El autor aborda la desigualdad y sus repercusiones en la salud/mortalidad, en los grados existenciales de libertad, dignidad y respeto, así como en los recursos del ingreso, la riqueza, la educación y el poder.
Desde una perspectiva histórica global pretende dilucidar los mecanismos a través de los cuáles se producen las desigualdades.
También identifica mecanismos, políticas, procesos y momentos históricos de “igualación” y considera que: “el incremento de la desigualdad no es inevitable”.
Se identifican tres tipos de desigualdad: la desigualdad vital, la desigualdad existencial y la desigualdad de recursos.
La desigualdad vital tiene que ver con la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la salud en general. En lo que se refiere a la esperanza de vida al nacer se observa una débil tendencia a la convergencia global. Sin embargo, al interior de las naciones la “desigualdad vital” sigue una trayectoria distinta, con una tendencia al aumento en tiempos recientes entre clases sociales. “Ni siquiera los Estados de bienestar de los países escandinavos lograron garantizar la igualdad vital entre las clases”.
En los Estados Unidos, se registra un ascenso de la desigualdad vital a lo largo del siglo XIX, que se reflejó en una reducción de la estatura promedio “de los hombres libres nacidos en los Estados Unidos”. En Inglaterra, entre los 33 distritos de Londres, la variación en la esperanza de vida masculina se ha ensanchado de 5.4 años en 1999-2001 a 9.2 años en 2006-2008. “A lo largo del trayecto que recorre el metro de la línea Jubilee hacia el este, la esperanza de vida de los residentes va bajando medio año por estación”. Son dos los factores que podrían explicar el incremento de la desigualdad vital: el primero es el aumento de la incertidumbre económica, con una creciente polarización entre los desempleados y los marginados del mercado laboral, por un lado, y los que disfrutan de empleo y buen salario por el otro; el segundo sería lo que suele llamarse “estilo de vida”: el manejo del aspecto laboral proporciona una sensación de que se tiene control de la vida.
La desigualdad existencial tiene que ver con las diferencias basadas en criterios de etnia, género y sexualidad. El autor señala que desde 1945 se ha producido un movimiento hacia la igualación existencial en todo el mundo. Sin embargo, el avance no ha sido gradual: en la década de 1940 y en la de 1990 tuvieron lugar los peores genocidios; se han suscitado reacciones violentas contra los derechos de las mujeres (los eventos en Irán en la actualidad son un caso ejemplar) y contra los migrantes (la postura de la nueva jefa de gobierno en Italia, las muertes de migrantes en el Mediterráneo, o la política migratoria de los Estados Unidos). El antisemitismo sigue vivo; la islamofobia se ha diseminado en Europa y los Estados Unidos y el anti-arabismo crece entre los israelíes de Palestina. El patriarcado y la misoginia “mantienen su reinado” en gran parte de África, en el oeste y sur de Asia, a menudo acompañados de violencia. El Este Asiático “desarrollado” se caracteriza por la discriminación a la mujer en el mercado laboral.
Entre la década de 2000 y principios de la década de 2010, se registra un ascenso de los movimientos indígenas; la declaración de la ONU sobre Derechos de los pueblos indígenas; la Constitución “plurinacional” de Bolivia; el reconocimiento de matrimonios del mismo sexo en las Américas y Europa Occidental; avances continuos de la mujer en la educación superior, en la política y el sector militar.
A pesar de esta evolución (racismo, sexismo y desarrollismo) la desigualdad existencial continúa presente en la sociedad contemporánea, con incidencia negativa en la salud, la enfermedad y la longevidad. A los ninis en México o los Chavs en Inglaterra se les retrata como una nueva “clase baja” de solteros, vagos y deshonestos.
La desigualdad de recursos se expresa en la dimensión de los ingresos, del acceso a la educación y del acceso al poder. Es importante en este caso la distinción entre tendencias globales y tendencias nacionales.
A nivel mundial, en la dimensión de los ingresos, se presenta una tendencia a la desigualdad desde principios del siglo XIX hasta las décadas de 1950 y 1960. Asia fue el principal perdedor. Europa Oriental y Occidental crecieron junto con los Estados Unidos y Japón, con el agregado de América Latina a partir de 1870. La curva de la desigualdad tendió a nivelarse a mediados del siglo XX. No obstante, esto se revirtió. La desigualdad del ingreso (de los ingresos disponibles) se incrementó en prácticamente todos los países ricos desde mediados de los años ochenta, hasta mediados de la primera década del siglo XXI (periodo que coincide con la aplicación de las políticas neoliberales y el fin del “Estado de Bienestar”).
El recurso de la educación ha atravesado, desde 1980, por un proceso de igualación global. Sin embargo, las escuelas privadas cuentan con mejor equipamiento y son selectivas. La clásica “escuela ciudadana” está cayendo en un creciente abandono. A nivel universitario las escuelas que ofrecen mejores servicios son caras y no están al alcance de los hijos de familia de bajo nivel educativo y bajos ingresos. En el mercado de la educación privada se especula con servicios de baja calidad y caros. “En las economías del saber del siglo XXI”, las personas con bajo nivel educativo corren con creciente desventaja. Las mujeres han superado en matriculación educativa a los hombres y tienen en algunos países un desempeño académico equivalente.
Los recursos del poder. La política es un recurso que puede utilizarse para alcanzar ciertas metas. En este sentido, el acceso al poder por la vía democrática no ha sido una “evolución inexorable” de la humanidad. “El sencillo principio de establecer un gobierno a través del sufragio universal no es todavía un derecho humano universalizado y aún se deniega en Arabia Saudí”.
En la historia política moderna se han recorrido caminos sinuosos hacia la democracia, pero también se han propiciado dictaduras. Las dictaduras desempeñaron un papel preponderante en el siglo XX, pero el siglo finalizó con la derrota de varias de ellas. A nivel internacional la trayectoria ha sido dispareja; con el ascenso de imperios mundiales (británico, estadounidense) y de las super potencias de la Guerra Fría. El funcionamiento de las instancias de la ONU, como la Asamblea General, muestran una creciente distribución menos desigual de la influencia política internacional.
Al interior de las naciones la igualación política se ha detenido o revertido en tiempos recientes, por la desindicalización de los trabajadores, la “erosión de los partidos políticos” y la “disolución social” generalizada de las clases populares. “El surgimiento de las redes sociales electrónicas ofrece la posibilidad de crear una comunicación autogenerada de masas”, aunque han quedado evidentes los límites de su potencial para la transformación de la sociedad.
Los distintos tipos de desigualdad tienen una distribución mundial irregular. La desigualdad vital hace más estragos en África y en el mundo menos desarrollado. La educación desigual es más notable en la India, en el Asia Meridional y en los Estados Árabes. China sale mejor parada que la India debido a sus menores desigualdades en esperanza de vida y educación. La desigualdad en América Latina se concentra en el ingreso.
A escala mundial, los países ricos o con desarrollo muy alto son los menos desiguales. No obstante, los Estados Unidos pierden puntos de bienestar por la desigualdad. Corea del Sur presenta la distribución educativa más desigual entre los desarrollados. En Iberoamérica, la extrema desigualdad del ingreso en la región coexiste con una desigualdad considerablemente menor en materia de educación y esperanza de vida.
El peso de la historia incide de manera muy dispareja en el panorama mundial. La igualación comunista en China y en Rusia se ha desechado, pero parece haber sobrevivido en Checoslovaquia y en Eslovenia. En cambio, “tanto la desigualdad capitalista como precapitalista continúan oprimiendo a América Latina, Sudáfrica y la India”.
“Los países en peores condiciones son los que fueron colonizados por racistas blancos para la explotación de recursos mineros y agrícolas: Sudáfrica y Namibia, Brasil y Bolivia, junto con la mayor parte de América Latina”.
“En las grandes economías asiáticas de China, la India, Indonesia y Bangladesh, la desigualdad económica se ha incrementado con fuerza durante las últimas dos décadas”.
En Europa Occidental, a la cabeza de la desigualdad se encuentran: España, Portugal, el Reino Unido y Grecia.
La región menos desigual del Mundo es la Europa Septentrional-Central, con Noruega como su mejor ejemplo.
* Göran Therborn, Los campos de exterminio de la desigualdad, México, FCE, 2016. 235 pp.