Muestra números que distan de las cifras presentadas por el subsecretario Hugo López-Gatell, quien siempre las manipuló, para estar a tono con el relato y la postura reduccionista, minimalista, del presidente López Obrador.
Acaso ya olvidamos expresiones como aquella del presidente: “No afecta en nada” en respuesta al estudio realizado por Bloomberg; o la de marzo de 2020, cuando el presidente en la conferencia mañanera afirmó: “Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar; hay que abrazarse, no pasa nada, o sea, y así, o sea, nada de confrontación, de pleito”.
Y más adelante, el juego verbal del 12 agosto: “Me voy a poner el tapabocas cuando ya no haya corrupción, eso fue lo que dije. Entonces, me toman una foto con el cubrebocas en el avión y entonces ya no hay corrupción. No dije ‘cubreboca’, dije ‘tapaboca’… Si a mí me dicen los especialistas, los médicos, que ayuda que yo aparezca con el cubreboca, lo voy a hacer, no tengo por qué no hacerlo. Ahora, lo que me han dicho es que no es indispensable en lugares abiertos y cuando se mantiene la distancia”.
O aquel ensueño del 17 de noviembre de 2020: “Nosotros ya tenemos una estrategia que nos ha funcionado, que consiste en garantizar a todos el derecho a la salud, que la atención médica y los medicamentos sean gratuitos”.
Y así, se ha ido, hasta insistir sin sustento, que los mexicanos tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca.
Es decir, entre el desparpajo y los chascarrillos trágico-cómico, estaba una realidad no recomendable para bromas aun cuando, los científicos y especialistas recomendaban tomar medidas de emergencia, se seguía con la narrativa de “no es tan grave... los conservadores quieren aprovecharlo contra nosotros”.
El informe de INEGI, que no debió gustar en el gobierno, establece una línea del tiempo para ver con claridad el comportamiento de la mortalidad año con año.
Y en este ejercicio de aproximaciones, hasta 2020 tenía las variaciones “normales” en función del tamaño de la población y de los males, que más aquejan a los mexicanos, de manera de que era previsible el aumento con la pandemia como sucedió en todo el mundo.
Así, mientras López Gatell, afirmó que la mortalidad en general durante el periodo de enero a agosto de 2020, había sido de 488 mil 343, el INEGI por su parte documenta que fueron 673 mil 260, es decir, hay una diferencia de 184 mil 917 más fallecidos que no es poca cosa sino una evidencia de la gravedad del problema.
En relación con el Covid-19, en ese mismo periodo, el subsecretario de Salud, señaló que habían sido 64 mil 414 los fallecidos mientras el INEGI menciona que fueron 108 mil 658 los que perdieron la vida por haberse contagiado del virus. Estamos hablando no de unos cientos, sino de decenas de miles de vidas, de 44 mil 514 más fallecidos que muestra la ligereza con la que se manejaban las cifras.
El informe de INEGI, recordemos, tiene como soporte a las Oficialías del Registro Civil y los Servicios Médicos Forenses y los ministerios públicos estatales, que estaban al alcance del presidente y el subsecretario, sin embargo, no los utilizaron y echaron mano de lo más útil para su narrativa minimalista que eran los reportes hospitalarios.
Veamos la tendencia, durante los tres trimestres de 2019, es decir, antes de que estallara la pandemia murieron 557 mil 189 personas; en ese mismo periodo de 2020 la cifra se disparó hasta los 777 mil 936; y en el 2021, fueron 887 mil 201 los decesos y en 2022, hay una corrección, una tendencia a la baja, cae a 636 mil registrados en las fuentes de INEGI.
No hay duda de que los picos de muertes de 2020 y 2021 se explican por la pandemia y, sobre todo por ser una “sociedad enferma”, por la cantidad de diabéticos e hipertensos que tenemos producto de un estilo de vida y malos hábitos que minan la salud y que en su momento complicaron la situación.
Los estados que más sufrieron los efectos de la mortalidad en general, y en particular por el Covid-19 y cada 10 mil habitantes: Morelos (60.38), Zacatecas (57.69), Veracruz de Ignacio de la Llave (56.45) y Ciudad de México (56.23) y las tasas más bajas fueron en Quintana Roo (33.72); Baja California Sur (38.82) y Campeche (40.81).
El impacto en los grupos vulnerables es el siguiente: 56.33 por ciento (358 mil 764) correspondió a hombres y 43.59 por ciento (277 mil 648) a mujeres, y dentro de los grupos de edad el 59.60 por ciento correspondió al grupo de 65 años y, además, en todos los grupos de edad, la mortalidad entre los hombres fue mayor que el de las mujeres.
En definitiva, lo que podemos extraer de las cifras oficiales del INEGI, es que el manejo cuantitativo de gobierno federal durante la pandemia fue eminentemente político, es decir, se buscó minimizar la dureza del golpe del Covid-19 que estaban sufriendo las familias mexicanas mandando mensajes emocionales ante la falta de recursos e insumos para atender la ola de enfermos que se agolpaban y morían en las instituciones de salud pública y privadas lo que indica la ausencia de una política de emergencia que redujera los daños en el sistema de salud y el aparato productivo.
Hoy, felizmente, vemos que cada día muere menos gente por el virus SAR-CoV-2 e INEGI lo demuestra con cifras más reales que nos recuerda la máxima de que un buen hábito para tomar buenas decisiones es tener la información correcta y oportuna, no estar sujeto a las ocurrencias y mentiras, que proliferaron en 2020 y 2021, costando vidas y dejando secuelas que están ahí consumiendo, mermando, cuerpos y ánimos.