Monterrey.- Apenas ayer 28 de marzo, se marcó el calendario para que la Colonia Tierra y Libertad se perfile a cumplir sus primeros 50 años de lucha por un pedazo de tierra para vivir y por un gobierno obrero, campesino y popular. En tal virtud, nos permitimos rescatar y compartir el artículo escrito en 1999 por María de los Ángeles Pozas, profesora-investigadora en El Colegio de México.
“Entre los múltiples atributos empíricos con los que se ha asociado el concepto de la marginalidad, la ocupación ilegal de la tierra urbana aparece como una constante en todas las descripciones relacionadas con este fenómeno, ya que forma la base del asentamiento y constituye el punto de partida de la existencia de los marginados.
Por algún tiempo los migrantes llegaron a Monterrey en forma dispersa y pacífica, pero no todos encontraron cabida en el mercado del trabajo. Inicialmente ocuparon las viviendas más baratas: primero los tugurios, hacinándose en viejas casonas céntricas de los municipios conurbados, para luego ir poblando la periferia e intersticios de zonas aledañas a las colonias industriales. Los recién llegados ocuparon en forma irregular estos predios ante la indiferencia –hasta ese momento– de autoridades y de particulares, a quienes incluso llegaron a pagar una renta por el piso. Este es el caso de las colonias de posesionarios: El Pozo y La Coyotera, que se remontan a 1940.
A inicios de los ‘60 el crecimiento de los sectores de bajos ingresos empezó a dar signos de alarma. En estas fechas, concretamente en 1962, y de acuerdo con la clasificación hecha por el entonces Departamento del Plan Regulador de la Ciudad de Monterrey, estos sectores constituían el 55% de la población con un total de 86 mil familias, dedicadas principalmente a la industria de la construcción, al pequeño comercio y a los servicios domésticos. Un 16% vivían en casas de renta y el resto eran propietarios de sus viviendas.
Sin embargo, a partir de este momento la invasión masiva de tierras se volvió una práctica relativamente frecuente, mediante la acción directa o a la fuerza organizada por la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), la cual junto con la CTM y la CROC, había sido dotada de un gran poder de gestión sobre la tierra urbana para las oleadas de inmigrantes.
En 1968, el gobierno de Eduardo Elizondo prohibió la venta de terrenos sin urbanizar. Esto agudizó el problema al propiciar un aumento en las invasiones ilegales. Este hecho dio origen a la aparición de organizaciones políticas de posesionarios que escaparon incluso a los controles tradicionales. Era el caso de ciertas colonias pertenecientes a la comuna de posesionarios Tierra y Libertad, fundada en 1973. Aunque su asiento principal estuvo al norte de la ciudad en terrenos de poco valor, afectó también zonas de áreas residenciales de alto valor. Al mismo tiempo, Tierra y Libertad incorporó a su organización uniones de inquilinos, que a partir de ese momento dejaron de pagar renta y servicios. Además, a diferencia de las invasiones anteriores, eran encabezadas por grupos políticos de izquierda de ideología maoísta.
Las mil 500 familias que fundaron la colonia Tierra y Libertad provenían de lugares aledaños. Es decir, ya estaban en el área, hacinados con familiares o conocidos o en vecindades a lo largo de la avenida Bernardo Reyes, al norte de la ciudad. El llamado a invadir, que a través de volantes hicieron los dirigentes, fue recibido por estas familias como una oportunidad de obtener un terreno propio y un poco más de espacio para vivir.
El número de invasiones promovidas por Tierra y Libertad creció entre 1973 y 1976; y este año se constituyó el Frente Popular ‘Tierra y Libertad’ que, según datos del Programa Nacional de Solidaridad, llegó a aglutinar a 31 colonias de posesionarios, 16 vecindades (a las cuales llamaban bases inquilinarias) y tres uniones con algún tipo de actividad económica: Unión de Choferes, Unión de Comerciantes y Unión de Fotógrafos.
A pesar de que no todos los inmigrantes, ni todos los sectores marginados se incorporaron a la organización fundada por Tierra y Libertad, la movilización vinculada a la conquista de la tierra urbana aparece como común denominador y como evidencia de la presencia de este grupo. La movilización que tiene por objeto la apropiación colectiva de la tierra y que al mismo tiempo permite la fundación del grupo, generó en él pautas de comportamiento semejantes y comunidad de intereses.
Una vez asegurada la posesión de la tierra, se desarrollaron formas de organización que tenían por objeto la producción y reproducción de la vida social del grupo. Su supervivencia en estas condiciones sólo fue posible a través de la solidaridad y la fuerza de su propia organización”.