Mérida.- ¿Cuánto tiempo estará la derecha en la lona después de la tremenda paliza que le dieron el domingo 2? Será el que tarde en reaccionar y asumir la causa verdadera de los desastrosos resultados con que la vida la castigó. Sin embargo, sigue haciéndose la víctima, en una actitud lamentable de no querer reconocer las causas que la llevaron a la inconmensurable derrota. En lugar de ello, echa la culpa a la “perversidad” de su adversario y se resiste a analizar su propia conducta, plagada de mentiras que el electorado iba develando a medida que las lanzaba.
Su campaña, en lugar de ayudarla, sirvió sólo para hacerlas evidentes y cuando al fin llegó el día de la jornada electoral, millones de electoras sabían ya, perfectamente, quién era Xóchitl Gálvez y qué y a quiénes representaba el grupo de impresentables, encabezados por el magnate Claudio X. González, Marko Cortés y Alito Moreno, que la usaban.
Fue una derrota descomunal, aplastante. No recordamos una trapeada, desde que el gobierno dejó de hacer las elecciones para que las hiciera el IFE, luego INE, semejante a la que le fue propinada a la, hasta hace unos días, petulante fuerza política que se sentía dueña de México. Claudia Sheinbaum se volvió la más votada candidata presidencial mexicana de todos los tiempos. Obtuvo 35 millones 924 mil 519 votos del total del Padrón Electoral, más del doble de los 16 millones 502 mil 697 que recibió Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz. El doble y otros casi 3 millones más.
Y en lo que se refiere al Congreso de la Unión, Morena y aliados obtuvieron 373 diputaciones, lo que les permitirá mayoría calificada en la cámara correspondiente, y 83 senadurías, lo que les permitirá estar a 2 de los necesarios, en la otra, para tener ese tipo de mayoría. De las 9 gubernaturas en disputa, retuvieron 6, conquistaron una nueva (Yucatán), aunque no lograron otra que pretendían (Guanajuato), y están reclamando la anulación del proceso en una más (Jalisco), donde fue documentada una descarada manipulación de votos por el propio órgano electoral local, que está al servicio del gobernador Enrique Alfaro, con el fin de hacer ganar al candidato de Movimiento Ciudadano, Pablo Lemus. Esta se irá a tribunales.
Por si no fuera suficiente, al término del proceso, Morena y sus aliados tendrán el control de 27 congresos estatales, es decir, que sólo 5 entidades federativas escaparán a ese control, lo que garantiza la aprobación de las reformas constitucionales que apruebe el Congreso de la Unión que requieren para ser promulgadas de la aprobación de cuando menos 17 congresos locales.
De este modo quedan aseguradas las reformas constitucionales que están ya en este congreso y todas las que vengan después, lo que está siendo motivo de amargura de los sectores de traficantes de influencias y magnates corruptos, que tuvieron la ilusión de impedirlas con el triunfo de su candidata, mismos que, ahora, ejerciendo su derecho al pataleo, mediante especulaciones en la bolsa y arremetidas contra nuestra moneda, tratan de impedir que la 4T cumpla su compromiso de hacer cambios constitucionales que purguen la corrupción que campea en el Poder Judicial.
No dan crédito a su derrota. Los opinócratas, los “intelectuales” que confiesan vivir del “apapacho”, los estrategas de guerra sucia, los dirigentes de los partidos que la postularon, los simuladores que decían ser sociedad civil, mientras (como en el futbol), eran simples reservas de los partidos derrotados; los periódicos que se dicen apartidistas, los dueños de las televisoras y de las cadenas de radio que los ayudaban en sus mentiras, todos a una, ahora hacen como que les habla la virgen; y en vez de reconocer que actuaron mal y que les salió el tiro por la culata, dicen que la apabullante derrota se debe a que los mexicanos nos equivocamos.
Son incapaces de salir a la palestra a disculparse, diciendo: “no pegaron nuestras mentiras, el pueblo nos rechazó por haber descubierto masivamente que lo habíamos engañado, pues fuimos nosotros quienes inventamos lo de ‘narcopresidente’ y ‘narcocandidata’ y, al costo de miles de millones de pesos, hicimos campaña en las redes para desacreditar tanto al presidente como a la candidata presidencial adversaria nuestra; que pagamos a encuestadoras deshonestas como México Elige; Gea Isa y Masive Caller, para engañar a los ciudadanos con el cuento de que iban muy arriba nuestros candidatos en las intenciones de voto y que fueron insuficientes nuestras mentiras sobre que vivíamos en una dictadura”.
Quien siembra vientos cosecha tempestades. La derecha recibió la respuesta lógica a su forma de actuar: una lección como nunca había recibido ningún grupo o partido político en la historia de las contiendas electorales en México. Quedó desbaratada. Como la Armada Invencible española cuando fue a la conquista de Inglaterra y quedó destruida en medio del océano, con sus restos flotando a la deriva y la desesperación de sus marinos y oficiales por salvarse –para ello empujándose los unos a los otros– así ahora, los miembros de la antes tan unida pandilla de farsantes se empujan los unos a los otros repartiendo culpas y emitiendo –para sí– exoneraciones.
Es un sálvese el que pueda el que escenifican los actores principales del drama, que están a punto de romper porque acaban de descubrir que unos perdieron su registro; otros, que la reina de las gelatinas fue una pésima candidata; otros más que el mentiroso Markito es tan bruto que firmó una confesión de corrupción –por el caso de Coahuila– y hasta hoy no se da cuenta de lo que hizo; y otros, porque acaban de descubrir que el PRI “tiene muy mala fama”.
Eso sí, en medio de los chillidos no dejan de gritar que fue una elección de estado y, que pese a que reconocen que fueron sepultados bajo una avalancha de votos, la van a impugnar. Dan pena ajena por el ridículo y la incongruencia. ¿Ya no se acuerdan cuando marchaban por las calles disfrazados de color rosa gritando: “¡El INE no se toca!”? Pues es el mismo INE al que defendían el que hizo estas elecciones, junto con millones de ciudadanos que las cuidaron. Los atropelló un tren y los dejó locos.