a las necesidades de las clases sociales más humildes. Otra de sus características era la enorme calidad humana y filantrópica a través de obras sociales. Por ello, en 1922, durante el gobierno del general César López de Lara, creó la Sociedad Protectora de los Intereses del Pueblo, durante varios años presidida por Francisco Infante. Bajo el amparo de esta asociación civil, Pedro Sosa cedió 63 hectáreas para la creación de la Colonia Obrera. En respuesta a su generosidad, desde entonces los beneficiaros le impusieron su nombre.
Darle forma a un fraccionamiento no fue tarea fácil. Más todavía, porque se localizaba en una zona o territorio de difícil acceso. Por tanto, debía contar con servicios básicos para sus habitantes, por ejemplo agua, luz, drenaje, pavimentación y escuela. Para lograrlo, se dieron los primeros pasos en 1926, cuando el Congreso del Estado autorizó 200 pesos de apoyo para mejorar su infraestructura. Tres años más tarde, aprobó la urbanización y planos de la colonia Obrera Pedro Sosa, donde se establecieron quienes la fundaron: José Vargas, Cruz Belmares, Elías Medina, Juana Medina, Agustín Medina, Francisco Rodríguez, Narciso Báez, Dionisio Moreno, Isabel Chavarría y otros.
Una de las mujeres fundadoras más recordada fue doña María Puente. En 1923 tomó posesión del predio de 800 metros cuadrados, acompañada de sus pequeños hijos: Elías, Carlos, Arcadio, Juana, Agustín y Evangelina. Sus descendientes y vecinos la recuerdan con afecto, porque era una dama hacendosa preocupada por la comunidad. Entre otras actividades se dedicaba a pastorear una docena de cabras productoras de leche, en las amplias áreas de los solares enmontados con mezquites, nopales y huizaches.
Como si se tratara de un sueño imposible, sus colonos, la mayoría jornaleros, obreros, henequeneros y labradores, experimentaron gran júbilo cuandos les otorgaron las escrituras de un terreno propio. Tarde o temprano, la mancha urbana ubicó esta colonia en el segundo plano de la ciudad. Actualmente cuenta con todos los servicios: escuelas, plaza pública, electricidad, agua, equipo de futbol y transporte urbano. Como sucede con otros asentamientos de la localidad, algunas de sus avenidas carecen de señalamientos de nomenclatura.
* Cronista de Ciudad Victoria.