Monterrey.- Sin temor a equivocarnos, el hallazgo del sitio que contiene la lucha entre los españoles y los indios es un descubrimiento sin precedentes dentro de la investigación rupestre en todo el norte de México.
Las escenas nos retratan elementos muy importantes acerca de la forma en como sucedieron los encuentros entre los conquistadores y las tribus de naturales.
A la llegada de los europeos, el área de General Cepeda, Coahuila, era habitada por los indios “Pachos”, seguramente emparentados con los “Irritilas”, también conocidos como “Laguneros”.
“En la escena se puede apreciar la superioridad de los europeos ya que evidentemente portan armas metálicas, además de caballos. A los españoles se les ve con casco, estribos con forma de cruz y espadas”, sostiene Rufino Rodríguez Garza, cronista y explorador de Coahuila.
En el grabado que llama mayormente la atención se puede observar a un nativo muerto, se le aprecia tirado sobre el suelo y a otros dos con arcos y lanzas que arremeten en contra de un jinete.
El hombre, sostiene Rodríguez Garza, se puede interpretar como el jefe de la partida de invasores, a su derecha, un europeo alza una espada.
Los indios portan en sus cabezas tocados que significan jefatura o preparación para la guerra.
“Hay que agregar que hay otro grabado donde un nativo secuestra a una mujer. Vale recordar que los indios en venganza contra los europeos secuestraron muchos niños, quienes al paso del tiempo se hicieron parte de la tribu, llegando incluso a pelear en contra de los españoles”, destacó.
Recapitulando acerca del contenido de los dibujos, Rufino Rodríguez reflexiona acerca de la posibilidad de que en las rocas los nativos hubieron expresado su rechazo a la esclavitud.
Se puede tratar de la negativa de los naturales a ser capturados por parte de los españoles o bien de una emboscada de los indios.
“En una cresta, ubicada a 300 metros de los grabados de la contienda, se localizan otras escenas de naturales guerreando contra otros indios, por lo que el lugar suponemos que fue un lugar de habitado por miles de años”.
Por lo explicito de los motivos, los petroglifos de Rincón del Toro en General Cepeda, representan la única evidencia en petroglifos que evidencia la resistencia a los occidentales. Aunque más al norte de Coahuila hay pinturas rupestres de jinetes sin cabeza. Las imágenes de la batalla representan un patrimonio histórico sin precedentes que ilustra los detalles de la colonización del norte de la Nueva España.
Patrimonio en peligro
A pesar de que las escenas talladas en la piedra son sumamente importantes, el sito se halla en peligro. Son pocos los que conocen su existencia, los visitantes que ahí acuden suelen correr la voz y provocar que vándalos acudan y dañen los vestigios.
En las rocas esparcidas a lo largo de los 12 kilómetros de la serranía de Narigua, justo las crestas cercanas a los ranchos, Rincón del Toro y Loma de Julio se encuentran labradas en los bloques pétreos escenas de la conquista y colonización de esta parte de la Nueva España.
“Generalmente la gente acude sola al lugar, sin el apoyo de personal especializado que les puede guiar, sin ese apoyo, los turistas pueden dañar los grabados”.
Escondidas entre los nopales, la lechuguilla, sin olvidar el aroma singular del orégano, planta muy abundante en la zona, las rocas revelan con presión milimétrica historias de viejas contiendas que ilustran el choque de dos civilizaciones, que luego dieron paso al nacimiento de una nueva nación.
“El pequeño valle es usado para la siembra de temporal, no obstante en los alrededores del lugar comienzan a fraccionar los terrenos”, consideró Rodríguez Garza.
Para el entrevistado sería de extrema importancia el conservar el lugar para que los especialistas en arqueología y antropología realicen análisis y obtengan datos importantes.
“Rincón del Toro no se ha estudiado y por esa misma razón hay que invitar a las autoridades encargadas de su estudio para que lo estudien y cataloguen los petrograbados”, aseveró el entrevistado.
El ecosistema predominante cuando las tribus arcaicas grabaron en los frontones pétreos las batalla en contra de los colonizadores el ecosistema circundante ha cambiado mucho a largo de los siglos.
Donde ahora se ubica General Cepeda, a la llegada de los españoles había grandes lagunas, ojos de agua, un lugar apto para la caza y la pesca.
En contexto
Los Irritilas
El llamado indio Lagunero o Irritila, como los llamó Orozco y Berra, habitaron una amplia zona del Coahuila, desde lo que ahora es Torreón hasta la zona de General Cepeda y Parras.
Los cronistas de aquella época dividen a esta tribu según la zona en que radicaban y la dividieron en tres regiones: la del Valle de Parras, la de La Laguna de San Pedro y la de la Sierra.
Entre las parcialidades de los Irritilas encontramos a los que habitaban la región del Valle de Parras, esos grupos se llamaban los Miopacoas, Meviras, Hoeras y Maiconeras, además de los Payos. En General Cepeda estaban los Pachos. Los grupos que habitaban alrededor de La Laguna de San Pedro y las orillas del Nazas, eran los Paogas, Caviseras, Vasapalles, Ahomamas, Yanabopos y Daparabopos, además los Salineros y Neguales. Para la región de la sierra se citan a los Ochoes y Alamamas.
El medio agreste del desierto en temporadas de secas se alimentaban del mezquite un fruto que aparece en las vainas, es dulzón y seco, y lo molían en unos morteros, para obtener un jugo agridulce, el que primeramente cocían y luego lo dejaban fermentar para obtener un vino muy especial y una masa, la que dejaban resecar, pulverizándola posteriormente, quedando convertida en una harina especial con la que elaboraban pan.
El padre Arista y el Padre Pérez de Ribas describieron la manera en como los Irritilas cazaban en las aguas.
“Que para coger patos que en gran cantidad andaban en las aguas, se valían de un muy ingenioso engaño, que pone de manifiesto la agudeza de! hombre en general. Echaban en las aguas, donde se reunían las aves, algunos calabazos grandes y huecos (guajes), al grado que con ellos se familiarizan y les pierden el miedo, tomándoles gran confianza. Ya cuando los indios veían esto, aprovechaban la oscuridad de un amanecer y tomaban un calabazo, al que le hacían una abertura por donde metían la cabeza y le hacían varios agujerillos para por ahí mirar y de esta manera se metían al agua nadando hasta donde estaban los demás calabazos flotando entre los patos, acercándose a ellos y tomándolos de a uno en uno de las patas, los sumergían sin que hicieran ningún ruido y sin que las demás aves se espantaran, matándolas bajo el agua y anudándolas una a una formaban una buena dotación de aves, las que cocinaban y comían muy sabrosas", escribe Orozco y Berra.
Toda esta forma de vida y cultura acabo con la llegada de los españoles y los grandes cazadores de bufalos, venados y expertos nadadores quedo pérdida en la historia.
Salvo uno que otro documento elaborado por los españoles, no queda nada de ellos, solamente los petrograbados y las pinturas rupestres son la prueba de su existencia, por eso mismo es importante su conservación e investigación, pues en mucho develarían los secretos del pasado.
José Lorenzo Encinas Garza