Monterrey.- A finales de 1975, se llevaba a cabo un evento músico-cultural en el Aula Magna del Colegio Civil, de la Universidad Autónoma de Nuevo León. A ese evento llegó Doña Rosario Ibarra de Piedra. Hizo la denuncia de la ilegal detención y posterior desaparición de su hijo Jesús Piedra.
La intervención de la señora fue impactante, estremeció a los ahí presentes. Estoy seguro de que a muchos (como a mí), esa noche nos cambio la visión acerca de lo que significaba la militancia en la izquierda, y el compromiso de buscar un cambio de fondo en nuestro país.
Desconozco si esa fue su primera participación en un espacio universitario o público, pero ese día fue la primera vez que la vi.
En los años siguientes, coincidimos en muchas ocasiones y luchas. Su firmeza y temple ante la adversidad, su valor a toda prueba, impulsó el rumbo en contra de la represión y la violencia del Estado.
El 16 de abril Doña Rosario exhaló su último aliento. Su muerte es una dolorosa noticia y una gran pérdida para el país.
Hemos perdido a la mujer que en más de un sentido procreó la rebeldía, el coraje y la inconformidad nacional. La mujer que supo hacer fuerza del dolor.
La Doña vive en el corazón de México por su valía, pero además porque no pocos pudieron conservar la vida y la libertad, gracias a ella.
Su lucha cuestionó al régimen en el centro de su debilidad. El discurso del Estado de Derecho se cayó a pedazos ante las denuncias de la Señora Ibarra.
Su cruzada fue ejemplo, motivación y orientación. Llamó a la verdad por su nombre y describió como asesinos a quienes arrebataron de los brazos de la patria a los valientes que fueron en su defensa.
Por lo que Doña Rosario aportó a la vida pública de la nación, debió recibir una satisfacción mínima. Poca cosa es un reconocimiento, cuando lo que buscaba era sanar su alma de madre, buscaba a su hijo. Es una pena que haya partido sin que este, que se supone es un gobierno del pueblo, le haya proporcionado una mínima satisfacción a una de sus mejores hijas. La Doña no debió partir, sin que hubiera paz en su corazón.
Por ello, el mejor homenaje a la Compañera Ibarra, es la continuación en la búsqueda de justicia para castigar a quienes atropellaron a la disidencia, a quienes hicieron costumbre la tortura, la desaparación y las ejecuciones extrajudiciales.
Doña Rosario vivirá siempre en las paginas más destacadas de la lucha por la libertad y la justicia en México. Su nombre aparece ya en la historia patria, realzado como lo que es: ¡el ejemplo de la dignidad nacional!
¡Hasta siempre, Doña!
¡México está de luto y en pie de lucha!
¡Viva Rosario Ibarra de Piedra!