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La crisis migratoria en Turquía
Emilio Quiñonez

Ciudad de México.- La ola migratoria que atraviesa Turquía proveniente de Siria ha sido utilizada por el gobierno de Erdogan como moneda de cambio ante negociaciones con la Unión Europea. Hace unos años que Europa prometió a Turquía dinero a cambio de mantener a los migrantes sirios dentro de sus fronteras, para que no pasaran del lado europeo. Sólo que la UE no cumplió en tiempo y forma.

     Ahora, la medida de “orquestar” el libre paso hacia Europa desde el país euroasiático ha sido atacado por algunos líderes europeos, aludiendo a que no pueden hacerse cargo de los aproximadamente 13, 000 migrantes que actualmente están estacionados en el país a punto de pasar hacia Grecia. Pero las medidas que pueden usar para disuadir a Turquía, a parte de las sanciones económicas que, por lo demás, estarían fuera de lugar por ser aliados, son muy pocas.

     Turquía es uno de los países del Oriente Próximo que también son afectados por la presencia de los kurdos en su territorio. Dicho pueblo, emigrado hace milenios desde las estepas lejanas de Mongolia, pretenden gozar de un Estado independiente (el Kurdistán), con el agravante de que dicho territorio, hipotético aún, podría quitarle territorio a cuatro países de la región (Turquía, Siria, Líbano e Irak).

     Estados Unidos retiró sus tropas de la región hace algunos meses, por ser el gobierno de Erdogan un tanto reaccionario en algunos temas y por su acercamiento con Putin; asimismo, en nada gustó a los líderes occidentales las actitudes de Turquía respecto a los emigrantes. El problema kurdo sigue latente, y no hay que olvidar que los kurdos han sido uno de los principales combatientes del Estado Islámico, y que han sido armados por fuerzas estadounidenses.

     Las emigraciones masivas de aquella región han sido características desde hace por lo menos dos siglos; el advenimiento del “enfermo de Europa” aludiendo al Imperio otomano antes de la Gran Guerra como una potencia en declive y posteriormente su fragmentación en muchos estados pequeños, ha dado lugar a que sus habitantes emigren no sólo a Europa, su territorio más próximo, sino también a Latinoamérica, en cuyo caso México ocupa un lugar importante.
Pareciera que Turquía, aprendiendo en algo de sus errores, deja pasar a refugiados de un estado vecino (del que alguna vez formó parte, y aún fueron uno mismo), pues sabe de la necesidad de paz y tranquilidad que necesitan los seres humanos para desarrollarse. Los países europeos, más que otros, debieran sentirse con un importante grado de responsabilidad al acogerlos, o enfrentar las consecuencias de no hacerlo. En sus decisiones se reflejará si el trumpismo ha tenido una verdadera influencia global, o si el Viejo Mundo ha aprendido acaso algo más de su historia.