Ciudad Juárez.- Hemos visto en estos días como se ha destapado en Chihuahua la cloaca de la corrupción. No es que ignoráramos las prácticas indecentes de funcionarios públicos durante el gobierno de César Duarte, entre 2010 y 2016, pero lo que hemos visto y escuchado durante la prolongada diligencia de formulación de cargos a tres de los beneficiados por la llamada “nómina secreta”, María Eugenia Campos Galván, Rodrigo de la Rosa y María Ávila, rompe el récord.
Hay montos mayores de robos en otros rubros del gobierno, pero en este caso sorprende la desfachatez con la cual el ex gobernador compraba a periodistas, diputados, obispos, líderes políticos, ocupantes de cargos oficiales. Cada uno ofrecía lo que podía a cambio de la dádiva: elogios o silencios en los medios, votos en el congreso para aprobar empréstitos o cuentas públicas, absoluciones de pecados y ceremonias impresionantes para que el mandatario consagrara al estado al Sagrado Corazón de Jesús, candidaturas a modo para golpear a rivales, vulgares complicidades para repartirse el dinero, etcétera. De todo había en la hoy famosa nómina de cuya existencia sólo unos cuantos sabían.
El expediente es mayúsculo y aún cuando se centra en la persona de María Eugenia Campos, por ser candidata a la gubernatura del estado, rebasa los límites del affaire político que ella protagoniza. La candidata del PAN y el PRD, debe ser vinculada a proceso, pero la acción jurídica y política debe ir mucho más lejos, empezando por transparentar los pormenores del caso, sobre todo los nombres de las personas involucradas, sin faltar ninguna, sea cual sea su ubicación, goce o no de fuero. El gobierno del estado a través de la Fiscalía General está en la obligación de integrar las previsibles carpetas de investigación y consignarlas ante los jueces. Y éstos, por su parte, si no quieren que se les recuerde como indignas tapaderas y encubridores de la corrupción, deben proceder a los enjuiciamientos legales.
En los comienzos de la revolución, Luis Cabrera aconsejaba al dirigente Francisco I Madero, que como buen cirujano, no cerrara la herida abierta hasta sacar toda la pus, so pena de permitir que el mal siguiese enfermando al cuerpo de la nación. En menor escala es lo que hoy demanda Chihuahua: limpiar bien los órganos infectados y brindar un remedio a largo plazo para evitar que nuevas versiones del duartismo o similares, se instalen en las sedes del gobierno estatal.
No es poco lo que hasta ahora se ha logrado con los juicios a varios actores políticos de esos años, empezando por el ex gobernador, hoy preso en una cárcel norteamericana, pero es indispensable culminar el trabajo.
Sería una burla y una fatalidad para la sociedad que mediante el uso de artimañas abogadiles o maniobras de grupos y partidos políticos, se frustrara una acción contundente en contra del cáncer de la corrupción que ha minado a las instituciones de México, durante tanto tiempo, causando una infinidad de males e injusticias.
Una sola voz debe alzarse: ¡FUERA LA CORRUPCIÓN!