Monterrey.- El estudiante ingresa a la escuela poseedor de una cultura en formación, a edad temprana ya tienen una opinión, una explicación, una postura acerca de los fenómenos del mundo y de la vida.
Desde Driver, Guesne y Tiberghien se sabe que la gran tarea de la escuela, su razón de ser, una de sus ineludibles funciones, consiste en descubrir las concepciones de los estudiantes, pues la mayoría de estas concepciones son no-científicas, son ideas erróneas, son sólo preconceptos. Por tales razones, la enseñanza de la ciencia en la escuela básica debe partir de estas preconcepciones o ideas previas.
Si la actividad del profesor de ciencias básicas se centrara en la mera transmisión, en la sola instrucción, en la memorización; las preconcepciones quedarían intactas en los estudiantes y lo acompañarían durante toda su vida profesional, alejándolo de la ciencia y sus explicaciones acerca del mundo y de la vida. Este estudiante será un analfabeta científico y, lo que es más lamentable, estará a merced de la pseudociencia y sus promotores.
Las ciencias naturales, sobre todo la física, cumplen el importante propósito de preparar al estudiante para dar sentido al mundo que lo rodea. Sin embargo, en las aulas de la mayoría de los países, generalmente su enseñanza se centra sólo en los contenidos de la asignatura. Es así como los gobiernos gastan muchos recursos en producir materiales que “apoyen” al profesor en su tarea de transmitir y reforzar contenidos teóricos. Contradictoriamente, el profesor se ve abrumado por este “bombardeo” y la enseñanza de la ciencia se vuelve un caos.
La enseñanza efectiva de la ciencia es aquella que “se queda en el estudiante” aquella que le permite modificar sus ideas erróneas, aquella que le ayuda a conocer los principios involucrados en los fenómenos del mundo y de la vida, aquella que le ayudará a tomar decisiones informadas, aquella que lo prepara para no ser víctima de charlatanes de todo tipo que invaden los espacios reales y virtuales. Esta enseñanza efectiva de la ciencia se orienta a la formación de habilidades y actitudes como: Realizar preguntas y definir problemas, planear y realizar investigaciones, construir modelos, analizar e interpretar datos, utilizar pensamiento matemático. formular explicaciones y plantear soluciones a los problemas planteados, esclarecer evidencias; obtener, evaluar y comunicar información. Lo más grave es que las TIC, que debieran servir al profesor para desarrollar estas habilidades y actitudes, están actuando de manera inversa ante la falta de un modelo educativo que las potencie y redireccione hacia las metas educativas.
Algunos maestros y maestras de física de secundaria de Nuevo León poco a poco han hecho suyo este enfoque de una manera especial utilizando recursos tecnológicos conseguidos con mucho esfuerzo, actividades interactivas realizadas con el apoyo de algunas asociaciones mundiales como PhET, actividades “manos a la obra” o hands on, realizadas en diversos momentos para la enseñanza de la física y la química.
Lamentablemente el trabajo de estos maestros y maestras de nuestra Entidad se vio interrumpido el 16 de marzo del presente año y este esfuerzo sólo continuará hasta el regreso a las clases presenciales pues la enseñanza efectiva de la ciencia en la escuela básica no se ha dado aun totalmente en forma virtual ni aun en comunidades altamente tecnificadas como la de Silicon Valley, pero esto es motivo de otro análisis.